El sector turístico, destaca el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, se consolida como el segundo renglón de la economía del país y genera más de 200.000 empleos. Pero el salario promedio de la industria solo roza el mínimo legal: $ 735.021.
Este dato hace parte del ‘Boletín de empleo del sector turismo’ del último trimestre, realizado por el Centro de Pensamiento Turístico y la Fundación Universitaria Cafam, y presentado este jueves en el Congreso Nacional de la Hotelería de Cotelco, en Yumbo, Valle del Cauca.
El bajo salario “lleva a que la gente tenga pocos incentivos para capacitarse y recibir formación en turismo. Prefieren estudiar otra cosa que hotelería y esto lleva a que haya deficiencias”, explica Alejandro Pico, director de estudios e investigaciones de la Asociación Hotelera y Turística de Colombia (Cotelco).
A eso se suma la informalidad laboral en el sector, que fue del 69 por ciento en el último trimestre, según la estimación que hizo Cotelco sobre las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
“Esta preocupante cifra es el talón de Aquiles, potencializado con la llegada de plataformas tecnológicas como Airbnb”, dijo Gustavo Toro, presidente de esta agremiación, en la instalación del Congreso.
“Todo el mundo quiere arrendar alojamientos en las plataformas digitales. Esto es válido, pero la posición de Cotelco es no cierren Airbnb, pero exíjanles a quienes se anuncian en esta plataforma que cumplan con las normas que los hoteleros deben cumplir”, añadió Toro.
Por eso, el llamado de Cotelco es a ser competitivos frente a plataformas digitales. Para lograrlo, los empresarios deben entender cómo pueden poner a su servicio las herramientas online, no solo para vender más cuartos de hotel sino también para mejorar los procesos dentro de su empresa.
La meta que ha establecido el Gobierno para el 2018 es atraer a 6 millones de turistas.
Pero para lograrlo y continuar con el desarrollo de la industria es necesario establecer los números específicos del sector, plantear planes de acción directamente relacionados con sus necesidades y hacer seguimiento a estas propuestas.
Con la informalidad, “no se canalizan impuestos que deben revertirse en infraestructura, hay un descontrol en la actividad turística y no hay quién le responda al turista. Por el contrario, la formalidad le da una seguridad a los turistas”, retoma Alejandro Pico.
NATALIA NOGUERA
Enviada especial de EL TIEMPO
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