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¿Por qué tildamos de engreída a una persona confiada de sí misma?

Nuestro lente interior es el que nos hace interpretar las cosas de una u otra manera.

Alexandra Pumarejo
¿Alguna vez han visto a un hombre o a una mujer entrar a un lugar con una sonrisa de oreja a oreja y un caminado poderoso, elegante y firme? ¿Una persona que a cada paso impone un poderío sublime, el cual nada tiene que ver con ropa o estilo, sino más bien con una satisfacción de sí mismo, implícita en la mirada y en la expresión de su rostro?
Ahora recuerden qué pasó por su cabeza cuando vieron a alguien así. Pensaron “cómo me alegro de que esa persona se vea así de sublime” o, por el contrario, pensaron “¿y este quién se cree?”
Apuesto a que muy pocos de ustedes escogieron la primera opción. No porque yo considere que no son buenas personas, sino porque la naturaleza humana hace sus estragos y ni siquiera somos conscientes de ello.
La mayoría cree que una persona que exuda plenitud y felicidad es creída, quizás hasta falsa, tal vez se cree ‘más que los demás’. La percepción común no es de admiración e inspiración, sino de incredulidad, rabia y envidia.
¿Por qué será que tildamos a una persona confiada de sí misma y que muestra total plenitud como alguien que “está lleno de sí mismo” o “engreído”, o dudamos de que sea auténtico?
Les quiero compartir mis teorías: una, preferimos pensar que es una persona ‘defectuosa’, para minimizar nuestra envidia de no ser como ella. Para no sentirnos menos por no tener la misma plenitud, elegimos creer que está llena de vacíos, que su aire de prepotencia la hace ‘una mala persona’ y que probablemente no es tan feliz como aparenta.
Dos, preferimos pensar que la felicidad está 'guardada' para ciertas personas que son superiores a nosotros y que, de alguna manera, se halla fuera de nuestras ligas. Como no la tenemos a nuestro alcance, entonces mejor nos quedamos criticando en la barrera.
Tres, no creemos que la felicidad existe y pensamos que cualquiera que la tenga es un fanfarrón que está fingiendo.
Cuatro, es más fácil cuestionar al prójimo y enfocarnos en la vida de ellos que cuestionar nuestras decisiones y reflexionar sobre lo que nosotros estamos haciendo con la nuestra.
Les quería dar este ejemplo para recordarles que nuestro lente interior, con el cual percibimos todo, es el que nos hace interpretar las cosas de una u otra manera. No tiene nada que ver con las otras personas, ni siquiera con la situación que nos rodea… tiene que ver exclusivamente con nuestro propio interior.
ALEXANDRA PUMAREJO
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Alexandra Pumarejo
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