Tiene toda la razón Rosa Álavarez cuando dice, marcando con fuerza la zeta española y refiriéndose al tamaño del Al Andalus, que “¡este es un pedazo de tren!”.
A punto de concluir una semana de recorrido por la comunidad autónoma de Andalucía (España), que incluyó ciudades como Jerez de la Frontera, Cádiz, Ronda, Granada, Jaén, Úbeda, Baeza y Córdoba, regresamos a la Estación de Santa Justa, en Sevilla, donde la tripulación –de la que Rosa forma parte como guía principal– y los 40 pasajeros que participaron en este viaje se despiden con las demostraciones de un afecto cómplice construido a lo largo de los últimos días.
También el tren, este “pedazo de tren”, que es el verdadero protagonista de la travesía y al que es difícil quitarle la vista de encima: puestos en línea, sus 15 vagones (con capacidad para 60 pasajeros) y dos locomotoras, que suman 900 toneladas de peso, miden casi medio kilómetro de largo.
No se parece en nada a los modernos trenes de la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles (Renfe); es más, su presencia le da a entender a la gente que algo emocionante ocurre en su interior, que parece discurrir en una época distinta. Sus coches de lujo, estilo Belle Époque, fueron construidos entre 1928 y 1930 en talleres de Francia, Gran Bretaña y España, restaurados en 1985 y vueltos a reformar en el 2012 para ser puestos de nuevo a rodar por las vías ferroviarias de Andalucía.
Quien viaja en él sabe que no aborda un medio de transporte para ir de un lado a otro en esta región, sino para vivir una experiencia.

La tripulación ofrece actividades cada noche, que incluyen baile de flamenco, shows gastronómicos y concursos a los turistas.
Sonia Perilla
A esta travesía se suman pasajeros de múltiples nacionalidades, entre ellos cinco puertorriqueñas jubiladas, como la mayoría de los viajeros del tren. “A esta edad –dice Iris Espino–,uno tiene conciencia de lo que le sirve o no, incluso en turismo. Somos como una logia, nos reunimos cada mes para ponernos al día y planear el siguiente viaje, que esta vez fue en este tren. La experiencia de moverse en él, de probar platos deliciosos a bordo, de conocer sitios y de aprender de ellos, sí que vale la pena”.
La rutina diaria comienza a las ocho de la mañana, cuando uno de los tripulantes recorre los pasillos de los vagones despertando a los pasajeros con una campanilla. El desayuno en el Al Andalus va hasta las nueve y media, hora en que la gente desciende en la estación de turno, donde un bus espera para llevarlos a todos a un recorrido turístico, con guías especializados de cada ciudad.
Al final del día regresan para emprender un nuevo recorrido en el tren hasta la siguiente población. Y mientras avanza, la tripulación ofrece actividades cada noche, que incluyen baile flamenco, shows gastronómicos y concursos, que preceden a una deliciosa cena, cuya preparación dirige el joven chef Kevin Cuadriello, y al descanso en camarotes dotados con sofacama doble, armario, minibar, citófono y baño con ducha.

