La temperatura está aumentando. De manera incesante y -casi- imparable. La emisión de gases de efecto invernadero, la acelerada tasa de deforestación, la quema de combustibles fósiles y las malas prácticas en industrias como la ganadería han hecho que a hoy el mundo ya esté 1,1 °C más caliente que los promedios registrados en la época preindustrial.
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Según Juan Benavides, experto en cambio climático e investigador de la Universidad Javeriana, hoy, debido a la intervención humana, la temperatura de la Tierra aumenta a velocidades nunca vistas.
“En este momento estamos en un fenómeno natural de aumento de la temperatura, y estos gases que nosotros inyectamos a la atmósfera cambiaron esa dinámica de calentamiento lento que hubiera tomado miles de años y la está comprimiendo entre 50 y 100 años, con efectos importantes en las actividades humanas, la salud humana, los riesgos y vulnerabilidad humana y, obviamente, en los ecosistemas”, asegura Benavides.
Mucha gente piensa que el cambio climático significa principalmente que tendremos temperaturas más cálidas. Sin embargo, el aumento de la temperatura es tan solo el comienzo.
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Pero esos efectos no son iguales para todos. Aunque parezca ilógico, el calentamiento global no solo produce más calor. La subida de las temperaturas se puede traducir en fuertes lluvias, en nevadas inesperadas, en sequías históricas, en derrumbes de tierra, en aumento de las enfermedades, en subidas en el nivel del mar, en tormentas más fuertes y mayores inundaciones. Básicamente que el mundo se caliente no es solo que suba la temperatura, sino que la manera en la cual se comporta la Tierra cambia.
“Mucha gente piensa que el cambio climático significa principalmente que tendremos temperaturas más cálidas. Sin embargo, el aumento de la temperatura es tan solo el comienzo. Debido a que la Tierra es un sistema en el que todo está conectado los cambios en un área pueden influir en los cambios de todas las demás”, asegura la Organización de las Naciones Unidas.
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Y eso es algo que se ha visto con las extensas olas de calor que vivió Europa en el actual verano y cuyos efectos se percibieron en América Latina. Este año el viejo continente ha registrado temperaturas récords mayores a 40 °C en países como Reino Unido, España e Italia y ha dejado a su paso cientos de muertos.
Esas elevadas temperaturas, que por ejemplo han obligado a cerrar aeropuertos porque el asfalto se derritió, o han generado que las empresas pidan a sus trabajadores hacer sus labores en horas de la tarde para que puedan realizarlas con climas más frescos, han causado en América Latina todo lo contrario, según explica Emel Vega, director de la maestría en meteorología de la Universidad Nacional.
De acuerdo con el investigador, lo que hemos visto en la región es una temporada de lluvias con precipitaciones más fuertes que se ha venido alimentando del fuerte verano europeo. Eso, porque las altas temperaturas lo que generan es que el océano en Europa se evapore, y ese vapor es traído por las corrientes de viento globales hasta el sur de América y cae luego en lluvias que de hecho, este año, según registros del Ideam, han tenido episodios atípicos con aumento en la cantidad de milímetros que caen sobre distintas ciudades del país.
De acuerdo con Vega, ese fenómeno es algo que venimos viendo durante los últimos tres o cuatro años y que se ha reflejado en cifras cada vez más altas de temperaturas en Europa y en lluvias cada vez más fuertes en zonas de América del Sur, como Colombia. Y que además ha potenciado fenómenos naturales como La Niña, que ya lleva dos años consecutivos presentándose, o la temporada de huracanes, que según registros en el año 2021 fue sobre los promedios y que en 2022, de acuerdo con la Universidad Colorado State, de Estados Unidos volverá a registrar cifras atípicas.
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Pero ese escenario también puede voltearse, enfatiza el meteorólogo. Desde 2019, la circulación general atmosférica (que es el movimiento del aire y las corrientes marinas que distribuyen el calor por la Tierra) ha venido causando que Europa —y en general las zonas del hemisferio norte— registren elevadas cifras de temperatura atípicas; mientras tanto, en el sur, se presentan fuertes cantidades de precipitaciones por la evaporación de los océanos.
