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¿Es verdad que el celibato agobia a los sacerdotes?
Celibato y soledad ¿Qué tanto les afecta a los sacerdotes? | EL TIEMPO
Padre Alberto Linero

César Melgarejo / EL TIEMPO

¿Es verdad que el celibato agobia a los sacerdotes?

Un cura da razones por las cuales un hombre hace voto de castidad y opta por una vida de servicio.

Mi buen amigo Alberto Linero es un curita bacán, como dicen nuestros jóvenes, alegre, descomplicado, con gran humor, haciendo gala de su talante caribeño. Él llega a las personas, habla su lenguaje, al estilo del papa Francisco, no se cree por encima de nadie, y de esta manera en sus programas televisivos les ha hecho mucho bien a millones de colombianos. Ha sido mediador para que ellos se reconcilien con la vida y con Jesús, en los muy conflictivos momentos que vivimos.

Y este hecho es de la mayor importancia porque como constata el obispo de Roma, se encuentran algunos padrecitos y religiosas (os) con cara avinagrada de solterones amargados, quienes con esta actitud alejan a la gente de la Iglesia, muy al contrario del estilo de Linero. Practicar la vida de Jesús, cenit de alegría, gozo y entusiasmo, no nos permite ser malgeniados u hoscos, “alégrense en el Señor, estén alegres” (Filipenses 4: 4) nos invita el apóstol Pablo.

Alberto ha decidido dejar el ministerio o servicio presbiteral en la comunidad católica. Dejemos que él mismo nos explique su trascendental decisión. Pero antes de oírlo, permítanme hacer algunas precisiones para ubicar en la mayor hondura posible, el retiro de Linero y la soledad que él arguye como una de las causas de su decisión, no la única, y ¡ojo con esto!: profunda decisión humana que, como todas estas, las constituyen diversas facetas, las cuales tenemos que abordar de alguna manera si queremos acceder a una comprensión acertada de tal decisión, que por ende es compleja.

La vida católica es la realización de nuestro encuentro personal con la vida de Jesús, la cual nos llena de la más excelsa plenitud de la generosidad, la solidaridad, el amor, el perdón, la misericordia, de aquí que nos enamoremos de tal vida. Por ende, nosotros somos unos enamorados de la humanidad, de cada persona, porque todas las mujeres y hombres somos Jesús, constituimos su cuerpo (1 Corintios 12: 12-31; Romanos 12: 4-5), como nos lo enseña en apóstol Pablo. Y en este sentido, toda la Iglesia y cada uno de sus miembros es sacerdote (Apocalipsis 1: 6; Apocalipsis 5: 9-10; 1 Pedro 2: 5-9), en el único sacerdote que es Cristo (Hebreos 4: 14-16).

Lo anterior nos lo rubrica la etimología de la palabra ‘sacerdote’, del latín sacerdos, sacerdotis, que significa la persona de lo sagrado. Y qué más sagrado que vivir y comunicar el infinito amor de Dios, lo que constituye a Cristo, único sacerdote, y a toda la humanidad sacerdotal en Él con quien somos uno. Por tanto, no es válido que solo unos pocos ministros servidores eclesiásticos monopolicen el título de sacerdote. A tales servidores desde las cartas de San Pablo se les debe llamar presbíteros. Y ahora sí oigamos los motivos de Linero para dejar el ejercicio del presbiterado:

Declaraciones de Alberto Linero

“Mi problema es que me desenamoré de una institución, me desenamoré de unas rutinas, pero insisto, no es ella: soy yo el responsable, soy yo. Que eso quede claro porque no estoy culpando a nadie de mis decisiones, son mi responsabilidad. Sin embargo, sí creo que el celibato hoy en día no debería seguir siendo obligatorio, sino que debe ser opcional”.

“Yo quiero vivir la vida de otra manera, voy a seguir quemándola de otro modo para cuando envejezca, antes de que muera, no viva solo, no viva solo”. Cita tomada de un vallenato de Adolfo Pacheco con la cual Alberto argumenta su salida del ministerio.
“Me mamé de la soledad. La gran tragedia mía ha sido la soledad en los últimos tiempos (…). Yo soy un católico feliz, seguiré siendo católico y seguiré teniendo una experiencia de fe y soy feliz. Es decir, no soy un tipo amargado”.

“Yo he vivido los últimos 33 años de mi vida vinculado a la comunidad eclesial, he sido feliz, he sido un tipo que tiene mucho que agradecer a la Iglesia, a la comunidad de los padres eudistas. He sido realmente pleno, pero hoy he querido –y entiendo– que quiero vivir la vida de otra manera. Hacer otras cosas en mi vida personal”.

“No me asusta ese tema (tener una pareja). Soy un tipo común y corriente. Seguramente voy a tenerla, no tengo ningún lío. Hoy, exactamente no la tengo, pero no sé mañana o pasado. He sido lo más honesto que he podido. No quiero sentirme solo”.

Las dos primeras citas de Alberto son tomadas de su entrevista al diario El Heraldo de Barranquilla el 6 de septiembre de 2018. Y las tres últimas provienen de su conversación en la emisora Blu Radio con el director de esta, el 5 de septiembre de 2018. 