La plaza España, en el parque de María Luisa (Sevilla) fue construida para la Exposición Iberoamericana de 1929.
Sonia Perilla
Antes de comenzar este viaje de una semana por Andalucía, sacamos unas horas para visitar, en Sevilla, el barrio de Santa Cruz y la antigua Judería en la que vivieron los sefarditas hasta que la Inquisición empezó la persecución contra ellos.
Este sector, de calles estrechas y laberínticas, es famoso por las óperas que fueron escritas allí, como El barbero de Sevilla, y construcciones emblemáticas, como la Hostería del Laurel, donde José Zorrilla escenificó la historia de Don Juan Tenorio; la plaza de Doña Elvira y la Catedral de Sevilla.
Esta, que fue la segunda mezquita de la ciudad, tiene un retablo dorado que narra hechos bíblicos desde la Anunciación hasta la Resurrección y es considerado el más grande del mundo; la catedral cuenta, además, con 42 capillas; coro con dos órganos y 117 sillas; la tumba oficial de Cristóbal Colón y La Giralda, la imponente torre de 97,5 metros de altura por la que es posible ascender para apreciar una vista impresionante de Sevilla.
Al final del breve paseo por la ciudad, partimos a bordo del Al Andalus desde Santa Justa hasta Jerez de la Frontera, donde pasamos la noche a bordo del tren estacionado.
El siguiente día empieza en las Bodegas González Byass, fundadas en 1835 y donde se produce una amplia gama de licores bajo marcas como Tío Pepe, creada por Manuel María González Ángel en honor de uno de sus tíos. La quinta generación de esta familia sigue al frente de las exitosas bodegas, una de las cuales aún exhibe el techo elaborado por Gustave Eiffel.
Tras una rápida clase sobre tipos de uvas y barricas, temperaturas y formas de conservarlas pese al cambio de estaciones, llegamos a la “bodega de los ratones felices”, una de las favoritas de los turistas.
Leticia, una de las guías, cuenta que así se llama desde 1940, año en que un bodeguero que acostumbraba alimentar a los ratones les dejó vino una noche y descubrió que les gustaba, sobre todo el dulce. “Él tomó la rutina de dejarles una copa servida y hasta les construyó una pequeña escalera para que ellos alcanzaran a beber. Esto se convirtió en una tradición que se conserva hasta hoy”, cuenta Leticia.

El Barrio Judío de Córdoba, con sus calles estrechas, ofrece vistas muy atractivas de monumentos como las famosa Mezquita.
Sonia Perilla
Tras el almuerzo en el restaurante Casa Bigote, de la tranquila y playera Sanlúcar de Barrameda, volvemos a nuestro tren donde permanecemos esa noche estacionados; al amanecer del día tres partimos rumbo a Cádiz, donde pasamos la jornada paseando por su zona histórica.
Oír de Luisa García, guía de la provincia de Andalucía, que esta es una de las ciudades más antiguas de Europa (fue fundada hacia el año 1100 a. C. por los fenicios) nos toma a muchos por sorpresa, así que prestamos más atención a sus vestigios, que incluyen un teatro romano; construcciones medievales; los primeros rastros de la arraigada cultura marítima que instalaron los fenicios, los cartagineses y otras civilizaciones relacionadas con el mar y, claro, a las iglesias, catedrales y conventos edificados por dominicos, jesuitas y franciscanos.
Esa noche el tren se pone de nuevo en marcha y nos conduce a Ronda, donde estacionamos. Ninguno de nosotros ha oído mucho sobre esta población, que sin embargo tiene con qué deslumbrar.
“Ronda –explica Antonio del Castillo Montes, guía local– no tiene centros comerciales sino tiendas; es una tradición para sus 40.000 habitantes. Además, el comercio de los 50 pueblos que tenemos alrededor depende de este sistema”.
Esta población tiene en el turismo su principal fuente de ingresos. Y no es raro, porque tiene qué mostrar.
Además de la muralla que rodea el casco histórico ordenado, impecable y muy árabe, está el famoso tajo que divide la parte nueva de la ciudad de la vieja; ambas se conectan por un puente sobre el río Guadalevín.
Marco, Alzira y Yara, miembros de la familia Cattony, vinieron desde Brasil a este viaje. Ya habían vivido una experiencia similar a bordo del Tren Transcantábrico, y querían probar otro escenario. “Este es –opina Alzira– un medio de transporte práctico para gente mayor como nosotros, porque no tenemos que cambiar de hotel… se mueve con nosotros”.
Si lo recorrido hasta ahora en Andalucía no fuera tan extraordinario, uno podría decir que la sola visita a La Alhambra (Granada) puede pagar todo el viaje. Esta ciudadela, construida sobre una colina con propósitos defensivos, junto al barrio de Albaicín, alberga tras su muralla un conjunto de casas, palacios y jardines de belleza extraordinaria.
María José Osorio, nuestra guía en esta visita, cuenta detalles mientras nos lleva en un rápido recorrido por este complejo construido por los musulmanes en la Edad Media, y en el que habitaron cerca de dos mil personas de alta alcurnia.
De esa época se conserva bastante, desde los jardines (que siguen sembrándose con las plantas de entonces), hasta los tres palacios nazaríes y el sistema de riego que abastecía a la ciudadela, que en 1492, tras la conquista de Granada, se volvió cristiana.
Se necesita un día para visitarla debidamente, y eso incluye tener paciencia con el ingreso a las joyas de La Alhambra, pues se estima que la visitan al día unas 8.000 personas en promedio. ¡Ah: cuidado con las gitanas que abordan a los turistas a la salida para leerles la mano! El solo acto de permitir que ellos la toquen puede costar hasta 20 euros.

