Arte contemporáneo a gran escala, fotografía de autor y una arquitectura sorprendente se juntan en el Instituto Inhotim, un museo al aire libre escondido en medio de un bosque del sureste de Brasil.
Este espacio cargado de experiencias sensoriales aglutina 23 exposiciones, cuatro de ellas itinerantes, que se relacionan con la naturaleza de una manera directa. Queda en el municipio de Brumadinho, en el estado de Minas Gerais, conformado por más de 700 trabajos de cerca de 200 artistas de todo el mundo.
Una de las obras más impactantes es De lama lâmina, del estadounidense Mathew Barney, a la que solo se puede llegar después de atravesar un camino silvestre.
En medio de la espesa vegetación aparece una especie de iglú con espejos y en su interior, una gigantesca máquina industrial cuyas ruedas están envueltas en una espesa capa de barro mientras uno de sus brazos agarra el tronco de un árbol de polietileno. “Es una cuestión de la tecnología en contraste con la naturaleza. Porque el árbol es de plástico y la máquina fue hecha precisamente para destruirla, y todo ello en medio de la naturaleza”, explicó Víctor Braz, directivo de Inhotim.
Al pasear por en el interior de este lugar, el visitante se verá reflejado en cada uno de los espejos con forma de rombo provocando una sensación de multiplicidad alrededor de la obra. Las creaciones del Instituto Inhotim, con una superficie de unas 110 hectáreas, rozan en ocasiones lo mágico como ocurre con la intrigante Elevazione, del italiano Giuseppe Penone.
En medio de una vasta pradera diáfana, un castaño centenario fundido en bronce permanece suspendido en el aire a una altura que permite al visitante pasar por debajo y observar su corazón.
Este paraíso artístico, abierto al público desde el 2006, también propone contrastes tan variados como el hecho de toparse con tres coloridos Volkswagen Tipo 1, modelo más conocido como ‘escarabajos’, idea materializada por el brasileño Jarbas Lopes. La fotografía del hispano-brasileño Miguel Río Branco retrata en diferentes formatos audiovisuales la prostitución de Pelourinho, uno de los barrios más pobres de Salvador de Bahía, en un trabajo documental estético y social. En otra sala, a oscuras e incomunicada, el artista expone Tiburones de seda, una obra perturbadora compuesta por las imágenes de estos escualos impresas en unas telas que llaman al espectador a tocarlas. Una fortaleza laberíntica de ladrillos acoge más de 500 fotografías de Claudia Andújar, fotógrafa brasileña nacida en Suiza, que convivió durante casi una década con el pueblo indígena Yanomani, que habita en el Amazonas. Conocido ampliamente por el público nacional, el Instituto Inhotim recibe solo a un 13 por ciento de turistas extranjeros, como Greta, quien repite después de conocerlo por primera vez hace tres años.
“Vuelvo porque las exposiciones van cambiando y es realmente interesante. No hay ningún lugar en el mundo como este”, comenta esta joven italiana.www.inhotim.org.br
EFE
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