Oyendo las diversas declaraciones del padre Linero, de las cuales he buscado hacer una síntesis de lo nuclear, lo claro es que él ya no se ubica como presbítero, viviendo en una comunidad religiosa y siendo célibe: “Yo quiero vivir la vida de otra manera”.

La interioridad de cada persona es un universo inabarcable donde suceden acaeceres muy diversos, que cuando son como los de Alberto merecen nuestro más profundo respeto y apoyo. Estos son mis sentimientos frente al buen amigo el padre Linero. Sin embargo, no puedo dejar de lamentarlo, se nos va un curita con un estilo diverso, por desgracia no muy común y que hacía un gran bien al pueblo de Dios.

Y frente a este hecho emerge de nuevo por parte de mucha gente, y no pocos periodistas, una dura crítica al celibato presbiteral. Tal crítica se basa en el imaginario de que tal celibato es frustrante y que teniendo una mujer al lado todos los problemas afectivo sexuales se solucionan. Perdón, se trata de una visión chata y carente de un abordaje profundo, complejo e integral, que es el que de forma sintética pretendo desarrollar a continuación.

“La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro”. Esta visión integral u holística de la sexualidad es verificada por el Catecismo de la Iglesia católica publicado durante 1992 en su numeral 2332. Y son precisamente los sexólogos, psicólogos y psiquiatras actuales más connotados quienes reivindican esta perspectiva plena de la sexualidad o lo erótico.

En este sentido, lo erótico constituye la fuerza misma de la vida e impulsa sus más diversas expresiones, ya sea la pasión por el cónyuge, el arte, la ciencia, la mística, la solidaridad, etc. Por ello, la dinámica sexual no se puede reducir solo a lo genital o a la vida de pareja. Esta última es muy bella, ni más ni menos que un sacramento cristiano creado por Dios, pero no la podemos endiosar ni absolutizar, lo que trae consecuencias muy dañinas. Los célibes presbíteros, por ejemplo, no renunciamos ni a la mujer ni a la sexualidad, simplemente no nos hallamos en una de sus múltiples expresiones como es el matrimonio.

En este horizonte, y sin el menor ánimo de emular o desacreditar, me nace confesar que en mis 45 años como jesuita y dentro de ellos 35 como presbítero nunca me he sentido solo, siempre he gozado del seductor y fascinante amor de Jesús por mí, y de tantas personas que me aman y también forman parte del afecto del Señor.

Que en mi vida he tenido crisis y momentos difíciles, por supuesto, como toda pareja, persona o institución humana, pero doy testimonio de que esos momentos han sido los menos. Y tantos hermanos jesuitas jóvenes y ancianos que también viven esta misma experiencia. Para quienes tenemos vocación de célibes y buscamos cultivarla a fondo en el Señor Jesús, nuestra existencia es una gran dicha.

En esta óptica integral del sexo, también los grandes expertos al respecto confluyen en constatar que la plenitud de lo erótico requiere del desenvolvimiento simultáneo de tres dimensiones capitales: lo corporal, lo psicológico y el sentido o lo espiritual. Falla uno de estos aspectos y todo el edificio se derrumba, verifican las más serias investigaciones de muy amplio espectro. Insisto, bello el matrimonio; sin embargo, la pareja no es la única forma de ser feliz, no montemos ídolos con pies de barro.

Si alguien conoce el mundo de los casados es el presbítero, ya que, en sus naturales conflictos, encuentran en nosotros una instancia neutral y bondadosa. Y en esta situación, ella le cuenta a uno lo que no le ha contado al marido en 20 años, y viceversa. Luego los ministros servidores de la Iglesia conocemos una versión muy detallada de las alegrías y penas de los matrimonios. Por desgracia, no son pocas las parejas que comparten la misma cama, pero se hallan en una soledad insoportable, o llevan 20 años como esposos y en los últimos 15 han dejado de tener relaciones sexuales.

¿Cuál es la causa de esta tragedia tan frecuente en los matrimonios? No hablo de memoria, porque muchas son las parejas que he acompañado y acompaño, lo mismo que mis hermanos jesuitas con quienes compartimos nuestro conocimiento al respecto para enriquecernos y servir mejor, sin dar los nombres de nadie, ¡por supuesto!

Cuando para el marido lo único que cuenta es el dinero, su éxito profesional o su práctica deportiva, coloca a su mujer en segundo plano, deja de tener una comunicación profunda con ella, de agradarla, de buscar lo mejor para su amor, otros ídolos copan sus afectos. Y sin comunicación ni reconocimiento, solo queda la más torturante soledad, el desánimo y el abandono de la relación sexual, la cual solo se cultiva y crece en la honda conversación y en la comunión de ideales de sentido en la existencia personal, conyugal y familiar.

Preocupa a muchos la obligatoriedad del celibato presbiteral, pero no se angustien. El papa Francisco ha verificado cómo tal obligatoriedad no es fundamental en la Iglesia y que ella puede cambiar. En conclusión. Ojo con las idolizaciones, endiosamientos y absolutizaciones ligeras. Unos son llamados al matrimonio y otros, al celibato, y en la medida que cada uno en su estado cultive el profundo sentido de su amor a la pareja y a la humanidad, desenvolveremos una existencia feliz y plena.

CARLOS NOVOA
SACERDOTE JESUITA.

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