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Religión

El Sínodo amazónico traerá trascendentales cambios para la Iglesia

La religiosa santandereana Alba Cediel participa en el Sínodo Amazónico que se celebra por estos días en el Vaticano.

La religiosa santandereana Alba Cediel participa en el Sínodo Amazónico que se celebra por estos días en el Vaticano.

Foto:Foto: Guilherme Cavalli

Los ojos del mundo están puestos en los resultados del encuentro de obispos en el Vaticano.

Gloria Helena Rey
El Sínodo para la Amazonia, que concluye el próximo 27 de octubre en el Vaticano, cambiará el rumbo de la iglesia universal, pues allí se tratan temas cruciales para su futuro, aunque esté focalizado en su misión con los pueblos allí establecidos y con en esta importante región, que regula el clima del planeta.
La convocatoria al sínodo hecha por el papa Francisco hace dos años en Puerto Maldonado (Amazonia peruana) fue clara y precisa: “Amazonia, nuevos caminos para la Iglesia y una ecología integral”, lo que, de entrada, invitó a “hacer nuevas propuestas para dinamizar la Iglesia”, explica a EL TIEMPO desde el Vaticano el jesuita Alfredo Ferro, que ayudó en la organización del encuentro desde la Red eclesial Panamazónica (Repam).
Sobre si después del sínodo cambiará el rumbo de la Iglesia, se podrían dar múltiples razones, empezando por el interés expresado por el Papa en este encuentro y en el hecho de que haya convocado el sínodo en un territorio estratégico para el futuro de la humanidad como lo es la Amazonia.
Habrá cambios después del sínodo porque “ya no vamos a poder realizar los procesos de “evangelización” como los estábamos desarrollando. Hay un cuestionamiento a procesos de imposición o de colonialismo y por ello hablamos hoy en la necesidad imperiosa de entrar en un diálogo intercultural en un territorio donde existen gran diversidad de culturas”, afirma el padre Ferro.
También cambiará el rumbo de la Iglesia porque “nos hemos propuesto dinamizar una Iglesia ministerial, eso quiere decir una Iglesia servidora que se preocupa por las condiciones de las poblaciones existentes en la Amazonia y, de manera particular, por la situación que viven los pueblos indígenas u originarios.
Esos ministerios significan tareas al servicio de las comunidades cristianas y de fe fundamentalmente y se multiplicarán, institucionalizándolos, de manera equitativa, en lo posible para hombres y mujeres”, explica.
Además, cambiará el rumbo, porque la Iglesia está cada vez “más articulada, rompiendo fronteras nacionales, regionales o de iglesias locales. Se buscará realizar acciones conjuntas que incidan en la realidad de los pueblos amazónicos y, particularmente, en las políticas públicas o de las grandes empresas que atentan contra el territorio y las poblaciones que viven allí”.
Tal vez por la última razón, el papa Francisco convocó a un sínodo, palabra derivada del griego que significa “caminar juntos” y porque buscó en un encuentro religioso como este, que representa al episcopado, ayuda para buscar soluciones pastorales con validez y aplicación universal en el gobierno de la Iglesia universal, según expertos
El Sínodo para la Amazonia busca tocar todos los asuntos que le competen a la misión de la Iglesia en una región de 7 millones de kilómetros cuadrados que comparten 9 países suramericanos y en la que viven más de 30 millones de personas en diversidad de pueblos y culturas.
En la Amazonia, considerada la mayor reserva de biodiversidad del planeta, residen más de 400 pueblos con lengua, espiritualidad y tradiciones diferentes.

Misión en la Amazonia

“El papa Francisco es un hombre muy sensible y tiene muy claro que la Iglesia tiene una misión muy específica en la Amazonia. Por ello se nos ha llamado a ser una Iglesia profética samaritana que es capaz de comprometerse a curar las heridas que sufre el territorio y los pueblos que habitan en él, por ello hablamos de escuchar los gritos de la tierra y de los pobres. Ante las amenazas hay que reaccionar, pues la Iglesia como principio defiende la vida y esa vida corre peligro”, afirma el padre Ferro.
Recuerda que el pontífice invitó a que “seamos osados, a que tengamos ‘parresia’, que en griego, traducido en lenguaje popular colombiano, es que tengamos berraquera, coraje y no nos dejemos acorralar, aplastar o a aminorar ante todos los desafíos que nos plantea una realidad compleja donde la vida está en peligro.
Participan en el Sínodo para la Amazonia 102 obispos de Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela, representantes de los países de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) y de los indígenas.
También asisten 13 jefes de dicasterios (organismos especializados de la curia romana), 33 miembros nombrados directamente por el Papa, 15 elegidos por la Unión de Superiores Generales, 19 miembros del consejo presinodal, 25 expertos, 55 auditores y auditoras, 6 delegados fraternos y 12 invitados especiales.
De Colombia hay 28 representantes entre obispos (15), sacerdotes (6), religiosas (4) y laicos (as) indígenas (3).

