Cuando me dijeron “aliste maletas que se va para Manizales” me invadió un sentimiento de felicidad. A mi mente y a mi corazón llegaron recuerdos de la infancia cuando el viejo (mi padre) llevaba a toda la familia a recorrer el Eje Cafetero en su camioneta Renault 12. Abríamos las ventanillas para que entrara el olor a café molido. ¡Qué buenos recuerdos!
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Quería volver a respirar ese aroma tan propio de una finca cafetera, y qué mejor lugar para empezar este viaje, y constatar que nuestro país aún produce el mejor café del mundo, que el sitio donde se grabaron escenas de la icónica Café, con aroma de mujer.
Se trata de la hacienda Venecia, que durante más de cuatro generaciones ha sido un baluarte de la cultura cafetera del país y que para Juan Pablo Echeverri Londoño, su gerente, es una puerta abierta para viajeros que quieren conocer sobre siembra, recolección, producción y cata de café.
La legendaria Venecia ofrece hospedaje en tres coloridas y conservadas casonas cafeteras para toda clase de viajeros: desde dormitorios compartidos hasta una casa exclusiva para los más exigentes... o para “turistas Louis Vuitton”, como dice este cafetero al referirse a su mejor alojamiento.
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Cuartos amplios con azulejos en los pisos y decoración típica de una hacienda son la muestra de un turismo que se reinventó después de la caída de los precios del café en los años 90.
Además de visitar los escenarios que vimos en la telenovela, y de conocer todos los procesos de la elaboración del café, también hay un recorrido por los cultivos de cacao y una cata de exquisitos chocolates.
El restaurante Fogón de Palo prepara comida típica y tiene recorridos por los cafetales.
Mauricio Moreno
Manizales, la próspera capital de Caldas, celebra por estos días su famosa feria, que tiene un nutrido calendario de actividades, entre las que destacan el Reinado del Café, así como desfiles, cabalgatas y conciertos. Las fiestas, a las que han asistido más de 60.000 personas, concluyen el 10 de enero.
A 'pueblear' se dijoManizales es el punto perfecto para salir a ‘pueblear’, es decir, para viajar de pueblo en pueblo.
La Cuchilla del Salado, a 15 minutos de la ciudad, es una muestra perfecta de la belleza e imponencia del paisaje cafetero, proclamado por la Unesco, en el 2011, como patrimonio de la humanidad. Ofrece una vista que puede dejar atónito al viajero desprevenido que entre montañas verdes y caminos afilados se encuentra con restaurantes típicos, casas coloniales de más de 200 años de historia y gente tan cálida que pareciera tener un doctorado en servicio al cliente.
Juan Carlos Gallego Tamayo, presidente turístico del pueblito La Cuchilla del Salado, cuenta que su parte más alta está a más de 1.800 m. Por esos caminos de herradura pasaron, hace varios siglos, los colonizadores y fundadores de Manizales.
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La siguiente parada es El Recinto del Pensamiento, un parque que invita a entrar en conexión con la naturaleza. Un guía local nos ofrece una clase magistral sobre plantas medicinales, muestra de 36 especies de bonsáis, un mariposario, un bosque de orquídeas y un espectáculo de danza acrobática; los contorsionistas mueven sus alas 50 veces por segundo: los colibríes. La entrada tiene un valor de 19.000 pesos, y el recorrido es de dos horas.
Manizales es, de hecho, un lugar privilegiado para el avistamiento de aves. Uno de sus santuarios es la Reserva Natural de Tinamú, que cuenta con más de 260 especies, que dicen mucho de la diversidad del país en este campo; allí están desde las aves más comunes, como el barranquero (Momotus aequatorialis) hasta uno de los más difíciles de ver: el hormiguero (Scytalopus atratus). El pasadía cuesta 145.000 pesos e incluye desayuno, almuerzo, senderismo y guía.
Vista del Nevado del Ruiz.
Mauricio Moreno
Para el final, la joya de la corona: la visita al Parque Nacional Natural de los Nevados. Puntualmente, al volcán Nevado del Ruiz –el más cercano–, pues este paraíso helado de más de 63.000 hectáreas tiene tres glaciares: el Santa Isabel, el nevado del Tolima y el Ruiz.
Clave llevar zapatos o botas de buen agarre, una chaqueta que abrigue, gorro y gafas para disfrutar este paisaje único. El recorrido se hace en un carro que nos lleva hasta los 4.400 m, al sitio conocido como el valle de las Tumbas, donde comienza una amena caminata.
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Frailejones, conejos de montaña, cascadas y tal vez uno o varios cóndores. Es todo un privilegio contemplar el poco hielo que queda en este glaciar y que está desapareciendo. La entrada cuesta 34.000 pesos para mayores de 25 años y 26.000 pesos para menores de 25.
De regreso a la ciudad visite el monumento a los colonizadores en el barrio Chipre, de Luis Guillermo Vallejo, que rinde homenaje a los antioqueños que buscaron nuevas tierras para vivir.
Los atardeceres anaranjados y rojizos, su gente cálida, las historias de arriería, los paisajes de montaña en la cordillera Central y una arquitectura que muestra la realidad de un pueblo que ha vivido toda la vida del café abren su alma para quienes quieran disfrutar un café recostados en una hamaca colgada en un balcón colonial.
MAURICIO MORENO - ENVIADO ESPECIAL DE VIAJAR
En Twitter: @ViajarET
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