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Emprendimientos y empleos turísticos: no de cualquier manera / Opinión

¿Cuántos empleos ha creado el Gobierno de Juan Manuel Santos?

¿Cuántos empleos ha creado el Gobierno de Juan Manuel Santos?

Foto:123rf

ANÁLISIS UNIVERSIDAD EXTERNADO

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El turismo permite a muchas personas emprender, aunque no sean propiamente del sector.

Como es sabido, no hay que elevar las anécdotas a categorías, pero por lo vivido y visto y por lo escuchado a amigos y colegas, existe en el país un cierto número de prestadores de servicios turísticos quienes, además de no contar con su RNT (Registro Nacional de Turismo) no están mínimamente preparados para “ejercer” la profesión. Esto no es algo particular de Colombia, ya que desgraciadamente se da también en otros países.
De entrada, cabe decir que este hecho en sí no es una mala noticia: el turismo es un sector sin muchas barreras de entrada, que permite a muchas personas emprender, aunque no sean del sector propiamente dicho. Y esto es, definitivamente, un modo de enriquecer la actividad turística gracias a otras miradas y modos de hacer. El turismo se manifiesta, así como un rubro capaz de absorber emprendedores y trabajadores de variados orígenes profesionales o curriculares. Sin ir más lejos, quien escribe esto empezó su vida laboral con un pregrado en lenguas modernas y sólo mucho más tarde vio al turismo como alternativa profesional válida. Desde la misma OMT (Organización Mundial del Turismo) se nos recuerda la capacidad de la actividad turística para crear empleo y absorber mano de obra, incluso cuando fallan otros sectores económicos.
Hay factores que también explican el fácil ingreso al turismo de profesionales de otras ramas, desde la poca inversión necesaria para el propio emprendimiento hasta la capacidad del sector de dar empleo a personas de muy baja calificación.
Pero todo esto no significa que quien se lance al turismo lo deba hacer sin el mínimo conocimiento del mismo. Ninguno de nosotros se dejaría operar por un cirujano “aprendiz” y nadie encargaría la construcción de su casa a un estudiante de primer semestre de arquitectura. ¿Por qué entonces no se piensa igual en turismo? ¿Por qué hay que sufrir en ocasiones servicios de muy baja calidad? Todo turista tiene el derecho a ser atendido por profesionales cualificados, esto no se negocia. No pedimos desde estas líneas la rigidez de una colegiatura para los profesionales del turismo, el hotelería, la restauración o las agencias de viajes, pero sí debemos llamar la atención sobre la necesidad absoluta de capacitarse antes de lanzarse al sector.
Se recuerda en este contexto que las emprendedurías y los empleos ligados al turismo y al ocio requieren de una gran vocación: permanentemente se está en contacto con personas (que en ocasiones provienen de otros países), el sector tiene horarios poco amigables con la vida familiar (cuando todo el mundo está de fiesta o vacaciones es cuando más se trabaja) y, en fin, los salarios no son los más competitivos si se comparan con los de la industria manufacturera. Quien no tenga una clara “vocación” turística va a sufrir con toda esta serie de condicionantes que presenta esta rama de la economía.
La tensión entre un sector turístico “abierto”, amigable con personas externas al mismo, y la necesidad de dar al cliente la máxima calidad (ya que en el turismo se compite con destinos cercanos y lejanos) no es fácil de resolver. Hay que capacitarse, esto es cierto: para continuar con la biografía de quien escribe estas líneas, diremos que enseguida que se vio necesario se optó por cursar un posgrado en gestión de hoteles y restaurantes. Los dueños de hoteles, restaurantes o agencias de viaje harán bien en pagar a personal adecuadamente formado y que brinde un servicio de máxima calidad a los clientes, superando expectativas a ser posible.
