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Medio Ambiente

Semana Santa: ¿Por qué no comer tortugas, iguanas y armadillos?

La hicotea y la palma de cera padecen realidades muy distintas en estas fechas de Semana Santa.

La hicotea y la palma de cera padecen realidades muy distintas en estas fechas de Semana Santa.

Foto:Archivo particular

La costumbre de consumirlos en esta época tiene en serio peligro la supervivencia de estas especies.

edwin caicedo
Las tradiciones son prácticas que se mantienen entre distintas generaciones y que van arraigadas a factores como la cultura, la sociedad y la religión. En la Semana Santa, la sexta y última semana de la cuaresma, creyentes de la fe católica han desarrollado tradiciones que, más allá de su significado y simbolismo, han terminado afectando a especies de gran relevancia para los ecosistemas del país no solo por los servicios ecositémicos que prestan, sino además por lo emblemático de las mismas.

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Según explica Luis Germán Naranjo, director de conservación y gobernanza de WWF Colombia, dichas prácticas que correspondían a las épocas en que las poblaciones eran en su mayoría de cazadores recolectores, hoy carecen de sentido y ponen en riesgo no solo a los animales, sino también a la salud pública del país. 
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Naranjo señala que entre las especies cuyo riesgo incrementa para estas épocas están: la palma de cera, las tortugas hicoteas y los chigüiros.
Estos dos últimos con un componente singular y es que, en las épocas de cuaresma, en especial entre el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección, los fieles suelen abstenerse del consumo de carnes rojas y en cambio consumir pescado. Sin embargo, las hicoteas, a pesar de ser acuáticas, son reptiles, y en el caso de los chigüiros, que aunque sí realizan muchas actividades en el agua, son mamíferos. 
A la lista de animales más amenazados durante la Semana Santa hay que sumar a los armadillos, y las iguanas y sus huevos.
 “El consumo de animales silvestres es algo que debemos replantearnos. El consumo de estos animales debería reducirse al máximo y eliminarse en lo posible, no solamente por la conservación, sino también por reducir riesgos de patologías asociadas al consumo de animales silvestres”, destaca Naranjo. 

Hicoteas: mercurio y huevos

Según explica el profesor e investigador de la Universidad del Norte, Juan Salvador Mendoza, la práctica del consumo de hicotea viene de la época de la conquista. Como los españoles no habían traído animales de granja aún les tocó consumir lo que comían los locales, en el caso de la hicotea esta era habitual en las poblaciones ribereñas cercana a ríos y ciénagas. Sin embargo dicho consumo estaba prohibido por parte de la Corona española.
Pasaría que años después, en un documento histórico conocido como la bula papal, el sumo pontífice de la época permitió a los colonizadores el consumo de carnes auctóctonas de las Américas pero solo en ciertos momentos. Las hicoteas, por ejemplo, solo podrían comerse en época de cuaresma. 
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Pero según Mendoza, dicho consumo trae consigo también un grave problema y es que dado los altos niveles de contaminación que están recibiendo ciertos ríos del país, las hicoteas están empezando a bioacumular mercurio dentro de su carne, el cual es tóxico para los humanos. Sumado a eso, este animal puede también transmitir salmonelosis. 
“Claramente hay una cultura de subsistencia en regiones apartadas donde no hay alimentos de calidad y las personas se alimentan de estas fuentes de proteína. Pero cuando entran estos animales a ser parte de un comercio ilegal allí hay un problema de salud pública porque nos acercamos a un montón de enfermedades. Cuando esas tortugas llegan de una ciénaga a un restaurante en una ciudad se acerca la posibilidad de transmisión de enfermedades zoonóticas”, destaca Mendoza. 
Sin embargo, más allá del riesgo que representa su consumo, explica Julieth Prieto, coordinadora de biodiversidad de la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag), la práctica en sí de comer hicotea implica un gran problema para la supervivencia de la especie dado que este animal es cazado justo en la época en la que pone sus huevos para reproducirse, que es entre marzo y mayo.  
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Por eso, lo que termina pasando es que se captura a las hembras que salen a poner los huevos y dentro del gusto culinario adquirido se busca que tengan aún los huevos dentro, dado que, según los consumidores, esto entrega un mejor sabor. Dichas acciones ponen en peligro la especie gravemente porque no permite la correcta reproducción y crecimiento de las poblaciones. 
“Sumado a ello la práctica también es muy cruel. Cuando acopian las hicoteas y las llevan a un mercado las cuelgan de la boca con anzuelos y las exhiben en los mercados”, destaca Prieto. 
Desde Corpamag, en alianza con otras entidades, han realizado campañas de concientización en diferentes regiones del Magdalena y han logrado que hasta ahora 4 municipios (de los 29 que tiene el departamento) les informen cuando se está comercializando este y otro animales. En el último año el Centro de Atención de Fauna Silvestre de Corpamag ha recibido tras ese trabajo 148 hicoteas, de la especie Trachemys callirostris. 
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Palma de cera: ejemplo de concientización

Tras años de un arduo trabajo que inició en el 2000, hoy es casi imposible ver que se usa palma de cera para la celebración del Domingo de Ramos. Dicha tradición, fundamentada en el recibimiento a Jesús con hojas y ramas como símbolo de paz, fue traída a Colombia por el catolicismo y puso en jaque a la palma más alta del mundo. 
Según explica el doctor Rodrigo Bernal, quien es uno de los mayores conocedores de las palmas en Colombia y que hoy se encuentra dedicado al ecoturismo en la Reserva Natural Guadualito en el Eje Cafetero, lo que hicieron fue mostrarle a la iglesia católica como dicha tradición ponía en peligro a la planta nacional y que otras opciones existían. 
Tras varias reuniones con monseñor Fabián Marulanda, entonces jefe de la Conferencia Episcopal Colombiana, Bernal y otros expertos lograron mostrarle a los prelados que lo que buscaban era proteger a la especie. 

No estábamos buscando acabar con una tradición sino que se hiciera un uso más razonable de los recursos

“Nosotros le dijimos que no estábamos buscando acabar con una tradición sino que se hiciera un uso más razonable de los recursos. Y claramente los cogollos de la palma de cera no permiten el uso sostenible”, destaca Bernal. 
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El experto además les explicó a los religiosos que la tradición del uso de la palma de cera era local, dado que esta es una especie endémica (que solo existe en Colombia) y que lo cierto es que Jesús había sido recibido con hojas de palma de dátil. 
Tras mostrarle dicha realidad a todos los obispos del país en una de sus reuniones anuales, Bernal logró que la iglesia se sumara a las iniciativas de conservación y promoviera el no uso de palma de cera para sus celebraciones.
Hoy, en cambio, se realizan prácticas más sostenibles, como la bendición a plántulas que luego pueden ser sembradas por las personas de forma sostenible y responsable con la especie, o la bendición a otras hojas de plantas ornamentales que crecen mucho más rápido. Un ejemplo de que las tradiciones no necesariamente tienen que afectar la sostenibilidad y futuro de una especie.
EDWIN CAICEDO | REDACTOR MEDIOAMBIENTE
@CaicedoUcros | @ElTiempoVerde 

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