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Viajar

João Pessoa: las playas desconocidas del nordeste brasileño

Vista aérea de João Pessoa, en el estado brasileño de Paraíba, un destino poco explorado por el turismo masivo, no obstante contar con playas kilométricas.

Vista aérea de João Pessoa, en el estado brasileño de Paraíba, un destino poco explorado por el turismo masivo, no obstante contar con playas kilométricas.

Foto:123RF

Esta es una buena opción para los que buscan un destino poco explorado por el actual turismo masivo.

En João Pessoa, capital del estado de Paraíba, en el norte de Brasil, las mareas lo son todo. Según su capricho, revelan piscinas naturales con tortugas marinas y delfines o bancos que parecen islas. Como el aire o el amor, las mareas aquí son cuestión de vida o muerte, con una variación del mar de cero a tres metros.
Nueve estados conforman el nordeste brasileño: Bahía, Maranão, Sergipe, Alagoas, Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do Norte, Ceará y Piauí. João Pessoa, la punta de la panza del mapa de América del Sur, nació en las márgenes del río Sanhauá y creció en dirección al mar. Allí está el punto de las Américas más próximo a África, Ponta do Seixas, donde el sol asoma primero.
El horario de las mareas aparece escrito en una pizarra como información vital en la recepción de los hoteles en João Pessoa. Los ritmos aquí son otros: se desayuna muy temprano –el sol sale a las 4:20 de la mañana–, y se cena a las 19:00.
Con cerca de 800.000 habitantes, la tercera metrópolis más antigua de Brasil tiene pocos edificios, casas bajas de colores, iglesias históricas, mucho verde (como el Jardim Botánico do Buraquinho, con más de 500 hectáreas), aires pueblerinos y ninguna caseta sobre la playa: todas están fuera de la arena, en pos del cuidado ambiental. El agua del mar es tibia, y siempre hace calor.
La capital de Paraíba posee un extenso litoral urbano ligado por una costa con ciclovías desde las playas de Bessa, Intermares y Manaira hasta Cabo Branco, pasando por Tambaú, con muchos restaurantes y bares. Todos los días, de 5 a 8 de la mañana, está cortado el tránsito desde Manaira Norte para hacer deporte y bañarse en el mar sin el ruido de los autos. Entonces, el malecón se vuelve aún más bello; al atardecer también es delicioso.
Para deleitarse, pescados de todas las formas posibles (asados, fritos, en guiso con leche de coco y aceite de dendê), cerveza bien fría y playa, que en esta época es intermitente por las lluvias, pero nada que no solucione un poco de paciencia.
Al caminar por el centro histórico, envuelve el perfume de los árboles de ‘caju’ y de acerola, un frutico rojo amargo y rico en vitamina C También el de los carritos que venden brochetas de queso ‘coalho’ (cuajo) o carne. Todo se recorre a pie: primero, porque es más lindo caminar las ciudades y después, porque las calles son angostas.
En la plaza principal, rodeada por edificios históricos como el antiguo Palacio Municipal, los viejos juegan al dominó en mesas y bancos de cemento, como si el tiempo no pasara. Más lejos, una peatonal baja hacia el río: allí se despliega el mercado, con mesas que exhiben, orondas, pescado fresco, pollos, codornices, quesos, verduras y frutas coloridas con nombres desconocidos: ‘inhame’ (tubérculo enorme) cajá, ‘cajû’, graviola, mangaba (mango, de todos los tamaños), seriguela, ‘ameixa’ y tantas otras; frutas musicales, al son del pregón de los puesteros.
También en el centro está el convento de San Antonio, devenido en Centro Cultural San Francisco, construido en 1589 por los frailes franciscanos. Constituye una de las principales expresiones del estilo tropical barroco brasileño. La turbulenta historia de ocupaciones –la primera data de 1634, por los holandeses– llevó a que dentro del centro convivan edificios de diversas épocas, como la capilla de Oro de 1710, la casa de oración, los claustros, la fuente y la sacristía. Los paneles de azulejos del altar mayor también son del siglo XVIII.

Paseos encantados

Con casi 50 años, João Wharles Emiliano Costa Portela saca fotos como si se tratara de un viajero más. Estudió letras, ejerció el periodismo y luego se convirtió en guía de turismo. “Difícil llevarse la cultura paraibana en una sola visita, con artistas como Ariano Soassuna (creador de uno de los filmes más famosos del Brasil, ‘O auto da compadecida’), escritores como Augusto dos Anjos o Lourdes Ramallo y músicos como Elba y Zé Ramalho y Lucy Alves, entre tantos otros. Tampoco se puede explicar la espiritualidad, hay que sentirla”, cuenta.
La religiosidad y el sincretismo se perciben en la calle, en los cientos de iglesias de distintos credos y en fiestas como la de San Juan, que dura todo el mes de junio.
Unos 18 kilómetros hacia el litoral norte, se pueden visitar Areia Bermelha y el puerto de Cabeledo, con su playa fluvial Jacaré. En esa dirección nace también la BR–230 o ruta transamazónica. En Brasil se maneja rápido: si se alquila auto, hay que estar muy atento.

Desde Praia do Poco

Al atardecer, desde Cabeledo puede verse la puesta de sol sobre el río Paraíba en la Praia do Jacaré, con el sonido del ‘Bolero’ de Ravel, ejecutado por el músico Jurandy do Sax. La música envuelve la bella escena todas las tardes hace más de veinte años: se escucha desde el agua en un catamarán o en un bar de la costa. El barco sale del puerto del río a dar vueltas en redondo mientras su ‘staff’ se disfraza, baila forró y entretiene a los viajeros con sus ocurrencias.
En la misma dirección norte, desde Praia do Poco parten las excursiones hacia las arenas rojas o Areia Vermelha, por la mañana o por la noche, dependiendo de la marea. El barco navega unos 15 minutos hasta un banco de arena de formación coralina en medio del océano encantado. Allí, los viajeros se sumergen o se quedan en la playa hasta la hora de volver, cuando la crecida del mar hace desaparecer la isla.
La tercera excursión posible consiste en una navegación de media hora en catamarán desde Praia do Seixas hacia las piscinas naturales de aguas verdeazuladas, demarcadas por corales que no se pueden pisar, el extremo más oriental de las Américas, Ponta do Seixas. Se hace pie y se puede nadar y mirar con ‘snorkel’.
El litoral sur es bastante más agreste, con una de las playas nudistas más antiguas de Brasil, Tambaba, a solo 20 kilómetros de João Pessoa, en el municipio de Conde. Pero esa es otra historia para contar.

Datos útiles

Dónde dormir
En Manaira, João Pessoa, hotel Hardman Praia, desde 287.000 pesos colombianos la habitación doble con desayuno. www.hotelhardman.com.br
Qué hacer
100 % Lazer: esta agencia ofrece las excursiones a Praia do Jacaré, Areia Bermelha y Ponta do Seixas desde 28.000 pesos por persona.
Buggies: excursión de medio día por las playas de Conde desde 115.000 pesos medio día y 200.000 pesos todo el día, por persona.
Dónde comer
En João Pessoa: el promedio por cubierto es de unos 57.000 pesos.
Estaleiro restaurante: jugos especiales y platos gigantes de ensalada, crepes y pizzas para compartir en un ambiente abierto e informal. R. Artur Monteiro Paiva 1223, Bessa.
Cozinhia Rocha: comida de autor del chef Onildo Rocha, con preparaciones a base de pescado, mandioca, carne y quesos locales. Av. Antonio Lira, 536, Tambaú.
SILVINA BECCAR VARELA
LA NACIÓN (Argentina) - GDA
En Twitter: @LANACION
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