Un zapato de un par y otro de otro... Cuesta creer que para una mujer que hasta ese momento podía narrar su vida en tono de desplazamiento, de abuso, de explotación sexual, este hubiera sido el punto de inflexión. Pero sí lo fue.
(En contexto: Claudia Yurley Quintero Rolón fue proclamada Mujer Cafam 2022).
Claudia Yurley Quintero Rolón, cucuteña de 41 años, no recuerda la fecha exacta en la que eso pasó, pero sí la sensación: “Me estaba subiendo a un bus que iba por la Caracas, en Bogotá; cuando bajé la mirada vi mis pies, con un zapato de un par y otro de otro. Y se me nubló la vista y me bajé, porque lo único que quería en ese momento era irme a llorar”, dice.
En ese momento algo hizo “clic” y entendió que no se iba a permitir seguir cayendo hacia el fondo, por sus hijos Samuel y Suri (hoy de 16 y 19 años), por los sueños a los que no renunció nunca, por ella misma.
Han pasado nueve años desde ese episodio, y Claudia, dueña y señora de su vida; mamá, abuela, productora multimedios, conferencista, activista y creadora de la Fundación Empodérame, fue proclamada este 7 de marzo Mujer Cafam 2022, tras ser postulada por la campaña No es Hora de Callar, que lidera la periodista Jineth Bedoya.
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El jurado de este galardón, que tuvo la dura tarea de seleccionarla entre 29 nominadas extraordinarias que llevan a cabo obras sociales en todo el país, tuvo en cuenta la enorme capacidad de resiliencia de Claudia Yurley, que le ha permitido echar mano de su historia personal y de las herramientas que usó para sanar y salir adelante, para ayudar a otros.
Desde Empodérame, que trabaja por la abolición de la explotación sexual y la trata de personas, logra impactar cada año a más de 550 personas, entre hombres y mujeres.
Quería ser profesora, más adelante pensé que podría tener futuro en el deporte y siempre soñé con conocer Cali y vivir en el Valle, de donde es mi mamá.
¿Por qué terminó en Bogotá?Llegué hace 16 años desplazada por el bloque Catatumbo, uno de los más crueles y sanguinarios con la población civil. Arribé en una situación precaria y embarazada. El papá de mis hijos nos dejó, porque no aguantó lo que nos pasó. Empecé a caminar sola en esta ciudad que me enseñó lo dura que puede llegar a ser. Por eso hoy siento en parte que todos los buenos amigos, las buenas experiencias y este Premio Cafam es una forma de restauración.
¿A qué se refiere con dureza?Solo diré que lo que pasa hoy con las migrantes venezolanas en Bogotá, también nos pasó a las desplazadas… muchas han tenido que vender su cuerpo para sobrevivir o soportar la violencia intrafamiliar, porque sus compañeros, traumatizados y deprimidos por el conflicto, incurrían en ella; los hijos de ellas, como los hijos de los desplazados, también han sido violentados, reclutados. Y en ambos casos llegan, como llegaron los desplazados, a zonas muy deprimidas, como el barrio Santa Fe y a Soacha y Cazucá. Hace 16 años yo estaba sola, embarazada, desplazada y sin nada en Bogotá.
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De hecho, ayer mi hijo cumplió 16 años de nacido en esta ciudad; salí del hospital con una inmensa necesidad, sin un pañal para él, siendo víctima del conflicto. Y a pesar de haber denunciado todo, estaba en una desprotección total. ¿Qué más hay en esos casos para una mujer?
Toda violencia contra la mujer tiene un trasfondo muy fuerte: las causas por las cuales violentan, violan y matan a las mujeres son distintas; nacer mujer te marca. En un contexto como el de los migrantes, como el de los desplazados, hay patrones que se repiten: muchos hombres caen en la delincuencia, en la violencia y son asesinados en ese ámbito; las mujeres terminan explotadas.
¿Cómo logró usted salir de esa situación?Primero tomé la decisión tras entender que no podía seguir teniendo una vida tan descuidada y desordenada, incluso con mis hijos. Busqué ayuda psicológica con una mujer extraordinaria que hoy es una de mis grandes amigas. Para zafarme del hombre que me explotaba pedí prestado en un banco para pagarle todo lo que supuestamente le debía.
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Una vez me liberé tomé control de mi vida y decidí estudiar en el Sena producción multimedia. Me gradué en el 2017. Empecé a trabajar en ese campo, pero ya para entonces estaba involucrada en el movimiento social; me hice feminista y entendí que la prostitución no es ningún trabajo; es explotación sexual.
Primero creé una corporación a través de la cual brindaba apoyo para ayudarlas a salir de la prostitución y desde allí empecé a denunciar la trata de personas. En medio de ese trabajo me di cuenta que si las mujeres no tienen herramientas, si no son fuertes y no están empoderadas, difícilmente van a poder salir de ese mundo.
¿Así nació la Fundación Empodérame?Sí. De hecho, fue hace unos tres años. Una de las mujeres que ayudaba me dijo un día, mientras nos tomábamos un café: ‘Claudia, empodérame’. Y la palabra me quedó sonando. Desde allí no solo trabajamos con ellas, también con los hombres; ellos tienen que entender que esto está mal, que hay un drama inmenso detrás de comprar cuerpos. Así hemos ido avanzando.
¿En dónde hace presencia la fundación?Tenemos sede en el Valle, pero su zona de influencia abarca Cauca, Nariño y Putumayo; incursiona en Cartagena e interviene en la frontera.
SONIA PERILLA SANTAMARÍA
REDACCIÓN VIDA
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