Fue explícito en que vino a cumplir ‘un itinerario de paz y reconciliación’. En su jornada de 11 horas, en cuatro escenarios distintos, Francisco llamó al perdón, la unidad, la justicia y a reivindicar a los marginados.
En su paso el jueves por cuatro escenarios de Bogotá, en los que habló ante cuatro audiencias distintas, el papa Francisco hizo cuatro discursos diferentes, pero en todos, de manera explícita o tácita, se refirió a la paz que está buscando Colombia, llamó al perdón, a dejar atrás la venganza y reconciliarse. Pidió unidad para hacer una nueva Colombia y dar a los pobres y excluidos el lugar que no han tenido.
Para empezar, el pontífice se declaró “un peregrino de la paz”. Y en la plaza de Armas de la Casa de Nariño, donde comenzó su día público e hizo su primera intervención ante el presidente Juan Manuel Santos y otras autoridades políticas, manifestó su “aprecio” por los esfuerzos “para poner fin a la violencia armada”: “Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz”, señaló el santo padre.
A cada una de sus audiencias, la clase política, los jóvenes, los obispos y, finalmente, los feligreses, las invitó a jugar un papel específico en este momento de Colombia.
Así, desde el balcón del Palacio Cardenalicio se dirigió a los 22.000 jóvenes que lo habían esperado desde las 3 a. m. en la plaza de Bolívar y les pidió ser los pioneros de esa tarea. “Vuestra juventud los hace capaces de algo muy difícil en la vida: perdonar. Perdonar a quienes nos han herido. Es notable ver cómo no se dejan enredar por historias viejas, cómo miran con extrañeza cuando los adultos repetimos acontecimientos de división simplemente por estar atados a rencores”.
Y en el salón del palacio Cardenalicio, donde se reunió con los obispos, les dijo: “Vengo para anunciar a Cristo y para cumplir en su nombre un itinerario de paz y reconciliación. Los nombró “custodios y sacramento” de ese primer paso.
Durante una larga jornada de más de 11 horas, que comenzó a las 8 a. m. y terminó a las 7: 15 p. m., el Papa fue insistente en la unidad de los colombianos.
Ante los 1, 3 millones de personas que lo escucharon durante la misa en el parque Simón Bolívar, el último acto de su visita a Bogotá, Francisco dijo que llegó la hora de “volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino”.
“Que este esfuerzo (de la paz) nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo”.
“Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado esta Nación por décadas”.
“Los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad”.
“Muchos pueden contribuir al desafío de esta Nación, pero la misión de ustedes es singular. Ustedes no son técnicos ni políticos, son pastores”.
“A la Iglesia no le interesa otra cosa que la libertad de pronunciar esta Palabra (reconciliación). No sirven alianzas con una parte u otra, sino la libertad de hablar a los corazones de todos”.
“La guerra sigue lo que hay de más bajo en nuestro corazón, la paz nos impulsa a ser más grandes que nosotros mismos”.
“Ustedes pueden enseñarnos que la cultura del encuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos del mismo modo; es saber que más allá de nuestras diferencias, somos todos parte de algo grande que nos une”.
“Enfrentan el enorme desafío de ayudarnos a sanar nuestro corazón, a contagiarnos la esperanza joven que siempre está dispuesta a darles a los otros una segunda oportunidad”.“Ustedes nos ayudan en este intento de dejar atrás lo que nos ofendió, de mirar adelante sin el lastre del odio, porque nos hacen ver todo el mundo que hay por delante, toda la Colombia que quiere crecer”.
“En Bogotá y en Colombia peregrina una inmensa comunidad que está llamada a convertirse en una red vigorosa que congregue a todos en la unidad”.
“Llamar a todos para que nadie quede al arbitrio de las tempestades (...). Hacer lugar al bien común por encima de los intereses mezquinos o particulares, cargar a los más frágiles promoviendo sus derechos
“Jesús nos invita a ir mar adentro, nos impulsa al riesgo compartido. A perder miedos que no vienen de Dios, que nos inmovilizan y retardan la urgencia de ser constructores de la paz, promotores de la vida”.
EL TIEMPO