Por su parte, el mercado ofrece capacitaciones para todos los niveles y bolsillos, ahí nadie se puede quejar que la oferta formativa no sea adecuada o sea escasa: SENA, entidades gremiales, escuelas de gastronomía y servicio, así como universidades estamos desarrollando amplias ofertas para que el sector se capacite, algunas de ellas bien innovadoras, como el grado en auxiliar de cocinas étnicas del SENA o la Maestría en Alta Dirección y Desarrollo Hotelero de la Universidad Externado de Colombia (una maestría única en el país y la tercera de su tipo en América Latina) pasando por todos los cursos y diplomados que se quieran, todo el mundo en el sector puede hallar “su” capacitación.
Aparte de la capacitación, la otra gran herramienta que hay que impulsar es el control. Un tema más candente pero no menos necesario, ya que es absoluto menester el control a empresas y personal de las mismas. Del mismo modo que no puede haber empresa turística sin RNT, no puede haber cocinero en el país que no tenga el curso hecho y al día en normas HACCP. Y no puede haber personal (intermedio o de base) sin capacitaciones hechas en servicio al cliente o en las habilidades que su puesto requiera.
Evidentemente, los funcionarios del MinCIT no pueden llegar a cada cocina o cada recepción del país: deberán de ser los mismos empresarios (buscando una mejora competitiva de sus empresas) y los mismos trabajadores (buscando su mayor empleabilidad) quienes velen por estándares de calidad. Lo ideal es una autorregulación del sector y del mercado, que expulsará a aquellos que no aspiren a una calidad mínima. Aquí los gremios del sector tienen un papel fundamental que desempeñar, no sólo denunciando el intrusismo sino –sobre todo-- acompañando a asociados (y quizás incluso a los que lo no son) a mejorar continuamente. Además, con emprendedores, empresarios y empleados bien capacitados nos ahorraremos que el rubro aprenda vía “intento y error”, la manera menos efectiva de aprender. Recalcamos aquí que en turismo es más cierto que en otros rubros que “no se da una segunda oportunidad” al que falla.
En definitiva, no queda otra si queremos contar con empresas competitivas en el sector y si deseamos verdaderamente que nuestro país sea un destino de talla mundial. Desde el exterior se nos dice que se tienen los atractivos adecuados para serlo, esperamos no fracasar en la parte del servicio a nuestros visitantes, que es la que está en manos del sector privado.
Lo anterior se ilustra con las siguientes anécdotas:
Anécdota 1: En la calle de arriba de mi casa han abierto un nuevo restaurante oriental. Voy para probar la comida. Encargo un simple sánduche por el que espero 25 minutos (¡¡VEINTICINCO!!). Como la cocina del sitio es abierta y yo he sido director de restaurantes, puedo ver perfectamente dónde están los cuellos de botella en los procesos. Me inclino por ser bueno y les hablo a los dos jóvenes socios-propietarios, que acogen a la clientela con gran afabilidad, dándoles algunos consejos sobre cómo organizar mejor la cocina. Se me sinceran y me dicen que ellos lo están haciendo todo con el mejor ánimo y van aprendiendo como pueden con el día a día, porque de hecho no tienen ninguna capacitación ni experiencia en manejo de restaurantes.
Anécdota 2: El año pasado, siendo docente de Turismo en Barranquilla, salimos con un grupo de más de 50 estudiantes de primer semestre del Programa de excursión por 'la arenosa'. Con dos autobuses fletados, iniciamos el city tour reglamentario. En una pausa, mi colega que va en el otro bus me advierte que la guía-acompañante está dando muy pocas informaciones a los estudiantes. A la siguiente parada, me dice el colega que le ha exigido a la guía que haga mejor su trabajo e informe de la importancia de los sitios que se están visitando (lo cual no deja de ser el trabajo de un guía turístico). Cuál es nuestra sorpresa cuando nos enteramos de que la “guía” ha sido contratada el día anterior y, según nos dice ella misma, con una sonrisa algo ingenua, “ha estudiado de Barranquilla todo lo que ha podido hasta las dos de la mañana”.
NARCÍS BASSOLS
Docente-investigador de la Facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras
Universidad Externado de Colombia
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