Nos hemos propuesto dinamizar una Iglesia servidora que se preocupa por la situación que viven los pueblos indígenas u originarios

Más cambios

Además de los mencionados, son múltiples los cambios que se esperan después de este sínodo. Existe, por ejemplo, “un gran cuestionamiento a una Iglesia clerical, piramidal, autorreferencial, que no esté de salida a lo que nos llama el papa Francisco y que sea capaz de vivir un profundo respeto por las tradiciones, las culturas, las lógicas, los ritos, los símbolos o las expresiones propias de culturas milenarias, donde debemos reconocer lo valioso de sus conocimientos, su sabiduría, su cuidado de la casa común, etc.”, afirma el padre Ferro.
Admite que también se avecinan cambios en la concepción del ministerio sacerdotal, que preside la eucaristía y a la que no tienen acceso muchas comunidades por la falta de sacerdotes.
Pronostica que el sínodo podrá abrirle las puertas a “la ordenación de mujeres como diaconisas, de hombres casados, probados, virtuosos, señalados y elegidos por sus comunidades, como sacerdotes, confirmados por sus obispos, con una buena formación y que “puedan acompañar y dinamizar sus propias comunidades, lo que no quiere decir que serán sacerdotes de segunda categoría o que se cuestione el celibato como un don para la Iglesia”.
Sin duda, cambiarán muchas cosas, pero el padre Ferro recuerda que los cambios son lentos: “Es necesario asimilarlos y tomar las medidas adecuadas para hacerlos efectivos de manera responsable”.
Por eso, explica que “muchas iglesias de otros continentes están atentas a lo que suceda en este sínodo por la importancia de la Amazonia y por la presencia allí de más de 100 jurisdicciones eclesiásticas”.
Además de los cambios en el rumbo de la Iglesia, el Sínodo para la Amazonia es histórico por muchísimas razones. Es la primera vez que se realiza sobre esta importante y decisiva región del planeta, porque se ha preparado durante más de dos años en ese territorio, en las regiones, en los países y en los corazones de los fieles católicos, que han sido escuchados ampliamente.
También, porque se realiza durante el pontificado de Francisco “un Papa que no ha tenido miedo de enfrentar críticas de parte de los sectores más conservadores y tradicionales de la Iglesia por haberlo convocado y por haber dejado que las poblaciones o instituciones que residen la Amazonia se pronuncien. Además, por la participación de los representantes de los pueblos indígenas y de las mujeres que suman entre ellos un 20 por ciento de los que están presentes”, afirma el padre Ferro.
Señala que, igualmente lo es, porque “frente a los debates nacionales existentes sobre el manejo que se le ha dado a la Amazonia, la Iglesia ha sido firme en denunciar los atropellos a los pueblos indígenas y en general a la población, las quemas, la tala indiscriminada de los bosques, el uso de agroquímicos, el deterioro de las aguas, los males que produce la minería legal e ilegal, las grandes hidroeléctricas que no resuelven los problemas energéticos y desplaza las poblaciones nativas, el tratamiento que se le está dando a la concesión de los territorios sin la consulta previa a las comunidades, el deterioro de la calidad de vida de las personas del interior que los obliga a volcarse a las ciudades, la trata y el tráfico de personas, el narcotráfico, etc.”.
Para este sínodo, la Iglesia escuchó “los discursos de los jefes de Estado, son bonitos como el pacto que han hecho en Leticia los mandatarios de los países amazónicos, pero la realidad es otra. No se escucha a las poblaciones y se imponen políticas no apropiadas y depredadoras”.

Varios temas

En el Sínodo para la Amazonia no solo se han tocado los temas mencionados y los ambientales que afectan la región. También se están abordando otros asuntos fundamentales que tienen que ver con lo que se denominan los nuevos caminos de la evangelización que despiertan una serie de interrogantes.
Unos, por ejemplo, relativos a “si la forma como nos organizamos o nos estructuramos es la mejor para responder a los grandes desafíos que tiene la Iglesia en esta amplia región y es ahí cuando surgen los interrogantes sobre los servicios que prestan los sacerdotes, religiosos y religiosas, los laicos (as) y cómo podríamos ser más eficientes para pasar de una “pastoral de visita” a una “pastoral de presencia”, que exige nuevos retos en las funciones ministeriales, para garantizar a las comunidades, en la selva o en las riberas de los ríos amazónicos, un acompañamiento más permanente y la celebración de la eucaristía”, explica el padre Ferro.
El Sínodo para la Amazonia es, por todo lo anterior, uno de los más importantes convocado por un Papa en casi medio siglo, aunque sus resultados puedan demorar en asimilarse o en hacerse realidad como ha sucedido con muchas cosas de la Iglesia.
“Somos paquidérmicos. Es necesario devolver las conclusiones de este gran acontecimiento a todas y todos aquellos que participaron en lo que llamamos el proceso de escucha y que todos vayamos asimilando las novedades que nos plantea este sínodo. Como dice el Instrumento laboris o instrumento de trabajo de este encuentro, requerimos de varias conversiones, la pastoral (nuevas prácticas de una Iglesia de salida), la ecológica (en la línea de la encíclica Laudato si’ y una ecología integra) y la sinodal (caminar juntos)”, explica el padre Ferro.
El sínodo aún no termina y el documento final será votado en la sala sinodal el próximo viernes y sábado, 25 y 26 de octubre, y solo entonces se conocerán oficialmente las novedades y el resultado concreto de este encuentro.
El padre Ferro precisa: “Una cosa es el documento que saldrá del sínodo y otra, la exhortación apostólica que acostumbra hacer el Papa que retoma las conclusiones del sínodo, pero, que no es lo mismo, y es lo que definirá el rumbo o la orientación de la Iglesia en la Panamazonia
GLORIA HELENA REY
Para EL TIEMPO
Gloria Helena Rey
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