Cinco años después de la promesa histórica de reducir a la mitad la tasa de pérdida de bosques naturales y restaurar 150 millones de hectáreas de tierras para el año 2020, el estado de ellos ha empeorado drásticamente, según revela un nuevo informe publicado en vísperas de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima.
Las conclusiones muestran que desde que cientos de gobiernos y empresas respaldaron la Declaración de Nueva York sobre los Bosques (NYDF, por su sigla en inglés) en la Cumbre Climática de la ONU del 2014, la tasa anual de pérdida de cobertura arbórea se ha incrementado en un 43 por ciento, alcanzando más de 26 millones de hectáreas arrasadas por año, un área del tamaño del Reino Unido.
Los bosques tropicales –que actualmente están en llamas en la Amazonia y la cuenca del Congo– han sufrido el mayor impacto, representando más del 90 por ciento de la deforestación mundial entre 2001 y 2015. Particularmente preocupante es la pérdida de bosques tropicales primarios prístinos e insustituibles, que albergan valiosos sumideros de carbono y la mayor biodiversidad del planeta. Su deforestación ha aumentado en más de un 40 por ciento, lo que equivale a 4,3 millones de hectáreas por año.
“Desde que se lanzó la NYDF hace cinco años, la deforestación no sólo ha continuado, sino que, de hecho, se ha acelerado”, afirmó Charlotte Streck, cofundadora y directora de Climate Focus, un grupo de expertos que ha liderado una coalición de 25 organizaciones. “Debemos redoblar los esfuerzos para detener la pérdida de bosques, especialmente de los bosques tropicales primarios, y restaurar tantos bosques como sea posible antes de que los impactos irreversibles amenacen aún más nuestro clima y nuestra seguridad alimentaria”.
Aunque se ha producido un aumento de nuevos árboles en granjas y pastizales, que proporcionan ingresos, alimentos y protección contra el clima extremo, los esfuerzos por regenerar las áreas forestales naturales, que ofrecen muchos más beneficios en términos de carbono y biodiversidad, avanzan lentamente, indica la investigación.
“Se deja muy claro que la restauración de los bosques naturales no puede compensar la pérdida de bosques primarios –dijo Streck–. Pueden pasar de décadas a siglos antes de que los bosques recuperen toda su capacidad de absorción de carbono y de regulación del clima. Debemos restaurar los bosques además de protegerlos. El progreso en ambos es necesario y, de hecho, complementario”.
Según el informe, los países con mayor pérdida de bosques en los últimos cinco años están en la cuenca amazónica: Brasil, Bolivia, Colombia y Perú. Solo en junio del 2019, las tasas de deforestación en la Amazonia brasileña aumentaron un 88 por ciento en comparación con el mismo mes del año pasado. También hay nuevos puntos conflictivos de creciente pérdida de bosques en África occidental y en la cuenca del Congo. En Asia, mientras tanto, la mayor pérdida de bosques se produce en Indonesia, Malasia y Camboya.
Desde que se aprobó la NYDF, el mayor factor de deforestación ha sido la tala de bosques para la agricultura, incluida la producción a escala industrial de productos básicos como la carne de vacuno, la soja y el aceite de palma. También entra en el paquete la débil gobernanza forestal.
Nuestros bosques están desapareciendo a un ritmo peligroso. Ha faltado liderazgo y acción normativa
El informe concluye que la financiación forestal no se corresponde con el potencial de los bosques para contribuir a los objetivos climáticos. Las inversiones para detener la deforestación en los países tropicales comprenden menos del 1,5 por ciento –solo 3.200 millones de dólares– de los 256.000 millones de dólares comprometidos por las instituciones multilaterales y los donantes de los países desarrollados desde 2010 para la mitigación del cambio climático.
“Ha habido un fracaso en la transformación de los incentivos económicos que favorecen la destrucción de los bosques sobre la protección de los mismos”, agregó Ingrid Schulte, coordinadora de la evaluación y una de las autoras del informe.
“Detener la pérdida de bosques requerirá un serio cambio sistémico en el comportamiento de todos, reduciendo la demanda de productos básicos que llevan aparejada la deforestación, reduciendo el consumo de carne e invirtiendo en la gobernanza y protegiendo los derechos de los pueblos indígenas”.
REDACCIÓN MEDIOAMBIENTE @ElTiempoVerde