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Medio Ambiente

‘Río Abajo’, un documental sobre delfines y sus guardianes

El biólogo marino es protagonista de Río Abajo, documental que se estrenara pronto en Colombia.

El biólogo marino es protagonista de Río Abajo, documental que se estrenara pronto en Colombia.

Foto:EL TIEMPO

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El 15 de febrero se estrena esta película en Colombia, que se desarrolla en la Amazonia.

La imagen es desgarradora. En la oscuridad de la noche, entre el río y la tupida selva del Amazonas, un hombre lanza su arpón contra un delfín rosado. Presionándolo hacia el fondo, el animal muere ahogado. El pescador –con ayuda de sus compañeros de faena– lo sube a una canoa inestable –que ya tiene a un delfín gris sin vida allí– y se marcha.
La escena quita el aliento por unos segundos, pero más adelante se vuelve peor. Ya en la orilla, seguramente a la mañana siguiente, los hombres empiezan a rebanar al delfín con cortes certeros. Sacan las tajadas de piel. La sangre se escurre por entre la tierra hasta mezclarse con el agua achocolatada del río. Y, de un momento a otro, sale un pequeño feto del vientre. La especie, en peligro de extinción, era una hembra embarazada. Ahora es solo un pedazo de carnada para capturar mota, un pez carroñero al que también le llaman piracatinga en Brasil.
La escena es de Río Abajo, que más que un documental sobre el delfín rosado –que se estrenará el próximo 15 de febrero en Colombia– es sobre la vida misma y la complejidad de hacer conservación en un área tan extensa como la Amazonia, la cuenca hidrográfica más grande del planeta.
Este habla sobre el activismo científico, el poder de los medios de comunicación para ejercer presión, la inoperancia del Estado, la industria pesquera, la seguridad alimentaria de las comunidades locales, las promesas y soluciones que no llegan. Es sobre lo que usted estaría dispuesto a hacer, a entregar, por salvar a una especie, la que sea.
En 2014, la bióloga de la Universidad de los Andes Susana Caballero encontró que solo en el río Solimoes, en Brasil, cada año se matan entre 1.200 y 1.600 delfines rosados para ser usados como carnada de mota, aunque la cifra puede ascender a 2.500 en toda la región del Paraná.
El pez, que se alimenta de animales muertos, no solo era vendido en los supermercados de Colombia como si fuera capaz, sino que además tenía concentraciones de mercurio entre 3 y 4 veces por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), debido a la minería ilegal que se ensaña en la región. Para que un producto sea apto para el consumo humano debe tener un máximo de mercurio de 0,5 microgramos por gramo (g/g), las especies de mota examinadas tenían entre 1,33 y 2,28 g/g.
El biólogo marino Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, quien lleva más de tres décadas estudiando a estos animales, hizo parte de esa investigación. Es, además, uno de los protagonistas de Río Abajo, dirigido por Marl Greco y producido por el australiano Torus Tammer.
¿Por qué es importante ver esta película?
El documental se grabó durante tres años en Colombia, Perú y Brasil. Es una historia donde no solo se muestra la decisión de proteger un delfín, sino la de cómo mantener una economía sostenible en esta región y cómo se transgrede el tema de la ética en la conservación.
Se dice que en el controversial asesinato de un delfín, que luego pasó por la televisión brasileña, los pescadores recibieron plata para hacerlo. ¿Cree que hay límites para proteger al delfín?
Creo que sí, creo que hay una línea ética muy delgada, que si la pasamos nos convertimos en lo que estamos luchando en contra. Ahí está el poder de la imagen, de los medios de comunicación, esas imágenes desgarradoras cambiaron la posición de un Gobierno, pero afectaron la situación económica y social de una comunidad que vive de la pesca.
Es como si quisieras salvar a los gorilas y contratas a alguien para que los mate y así puedas filmarlos. A mí me parece que se cruzó una línea que no había que cruzar.
Pese a años de investigación en la zona, se le siente un tono de frustración, como si no hubiera cambios sustanciales...
El problema es la poca coordinación entre las instituciones del gobierno. Es normal que un científico se frustre con los tiempos de los políticos. Al final, la buena noticia es que el Gobierno colombiano tomó la decisión de frenar la comercialización del pez mota dada las altas concentraciones de mercurio que se evidenciaron.
Uno sabe que generar una medida como esta tiene repercusiones en el sector local y es aquí cuando tenemos que pensar en soluciones: ¿Cómo llevamos un ordenamiento pesquero al Amazonas, donde viven 34 millones de seres humanos? ¿Cómo llevamos alternativas para brindar ingresos económicos sostenibles? ¿Cuáles son las oportunidades laborales para todos los que actualmente están en proyectos de cultivos de soya, ganadería extensiva, minería ilegal, hidroeléctricas y sobrepesca?
¿Cómo cambió su vida luego de revelar las altas concentraciones de mercurio en el pez mota?
Hay que decir que el problema no son los delfines sino las pesquerías. ¿Por qué en un río tan grande y tan importante como el Amazonas terminamos pescando un pez carroñero? ¿Dónde están los bagres, el pirarucú, las gamitanas y los demás peces buenos para comercializar?
Jamás imaginé que trabajando con delfines se fuera a abrir una caja de pandora. Jamás imaginé que por meterme con el tema de mercurio y de seguridad pública, porque este tema es grave, podría terminar amenazado y usando un chaleco antibalas. Sentí que me faltó respaldo del Gobierno y de las instituciones, que son quienes toman estas decisiones, quienes deben buscar las soluciones y poner la cara; no yo ni una ONG que hace investigación.
No era una cruzada para acabar con la pesca en el Amazonas, ya que hemos estado comprometidos con soluciones económicas en la región, recuperado lagos con las comunidades indígenas, creando una asociación de procesamiento de pescado con mujeres, y de pronto termino como el enemigo público de la pesca.
Pese a las amenazas que giran alrededor de esta cuenca, ¿cuál es el potencial en turismo de avistamiento de delfines rosados?
El Amazonas se nos está desmoronando. Hemos perdido 870.000 km2 de selva por deforestación, más de 155 hidroeléctricas están interrumpiendo la conectividad de estos grandes sistemas fluviales. Si no tomamos decisiones ahora, ¿qué va a pasar en unos años?
Hicimos unos análisis económico de cuánto estaba generando la observación de delfines, y encontramos que el 94 por ciento de los turistas que llegaban a Puerto Nariño (Amazonas) iban exclusivamente a conocer estos enigmáticos animales, lo que estaba generando 8,3 millones de dólares cada año. Un animal muerto cuesta cerca de 25 dólares, uno vivo puede generar 20.000 dólares anuales a la economía local.
¿Qué más estaría dispuesto a hacer por salvar a los delfines rosados?
He puesto 30 años de mi vida y estaría dispuesto a dar lo que me queda de ella.
TATIANA PARDO IBARRA
tatpar@eltiempo.com
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