Degustación de vino en las bodegas González Byass, en Jerez de la Frontera; allí se produce el ya icónico jerez del Tío Pepe.
Sonia Perilla
Cuando arribamos a Córdoba los pasajeros del Al Andalus empiezan a sentir que venir a esta ciudad constituye una soberbia despedida para este viaje. La cita es en la zona antigua, que alberga la famosa Mezquita de Córdoba y el barrio judío.
“La antigua mezquita –nos explica María Cañete Calero, guía de la ciudad– hoy es catedral; aun así conserva todo el legado de los musulmanes, que dominaron Córdoba entre los siglos VIII y XIII”.
“Cuando Abderramán I llegó a la ciudad –continúa María– derribó la iglesia cristiana que tenía y ordenó construir esta inmensa mezquita; cuando las obras terminaron en el siglo décimo, ya era la más grande del mundo”. Fernando III reconquistó Córdoba en 1236 y ordenó su consagración como templo cristiano.
De las 1.013 columnas originales, que forman parte de los monumentos más reconocibles del mundo, quedan 850 originales de la época musulmana; todas sostienen un complejo que suma unos 24.000 metros cuadrados.
Los arcos, capiteles y columnas se construyeron alternando piedra y ladrillo, lo cual le da su bicromía característica. “En España –explica María– no hay ni una mezquita de la época de la dominación musulmana, pese a que estuvieron varios siglos en estas tierras. Por eso la de Córdoba es tan importante”.
Con el recuerdo vivo de esta ciudad que hierve de calor, abordamos el Al Aldalus por última vez hacia Sevilla. La despedida, que se da en el andén de la Estación de Santa Justa, también se apega a la tradición, que es un claro distintivo de este tren: con besos, con abrazos y con las muestras de un afecto que nació espontáneamente sobre rieles.

Pasear por la zona antigua y encontrarse con la famosa Mezquita de Córdoba y el barrio judío.
Sonia Perilla
Los colombianos no necesitan visa para ir a España; no obstante, es probable que en inmigración se exija a los turistas una carta de invitación a visitar el país, dinero en efectivo y reservas de toures y hoteles, entre otros documentos.
El viaje en el Al Andalus es recomendado para parejas y gente con sentido de la aventura, que quiera probar una nueva experiencia.
No es apto para familias muy grandes ni para niños pequeños, que puedan aburrirse con una rutina planeada para adultos; tampoco es aconsejable para personas con claustrofobia o problemas de movilidad (los espacios son estrechos y es necesario subir y bajar constantemente del tren).
Invitación de Trenes Turísticos de Lujo,
Renfe (España).
Entre Granada y Córdoba hay tres poblaciones que son referencia MUNDIAL en materia de producción de aceite de oliva. Visitarlos vale mucho la pena:
JAÉN: En esta provincia hay sembrados unos 66 millones de olivos, de hecho, es uno de los más grandes productores de aceite de oliva del planeta.

El casco histórico de Úbeda fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad en el 2003.
Sonia Perilla
ÚBEDA: Su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2003; es una de las más importantes envasadoras de aceite de oliva de la región. Según Beatriz Barrionuevo, guía de la provincia, se la conoce como la Ciudad de las Sorpresas, “porque muchas cosas que parecen algo son otra en realidad”. Y pone dos ejemplos: la Sinagoga del Agua, que estuvo oculta y hasta cierto punto enterrada hasta el 2007 bajo varias casas cuyos dueños ignoraban su existencia, y la tumba de Francisco de los Cobos, que tiene las dimensiones y la apariencia de una iglesia.
BAEZA: Ciudad vecina de Úbeda; su centro histórico también se declaró, en el 2003, Patrimonio de la Humanidad. No salga de este lugar sin comprar aceite de oliva; incluso si a usted no le gusta, otros apreciarán el obsequio. Es un tesoro.
SONIA PERILLA
Especial para viajar