En busca de un hotel menos costoso que el Intercontinental de Tokio, donde estaba hospedado por invitación de la multinacional Philip Morris, caminé varias cuadras a sus alrededores tratando de identificar uno en medio de ese bosque de edificios, pues la mayoría de los avisos estaban escritos en japonés.
De pronto vi en la parte superior de una edificación de unos 10 pisos un letrero que decía Henn na Hotel. Ingresé al edificio, llegué a la recepción y me dirigí a las dos personas que estaban en el lugar, detrás del mostrador.
Y ¡oh, sorpresa!: los recepcionistas eran dos robots, una mujer y un hombre, impecablemente vestidos de blanco, con su respectivo gorro de lujo y ropa identificada con los logos del hotel.
Me acerqué al mostrador, me miraban fijamente, pestañeaban y en su rostro de rasgos asiáticos expresaban una ligera sonrisa, pero no hablaban. Rápidamente me di cuenta de que estaba ante dos robots recepcionistas. Entonces, decidí hablarles: “Good morning”. Esperaba que los robots me contestaran algo y me dieran una explicación sobre el valor de las habitaciones y la disponibilidad. Pero no fue así. Con una música de ambientación de fondo, los gemelos, mujer y hombre, seguían girando el cuello 180 grados, sin decir media palabra.

Este es el tipo de recepcionistas que puede encontrarse en el hotel.
AFP
Yo guardaba la esperanza de que de pronto apareciera una persona para atenderme. Entonces hice la siguiente pregunta dirigida a la señorita que tenía frente a mí, al costado derecho: “Could you help me please?” (¿podría ayudarme por favor?). Pero no respondió nada, sino que seguía girando la cabeza, sonriente y pestañeando.
Transcurridos unos cinco minutos, tiempo durante el cual grabé un corto video acerca de lo que estaba viviendo, cruzó por el lugar una muchacha que, por su vestimenta, era la encargada del aseo. Entonces le pregunté: “¿Quién puede atenderme, por favor?”. Me dijo que debía registrarme en la pantalla que estaba frente a mí. Efectivamente, toqué esa pantalla, me ofreció la opción de escoger el idioma español entre una lista de posibilidades, y empezó a pedirme la misma información que solicitan todos los recepcionistas de hotel.
Sin embargo, le pregunté a la persona del aseo que si podía hablar con alguien porque quería ver las habitaciones. Me dijo que levantara la bocina de un teléfono que había en el lugar y que alguien me iba a explicar lo que yo quisiera. Efectivamente, pude obtener la información. Es más, me explicaron que en esa pantalla táctil yo podía ver todo el hotel, incluidas las habitaciones, además de eso, registrarme, recibir las llaves de la habitación y cuando me fuera a ir, podía pagar en esa recepción sin que hubiera una sola persona atendiéndome. “La máquina le indica todo lo que tiene que hacer. Una vez finalizado el proceso le pide que inserte la tarjeta de crédito o débito, la máquina realiza la operación de débito y le expide el recibo”.
En ese hotel de unos 10 pisos solo trabajan unas cinco personas, entre la administración y el personal de camareras, aseo y cocina. Se trata de una cadena hotelera que se caracteriza por tener robots en la recepción, incluso, en varios de ellos sus recepcionistas no son figuras humanas, sino de animales. Por eso es posible que una persona vaya a un Henn na Hotel y sea atendida por un dinosaurio. Finalmente, opté por conseguir un hospedaje más personalizado.
EDMER TOVAR
EDITOR DE PORTAFOLIO
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