Sin embargo, eso puede cambiar. La circulación general atmosférica podría mover el aire hacia otros lados, lo que causaría que Europa viva épocas de verano mucho más frías, mientras que América del Sur padece megasequías, algo que en Colombia ya se vio durante la crisis energética de 1992, bajo el gobierno del expresidente César Gaviria. Al igual que entonces, las bajas lluvias pondrían en jaque nuestra capacidad de generación de electricidad, pues hoy la mayoría de la producción eléctrica del país depende de los ríos que mueven las 28 grandes hidroeléctricas del país.
“Si el océano experimenta mayor cantidad de radiación sobre el Ecuador, y menor cantidad sobre las latitudes medias, comenzarían las aguas de las latitudes medias a enfriarse y allí tendríamos un cambio de la configuración de la circulación general atmosférica y tendríamos una modificación de los patrones de circulación que estamos viendo en la actualidad. Y es allí donde podríamos tener en las latitudes medias temperaturas más frías en verano, y más calor en las latitudes ecuatoriales y reducción en la cantidad de precipitaciones”, enfatiza el experto.
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La fórmula del 1,5 °C
Desde 2015, científicos, gobiernos y expertos se pusieron de acuerdo en una cosa: la temperatura del mundo no puede aumentar, en este siglo, más de 1,5 °C respecto a los promedios registrados en épocas preindustriales. La recomendación fue hecha en el marco del llamado Acuerdo de París por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, conocido por el acrónimo en inglés IPCC.
El IPCC calcula que de superar esa barrera, o de llevarla inclusive más allá del límite de los 2 °C, el mundo experimentaría escenarios climáticos nunca antes vistos. Sin embargo, los pronósticos más optimistas hablan de que llegaremos al menos a 1,8 °C a finales de este siglo, y análisis como el de la organización Climate Action Tracker, apuntan a un incremento de 2,4 °C. Inclusive la ONU ha señalado que es posible un aumento de 4,4 °C.
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De hecho, hace apenas algunas días el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial de las Naciones Unidas (OMM), Petteri Taalas, admitió que las olas de calor y otros escenarios climáticos complejos se convertirán en algo habitual durante los próximo 50 años, aún si el mundo logra generar cambios para detener el calentamiento global. "La mayor frecuencia de estas negativas tendencias continuará al menos hasta 2060, independientemente del éxito o no a la hora de mitigar el cambio climático", aseguró Taalas en una rueda de prensa.
Eso, debido a que la atmósfera está “dopada” por los “gases de efecto invernadero, en especial dióxido de carbono", según el directivo. Y cambiarlo no es tan sencillo, ni tan rápido, pues la Tierra es un sistema complejo e interconectado que hoy ya está repleto de gases de efecto invernadero y que seguirá viviendo los efectos de un clima cambiando y -en algunos casos- impredecible.
Pero frenar la tendencia de generación acelerada de gases sí podría asegurar que la Tierra pueda “estabilizarse” y la temperatura controlarse. En eso será clave el manejo que los Estados de todo el mundo puedan realizar en conjunto, pues el cambio climático y el aumento de las temperaturas es un desafío geopolítico. Hoy 10 países generan casi el 70 % de las emisiones de todo el planeta, con China y Estados Unidos a la cabeza.
“Mientras una creciente coalición de países se ha comprometido a lograr cero emisiones netas para 2050, alrededor de la mitad de las reducciones de emisiones deberían estar ya en marcha en 2030 para mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C. La producción de combustibles fósiles debe disminuir aproximadamente un 6 % cada año entre 2020 y 2030”, señala la ONU. Muchas de esas metas hoy no se están cumpliendo, en un escenario complejo en el que varios países de Europa plantean regresar a la quema de carbón para solventar la crisis energética desatada por el conflicto entre Rusia y Ucrania.

ONG, sociedad civil y activistas pidieron el cumplimiento de la meta de calentamiento máximo de 1,5 grados centígrados este siglo durante la COP26 celebrada en 2021 en Reino Unido.
AFP
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En 2021 cientos de analistas calificaron como fracaso a la cumbre climática (COP26), por no haber logrado consolidar la fórmula para que el mundo no supere la línea de los 1,5 °C. “Exigían para esta cumbre un alto nivel de ambición. Y aunque muchos de ellos estaban dispuestos a hacerlo, no era el caso de todos (…) Podemos alentar pero no obligar a países soberanos a hacer algo que no quieren hacer. Es decisión de ellos”, aseguró en el cierre del evento el entonces primer ministro de Reino Unido, Boris Jhonson.
EDWIN CAICEDO | REDACTOR MEDIOAMBIENTE
@CaicedoUcros | @ElTiempoVerde
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