Con la llegada del domingo de resurrección se marca el fin de la Semana Santa. Se le considera el día más importante del cristianismo, al marcar la resurrección de Jesús tras morir crucificado.
Pese a esto, la cuarentena por la actual emergencia sanitaria llevó a las familias católicas del país a celebrar esta fecha en casa, motivo por el cual la Conferencia Episcopal designó una serie de ritos que las personas pueden desarrollar al interior de sus casas.
Para iniciar, se debe asignar a la persona que dirigirá la celebración, hará las lecturas, leerá las moniciones y llevará la cruz.
En el momento determinado se congrega la familia en el lugar dispuesto para dar inicio a la celebración.
Monición:
La Resurrección es homenaje a la vida que triunfó sobre la muerte, gracias al misterio pascual de Cristo que hemos conmemorado y que hoy la Iglesia nos invita a celebrar con gozo y a anunciar a los hermanos la alegría que suscita el encuentro con el Resucitado. Celebremos con alegría.
Acto Penitencial
Jesucristo que destruyó el pecado y la muerte con su resurrección, nos invita a que reconozcamos nuestros pecados para que experimentemos su misericordia.
Después, todos hacen en común la confesión de los pecados
Yo confieso ante Dios todopoderoso...
Gloria
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado el mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado. a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
Oración
Oh Dios, que por medio de tu Unigénito, vencedor de la muerte, nos abriste en este día las puertas de la eternidad, concede a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Monición:
Jesús resucitado nos ofrece su paz en la escucha, vivencia y comunicación de su Palabra. Escuchemos con fe y esperanza.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10, 34a.37-43)
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ustedes conocen lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refirió a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo
Sal 118(117),1-2. 15c+16a+17.22-23 (R. 24)
Al salmo responden: Aleluya, aleluya, aleluya.
Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Respuesta: Aleluya, aleluya, aleluya.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Respuesta: Aleluya, aleluya, aleluya.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Respuesta: Aleluya, aleluya, aleluya.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4)
Hermanos: Si han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque han muerto; y su vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes aparecerán gloriosos, juntamente con él.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Evangelio san Juan (20,1-9)
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
La vivencia de la resurrección del Señor nos permite entender que la alegría y el gozo que produce el encuentro con Cristo resucitado (EG 1), suscita en la vida de las personas la fuerza del anuncio, y el contenido de esa proclamación es Cristo resucitado. Una de las principales tareas para quienes creemos y esperamos en Cristo, es orar y pedir la gracia de llenarnos de la Palabra del resucitado que nos permite “ver y creer” para proclamar la verdad de la fe y ser testigos creíbles de su amor.
En el reciente documento sobre la Palabra, el Papa Francisco afirma que, “La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: Sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (Aperuit Illis 1, del 30.09.2019).
Otra tarea que va unida a la oración y a la Palabra, es la de estar dispuesto a la transformación que ofrece el resucitado. El mundo, en la multiplicidad de los escenarios necesita una transformación ética que exige la experiencia y la cercanía con el espíritu del Señor Resucitado, es descubrirse en su identidad de bautizado y enviado a ser luz en medio de los hermanos. Este proceso de transformación toca las raíces mismas del hombre: la sinceridad y la verdad.
En síntesis, una persona que vive en la dinámica del Resucitado siente la alegría de anunciar, de salir al encuentro de los hermanos y contarles con su testimonio la nueva vida que, impregnada de luz, se arriesga a disipar las tinieblas de la división, el pecado, la injusticia social.
Encarnar la misión de anunciar la alegría de la Resurrección lleva consigo sacrificio, momentos difíciles, porque el anuncio de la Palabra interpela, cuestiona y exhorta. Afirma el Papa Francisco “La Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha. Causa dulzura y amargura.
Vienen a la mente las palabras del profeta Ezequiel cuando, invitado por el Señor a comerse el libro, manifiesta: «Me supo en la boca dulce como la miel» (3,3).
También el evangelista Juan en la isla de Patmos evoca la misma experiencia de Ezequiel de comer el libro, pero agrega algo más específico: «En mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor» (Ap 10,10; Aperuit Illis 12).
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen;
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Como testigos de la resurrección, oremos al Padre, que por el encuentro de la Palabra del Resucitado nos llena de fortaleza para anunciar y testimoniar la alegría de la nueva vida en Cristo.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Para que seamos una Iglesia en salida, dispuesta a perder sus miedos y a ser voz de esperanza y alegría. Oremos.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Para que nuestros gobernantes en este tiempo de emergencia por el Coronavirus, velen por las necesidades de los más necesitados y de escasos recursos. Oremos.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Para que nuestras comunidades parroquiales sean verdaderos “hospitales de campaña” en este tiempo de necesidad, acogiendo desde el corazón y las obras al hermano necesitado. Oremos.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Para que esta Pascua que ahora iniciamos, sea tiempo de testimoniar con sencillez, pero con audacia, que la fe es propuesta de vida y verdad que nos exige un comportamiento ético y moral para transformar la sociedad. Oremos.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Para que aquellos que han muerto a causa del COVID-19, el Señor les conceda disfrutar de la Pascua eterna del cielo. Oremos.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Para que el anuncio de la Palabra nos encuentre dispuestos a acogerla y hacerla vida en nosotros, de modo que nos fortalezca para enfrentar las indiferencias, las injusticias, la corrupción y la exclusión. Oremos.
Respuesta: Dios de amor escúchanos.
Se pueden hacer otras intenciones familiares.
Oración conclusiva
Padre, que por la resurrección de Jesús llenas de gozo y esperanza nuestro caminar, acoge con bondad estas súplicas que te presentamos.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro:
Se ora un Padre Nuestro
Comunión Espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Invocación a la Virgen María
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.
Rezar tres Avemarías.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
VIDA DE HOY