Cinco años después de que hubieran disparado el último cartucho durante la Segunda Guerra Mundial, el abuelo materno de Cordula Wohlmuther seguía preso en un campo de concentración ruso. El abuelo paterno corrió con mejor suerte. Pudo abandonar las trincheras noruegas en 1945 y escapó del cepo de la Gulag soviética.
Las huellas indelebles que la guerra dejó en Austria y en su propia familia hicieron que Wohlmuther concentrará sus esfuerzos en desentrañar los mecanismos internos de los conflictos del mundo y en las posibilidades de la paz. Por eso hoy en día es un referente internacional en la materia.
La jefa de la diplomacia de la Organización Mundial de Turismo (OMT), invitada de honor a la cumbre de ganadores del Nobel de Paz, habló con EL TIEMPO sobre el inmenso potencial colombiano durante el posconflicto.
¿Qué tan grande es el crecimiento del turismo después de que se acaba una guerra?
Enorme. El mejor ejemplo que puedo dar es Myanmar. La junta militar dejó el poder en 2011, y el país se abrió de repente después de 40 años de aislamiento. El dinero está fluyendo desde los inversionistas y las agencias de cooperación para apalancar proyectos de infraestructura, aeropuertos por todos lados, accesibilidad, hoteles.
¿Necesariamente la explosión del turismo y la paz van de la mano?
El turismo no puede florecer sin la paz. Se tiene que tener estabilidad, seguridad y paz para que el sector turístico prospere. Creo que eso es exactamente lo que está ocurriendo en Colombia, por lo que el turismo va a empezar a crecer exponencialmente. De otro lado, cabe la pregunta: ¿puede el sector turístico influenciar la construcción de paz, especialmente en un contexto de posconflicto? La respuesta es sí. Es posible.
¿Cuál es su consejo para quienes tienen que diseñar políticas públicas relacionadas con el turismo y la reinserción de los excombatientes?
El turismo es la puerta de entrada laboral para jóvenes y mujeres que no están muy bien entrenados. Hay que ayudarles, porque de otra forma se corre el riesgo de que caigan en redes de violencia o de ilegalidad. También hay que concientizar a los excombatientes de que hay una oportunidad en el sector turístico. Vincular a exguerrilleros en el sector turístico es una muy buena forma de integrarlos en la sociedad.
¿Qué tipo de retos detecta en este momento de cambios profundos?
Aquí hablo como una ciudadana de Austria, un lugar que desencadenó la Primera Guerra Mundial y que olaboró con Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Yo represento una nación que ha emergido de sus propias cenizas y que, setenta años después, es uno de las mejores destinos
del mundo. Ustedes tienen que aprender lo que significa la paz, pero esto lo lograrán pronto. En diez o quince años, van a mirar atrás y van a pensar: ‘qué loco fue todo esto’. Tendrán entonces que sacar sus propias lecciones y cerciorarse de que esto no pase de nuevo, hablar abiertamente sobre lo que ocurrió. En Austria, por décadas no hemos hablado de la Segunda Guerra Mundial. Nos tomó mucho tiempo superar las consecuencias de esta guerra. Es algo loco y una sociedad en paz es simplemente maravillosa.
En Colombia hay preocupación ante la posibilidad de que un auge turístico termine afectando recursos naturales imprescindibles…
Lo que queremos mostrar este año del turismo sostenible en la OMT es que este puede contribuir con el desarrollo, y aquí hablamos de desarrollo en el sentido que trazan los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. El turismo puede contribuir con todos estos objetivos, el número uno: la erradicación de la pobreza y el hambre. Además, el turismo también contribuye con el número 16: la construcción de una sociedad justa y pacífica. Hay que hacerlo muy sostenible y responsable.
¿Cómo lograrlo?
Es complicado. Hay que planearlo cuidadosamente y medirlo. Por ejemplo, en Caño Cristales hay que empezar a calcular el impacto del turismo desde un nivel muy local. Hay que calcular la huella de carbono, los residuos que dejan los visitantes, la cantidad de agua que se consume. Todo tiene que ser tan verde y tan sostenible como sea posible. También hay que tener en cuenta los valores culturales. Con la llegada masiva de turistas, se corre el riesgo de perder autenticidad, lo que también hay que preservar.
Sostenible, responsable y lo que yo llamo todo incluido. Esto significa que hay que tener en cuenta todos los asuntos locales: naturaleza, cultura, gastronomía e idiosincrasia. Cuando se combinan todos estos factores se consigue un sector turístico sensible hacia la paz, una paz que contribuya a la paz global. En un contexto de posconflicto, esta combinación contribuye con la construcción de la paz nacional y la reconciliación.
¿Cuál es su opinión sobre las barreras que algunos gobiernos están poniendo contra el turismo y los viajeros?
Es un momento complicado. Por un lado, viajar hace parte de los derechos humanos. Todo el mundo tiene el derecho a viajar. Y al mismo tiempo enfrentamos las preocupaciones de algunos gobiernos. Nosotros promovemos la eliminación de las barreras y el acceso sin visa a los territorios porque creemos que el libre tránsito es la mejor forma de sobreponerse a los problemas. Todas estas barreras son contraproducentes.
¿Qué hacer desde la ONU entonces?
Usualmente los ministerios de turismo no son muy poderosos. Uno de los roles de la OMT es hacer que el resto del gobierno entienda qué tan importante el sector es.
¿Cómo ve a Colombia en diez años?
Floreciendo. No quiero dar números, pero en el caso de Myanmar el número de turistas internacionales casi que creció al doble cada año. Hay una muy buena oportunidad de que ustedes logren eso, por la belleza y la inmensa riqueza de Colombia. Todos estos territorios vírgenes y la gente fantástica, la cultura, la naturaleza… usen estos recursos muy bien. Ya verán que podrán superar las consecuencias del conflicto y contribuirán a través del turismo al proceso de reconciliación.
Juan David Montoya Alzate
Periodista de VIAJAR
@morcheros
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