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Mujeres

Dame la valentía para cambiar lo que no puedo aceptar

Desacelerar el pensamiento: es necesario parar la obsesión y tratar de quitar la nostalgia y de romper los condicionamientos. Para ello hay técnicas para detener el pensamiento.

Desacelerar el pensamiento: es necesario parar la obsesión y tratar de quitar la nostalgia y de romper los condicionamientos. Para ello hay técnicas para detener el pensamiento.

Foto:123rf

En la columna De tu lado con Álex, Alexandra Pumarejo invita a actuar para transformar el mundo. 

Hay un rezo muy popular que dice: “Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje para cambiar aquellas que puedo y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Estas bellísimas palabras fueron escritas en 1934 por el teólogo americano Reinhlold Niebuhr y han sido replicadas millones de veces; incluso hacen parte de los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. 
Hoy me tomo el atrevimiento de añadirle una estrofa, pues considero que ya no es suficiente quedarnos con cambiar lo que podemos, también es necesario cambiar lo que no podemos aceptar.
Parece ser una diferencia sutil de palabras, pero en realidad es una diferencia abismal si lo ponemos en práctica. Creo que, como sociedad, nos hemos vuelto demasiado complacientes con lo que aceptamos como correcto o incorrecto. Constantemente nos sentamos en las barreras de las redes sociales tímidamente opinando y pensamos que eso es suficiente para generar la transformación en la sociedad que queremos ver. 
Pero, más allá de insultar al uno o al otro porque piensa diferente a nosotros, estoy segura de que los verdaderos cambios se determinan con los comportamientos que decidimos aceptar de nuestro entorno más cercano.
¿Cuántas veces permanecemos callados a pesar de saber que un compañero/compañera de nuestros hijos está siendo matoneado e incluso sufriendo algún tipo de abuso en su casa? ¿En cuántas ocasiones hemos sido alcahuetas con un amigo/a deshonesto o infiel, porque nos parece simpático? ¿Cuántas injusticias vemos en la manera como nuestros allegados tratan a sus empleados y no decimos nada?
¿Cuántas mentiras les cubrimos a nuestros hijos, así sean graves, con tal de que no reciban el justo castigo? ¿En cuántas oportunidades hemos sido testigos de posibles acosos laborales y decidimos mirar para otro lado? ¿Cuántas mujeres hemos visto con moretones y nunca les preguntamos cómo están o si necesitan ayuda?
No podemos quedarnos en simplemente querer que este país sea distinto o añorando que la gente sea más amable, más honesta, menos discriminatoria o más justa, cuando nos limitamos a permanecer ‘quietos en primera’ y sin empeñarnos en cambiar lo que es inaceptable. Sin decir en voz alta y tomar las posiciones difíciles, así se trate de nuestros seres queridos.
Es muy fácil decir ‘yo no puedo hacer nada’, o ‘ese no es mi problema’. Pero, resulta que sí es nuestro problema, porque debemos tener conciencia sobre un hecho: nosotros somos el cambio que transforma el mundo, y no es el mundo el que nos cambia a nosotros. Preguntémonos esta semana qué no aceptamos… ¡y hagamos algo al respecto!
ALEXANDRA PUMAREJO
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