Archie, mi mejor amigo, se quedó ciego. Pero sigue siendo feliz. Y yo sigo siendo feliz con él. Es mi responsabilidad que siga siendo feliz. Y es lo que me manda mi corazón.
Históricamente han existido los perros lazarillos que se convierten en los ojos de aquellas personas que perdieron la visión. Pues bien: yo soy el lazarillo de mi perro.
La raza jack russell terrier siempre me llamó la atención. Ya habían pasado por mi casa dóberman, pastor alemán, husky siberano, french poddle, dos criollitos y un schnauzer. Haciendo este recuento, y a mis 44 años, siempre he vivido con perros. Siempre han estado en mi casa y en mi vida. Y sí, todos han sido mis mejores amigos (o amigas).
De todos ellos podría resaltar mil virtudes y un puñado de defectos, sobre todo genéticos. Y acá regreso al jack russell. Tremenda raza, gigantesca; no por su tamaño, claramente, sino por su inteligencia, su fuerza, su perseverancia, su determinación y entrega.
En el 2008 llegó la gran oportunidad de tener a uno de estos perros en la familia. El nombre elegido: Archie. Llegó a mis manos (y cabía en mis manos) siendo un cachorrito de dos meses. Ágil, juguetón, volaba desde el suelo a la cama y llegaba en segundos a la sala saltando de silla en silla. La pelota era su presa favorita y la alcanzaba casi a la misma velocidad en la que se la lanzábamos.

Pero hace unos tres años nos dimos cuenta de algo: ya no veía televisión con la misma intensidad y esa pelota, que antes no se le escapaba, ahora le seguía derecho.
Cesar Moreno
Claro, toda esa energía no cabía en el apartamento. Tocaba sacarlo al parque. Pero el parque también se quedó pequeño. Con mi esposa nos asesoramos para saber cómo podíamos canalizar todo ese voltaje de Archie y nos llegó un nombre: el Centro de entrenamiento canino de la Cruz Roja, por el Salitre. Qué buen consejo. Allí, Archie aprendió a hacer un par de trucos, a ser obediente.
He leído y visto, en las redes sociales, cómo un buen entrenamiento afianza el vínculo entre hombre y perro (en este caso, entre César y Archie) la relación se fortaleció. Sin duda, ya éramos (y somos) mejores amigos.
Archie tenía un par de pasiones en su cabeza, aparte de su familia, obviamente: sus juguetes y el televisor. Le encantaba ver Animal Planet y le ladraba a cuanta cosa con pelos de cuatro patas pasaba por la pantalla. Pero hace unos tres años nos dimos cuenta de algo: ya no veía televisión con la misma intensidad y esa pelota, que antes no se le escapaba, ahora le seguía derecho. Le pasaba por en frente y le perdía la ubicación. Después la encontraba a punta de olfato, pero era obvio que ya no estaba viendo lo mismo. Yo le decía: el ‘perrito hunter’ (cazador) porque no se le pasaba ni una. Bueno, así lo fue hasta hace tres años.
Con mi esposa
lo llevamos al oftalmólogo, un gran profesional de apellido Ladino, quien nos dijo lo que sospechábamos pero no queríamos escuchar: ‘se está quedando ciego’.
Tenía 7 años.
Con mi esposa lo llevamos al oftalmólogo, un gran profesional de apellido Ladino, quien nos dijo lo que sospechábamos pero no queríamos escuchar: “se está quedando ciego”. Tenía 7 años y la vida por delante.
“No puede ser”, dije. Mi perrito cachorrito (como le digo ahora) se quedó ciego. ¿Cómo va a seguir haciendo sus cosas? ¿Se va a estrellar contra todo? ¿Qué se hace ahora? ¿Hay opción de una cirugía?
Mil preguntas y reflexiones más pasaban por mi cabeza en ese instante.
Y por lo siguiente es que digo que el doctor Ladino es un gran profesional: nos hizo entender que no era el fin del mundo, ni para Archie, ni para nosotros. Ellos, los perros –nos explicó– se adaptan más rápido; su reloj de vida no es tan largo como el nuestro y por eso se juegan cada día como si fuera el último y viven con esa intensidad y entrega incondicional que tanto nos abruma.
Y si ponen esto en duda, fíjense en cómo los reciben en casa cuando llegan del trabajo. Se les va la vida por la nuestra.

Los perros se adaptan más rápido; su reloj de vida no es tan largo como el nuestro y por eso se juegan cada día como si fuera el último.
Cesar Moreno
Son reflexiones fáciles para nosotros. Al fin y al cabo, somos nosotros los que no nos estamos quedando ciegos. Es nuestro mejor amigo y es imposible saber qué opina. Pero sí podemos saber qué siente y cómo vive; y sabemos también cómo quisiéramos que nos trataran si estuviéramos pasando por esa situación.
Nuestros ojos son los de él. Su compañera Molly, otra jack russell, desde hace tres años, lo acompaña y es su cómplice de juegos, comidas, de las salidas al parque...
Por nuestro lado, intentamos hacerle las cosas más fáciles: darle en la boca sus vitaminas y galletas preferidas. Siempre lo sacamos con correa y no cambiamos los muebles de lugar.
Le dejamos sus juguetes y su cama en el mismo sitio de siempre. Todo un mapa que ya tiene calcado en el cerebro y en su olfato, incluyendo un conjunto residencial amigable con las mascotas, con parque incluido.
Lo que sea por él, pues es mi mejor amigo. Y por los amigos uno hace lo que sea. Menos una cirugía, para eso no hay cura.
Esa atrofia progresiva de retina –el diagnóstico que nos dio el doctor Ladino- fue un duro golpe para un perro como el que conocí hace 10 años. Los genes lanzaron una moneda al aire y a este jack russell le cayó el sello. Pero tranquilo, Archie, tu mejor amigo hará lo que sea para que el resto de tu vida sea más feliz y cómoda, ya no tienes dos ojos, tienes todos los ojos de tu familia.
César Moreno - Para EL TIEMPO
Para verte mejor- Para prevenir cualquier problema en los ojos es necesario hacer un chequeo anual cómo mínimo, en donde se realice una inspección general.
- Esté atento a cambios en el color de los ojos de su mascota, enrojecimiento u opacidades; también cuando el animal se estrelle con cosas o que no siga objetos (juguetes, comida).
- Cuando tenga secreciones, mucho lagrimeo o que no tolere la luz solar, acuda inmediatamente a consulta con médico especializado. En los ojos el tiempo es invaluable.
- Hay tratamientos para las diferentes enfermedades, que van desde gotas oftálmicas, medicamentos orales y cirugías.
- Los perros ciegos se adaptan muy bien y memorizan cómo están distribuidos los muebles en una casa. Es muy importante no cambiar los objetos de posición (es decir, no mover las mesas o las sillas, todo siempre en un mismo lugar). Si hay que hacer un cambio, volver a enseñarles donde están las cosas de la casa para que se hagan un ‘mapa mental’.
- Es muy importante no sacarlos a la calle sueltos porque pueden asustarse y terminar involucrados en accidentes.
- La mejor correa es la de pechera.
- Tener cuidado en el parque, ya que la socialización con otros perros es diferente.
- Aromas o materiales de diferentes texturas son un buen recurso para marcar algunas áreas de la casa.
- Al comienzo, mientras aprenden, se pueden poner espumas o cosas suaves para que no se golpeen.
Asesoría: Andrea Mora, médica veterinaria con especialidad en oftalmología.
Clínica Veterinaria VisionVet. Bogotá
Por si se lo perdió, estos han sido algunos de nuestros artículos en semanas pasadas:
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