No es un misterio que las redes sociales pueden ser una completa farsa. Todos, creo que sin excepción, publicamos fotos y experiencias que se asemejan a la vida que quisiéramos tener y muy pocas veces la que en exactitud tenemos. Subimos fotos con filtros que nos hacen ver más flacos, más jóvenes y más lindos. Mostramos viajes paradisiacos sin contratiempos, desplegamos amistades perfectas y amores aún más que perfectos. Se nos sale el pecho compartiendo a nuestros hijos de ensueño y nuestros logros intachables.
Lo peor es que así como sabemos que nuestras vidas no son un fiel reflejo de lo que publicamos, caemos en la trampa de pensar que las de los demás sí son un fiel reflejo de la realidad. Tristemente, demasiadas personas comparan sus realidades con las ficticias de los demás. Muchos estudios ya han concluido que las redes sociales nos han vuelto una sociedad más deprimida porque permanentemente nos sentimos “menos” que las personas que seguimos.
Sin embargo, no quiero satanizar las redes ni sugerir que debemos desaparecernos del planeta y vivir como ermitaños; todo lo contrario, quisiera que nos diéramos la oportunidad de reflexionar sobre lo que nos están enseñando. Así como nos brindan la oportunidad de exponer una vida, una personalidad y un físico irreal, también creo que igualmente nos dan una oportunidad de oro para desplegar autenticidad.
¿Qué es ser auténtico? Según la brillante investigadora Brene Brown, es “la colección de decisiones que tomamos todos los días. La decisión de ser reales. La decisión de ser honestos. La decisión de dejar que nuestro verdadero ser sea visto”.
Con cada foto que subimos, cada frase que escribimos o cada pensamiento que exponemos tenemos la posibilidad de seguirnos escondiendo detrás de una imagen o una falsa identidad que queremos proyectar o podemos aprovechar la oportunidad para escarbar dentro de nosotros y tener la valentía de demostrarnos como realmente somos. Y este ejercicio es lo más liberador y sanador que podemos hacer por nosotros mismos.
Hay personas que solo después de vivir una enfermedad difícil, sufrir un trauma o una pérdida dolorosa empiezan a cuestionar su existencia y a hacerse las preguntas difíciles con el fin de transformar sus vidas y ser más felices. De la manera como afrontamos las redes sociales podemos hacernos estas preguntas cada vez que decidamos compartir o, incluso, no compartir algo con el mundo.
Pensemos más allá de una simple foto o un escrito, las redes pueden ser nuestra carta de presentación, nuestro espejo más fiel que refleja lo que tenemos por dentro y quien creemos que verdaderamente somos.
ALEXANDRA PUMAREJO@detuladoconalex
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