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Viajar

El camino mágico de Santiago de Compostela

El Camino de Santiago de Compostela

El Camino de Santiago de Compostela

Foto:Jaime García

Miles de personas visitan cada año esta tradicional ruta desde la Edad Media. Crónica de un viajero.

Existen al menos cuarenta rutas para llegar a Santiago de Compostela, y yo elegí el Camino Francés.
Mi recorrido empezó en la rúa de España, calle principal en Saint-Jean-Pied-de-Port, una pequeña población de los Pirineos desde donde se cuentan ochocientos kilómetros calculados para recorrer en 35 días.
El día de la salida me sorprendió la cantidad de caminantes que, como yo, emprendían el ascenso de estas emblemáticas montañas rumbo a Roncesvalles, la primera estación en España. Con mi morral a cuestas, me lancé a ese río de energías sin saber muy bien qué me iba a encontrar.
Los primeros veintiún kilómetros son muy duros, y claro, me pasaron la cuenta. A la mitad del camino, rendido, agotado y sin nada que comer, me dirigí a un caminante para suplicarle ayuda. Sin necesidad de hablar, él me miró con compasión y me compartió su sánduche y su manzana. Actos como este, de generosidad y compañerismo, los encontraría a lo largo de todo el recorrido. Desde ahí aprendí que hay que llevar provisiones y regular el ritmo de la caminata.
A lo largo del Camino aparecen flechas amarillas pintadas en árboles, paredes, muros. Ellas indican la ruta que debe seguirse.
La subida al alto del Perdón, en Pamplona, es un lugar que alberga la icónica escultura de los caminantes. Allí encontré personas que hacían el recorrido en bicicleta o a caballo.
El Camino bien podría dividirse en tres tramos geográficos y emocionales. Este primero, para mí, estuvo lleno de aprendizajes. También en esos primeros días conocí gente maravillosa que llegué a considerar mis amigos y maestros de la vida. Todos nos saludábamos: “Buen Camino”.
En las planicies de Castilla y León, entre extensiones de heno, trigo y soja, pude recuperarme y reflexioné mucho sobre el sentido de la vida. Al finalizar la etapa en horas de la tarde, podía visitar las maravillosas iglesias y catedrales, pues estos lugares, llenos de espiritualidad, de símbolos y marcas de los maestros constructores de la Edad Media, se hacen bastante llamativos.
Rumbo a Galicia se van apareciendo edificaciones de piedra y calzadas romanas que conducen a la mágica Cruz de Ferro, el sitio más alto del camino, donde los peregrinos dejamos una piedra o un objeto que simboliza una petición de salud o bienestar. En el descenso encontré la casa de Manjarín, un personaje vestido de caballero templario que me acogió con sus historias medievales y un sabroso café.
La llegada a O Cebreiro estuvo marcada por una hermosa nevada. Era la primera vez que yo veía la nieve, y corrí como un loco en el pueblo para disfrutarla. Muchos me miraban asombrados, pero yo dejé que mi niño interior se divirtiera.
Los días pasan y cada vez es más la gente que uno se encuentra en el Camino, provenientes de otras rutas. El final es inminente y uno empieza a comprender que lo importante no es la meta, sino las vivencias del Camino. Las alegrías, las tristezas, el dolor de las ampollas, las ganas de abandonar, todo esto no es más que la fortaleza de enfrentar miedos y responsabilizarse del sendero propio de vida.
La penúltima jornada es al Monte do Gozo, y es en ese momento cuando realmente se siente una felicidad inmensa al contemplar la ciudad de Santiago con las tres cúpulas de su imponente catedral.
El último día fue un recorrido muy corto que me llevó a la plaza de Obradoiro, frente a la catedral, donde, contemplando la fachada, medité y agradecí por todo lo vivido en este viaje de treinta y cinco días. Con la Compostela en mi mano, miré al cielo y entendí que mi Camino empezaba en ese momento, cuando regresara a mi país.
El Camino de Santiago está por encima de todo: ha superado epidemias, guerras e incluso pandemias más fuertes que la covid-19. En tiempos difíciles en la Edad Media llegaban peregrinos de toda Europa a la catedral.
Y aunque actualmente algunos albergues están cerrados, en los que abren se mantienen los mismos protocolos de bioseguridad de nuestros países. ¡Buen Camino!
El Camino de Santiago de Compostela

El Camino de Santiago de Compostela

Foto:Jaime García

El botafumeiro, un símbolo de purificación

El botafumeiro se ha convertido en uno de los símbolos más representativos para quienes realizan el Camino de Santiago de Compostela, pues es un enorme incensario usado desde la Edad Media como instrumento de purificación de la catedral en la que se aglomeran las multitudes.
Durante la misa, y luego de realizar la comunión, suena el himno del apóstol en los órganos barrocos y el botafumeiro empieza un recorrido pendular frente al altar mayor. Para moverlo se requieren ocho hombres, llamados tiraboleiros.
Además, el botafumeiro alcanza en tan solo minuto y medio una velocidad de 68 kilómetros por hora, y son en total 17 ciclos de vaivén.
El artefacto aparece en el Códice Calixtino como turibulum magnum, por lo que el ritual del que hace parte podría datar del siglo XII.
Por último, el botafumeiro pesa 53 kg y mide 1,50 metros; y la altura desde la que está suspendido es de 20 metros.

Las mujeres superaron a los hombres en visitas al camino

El Camino de Santiago de Compostela es uno de los destinos de mayor afluencia turística del mundo y representa un importante atractivo turístico para España.
Tan solo en 2019, el recorrido batió su propio récord, según cifras oficiales, con 347.538 caminantes, superando la cifra de 2018: 327.342.
Además, a diferencia de años anteriores, el 2019 se consolidó como el año en que fueron las mujeres las que más visitaron el tradicional camino: 177.767 (51,15 %) por un estrecho margen frente a los hombres, que fueron 169.771 (48,85 %).
Otra importante cifra de este destino es que los peregrinos que realizaron el recorrido a pie fueron 326.645 (el 93,99 %), mientras que los que decidieron hacerlo en bicicleta fueron a penas 19.549 (5,62 %), en contraste con los 792 que decidieron recorrer los parajes a caballo.
De igual forma, la ruta más concurrida fue el Camino Francés, con 189.893 caminantes (54,64 %), seguida por el Camino Portugués, con 72.361 (20,82 %), el Camino del Norte, con 19.019 (5,47 %), el Inglés, con 15.784 (4,54 %), y el llamado Camino Primitivo, con 15.715 (4,52 %).
Por último, dado que el Camino de Santiago tiene una sola meta pero múltiples posibles puntos de partida, los más destacados en 2019 fueron Sarria, el más popular, por encontrarse a algo más de 100 km de Santiago (requisito para conseguir la compostela) recorriendo el Camino Francés. Pero también otros municipios como Puente la Reina o Saint-Jean-Pied-de-Port.
Jaime García
Editor de Fotografía - EL TIEMPO
@jaimegarciarios

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