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Medio Ambiente

La lucha contra el colonialismo en la ciencia de las aves

En agosto de 1961 cientos de aves comenzaron a tener comportamientos aberrantes en Capitola.

En agosto de 1961 cientos de aves comenzaron a tener comportamientos aberrantes en Capitola.

Foto:iStock

Un grupo de 128 expertos de 20 países de la región pide darle a la ornitología una mirada más local.

Pitangus sulphuratus es el nombre con que se conoce científicamente a una popular ave que vive en la mayor parte de América Latina, desde México hasta Argentina. Sin embargo, es probable que un campesino, indígena o cualquier persona del común la llame, desde hace siglos, bichofué, bichajué, cristofué o chicha fría en Colombia, o bienteveo, en el sur del continente.
Una diferencia notable que pone en evidencia una situación que sería común entre quienes estudian la diversidad de las aves: que los nombres científicos generalmente no tienen nada que ver con la forma en que las comunidades denominan a estas especies.
Ante ello, un grupo de 128 investigadores de 91 instituciones en 20 países de América Latina, incluyendo algunos de la Universidad Javeriana, en Colombia, publicó dos nuevos artículos científicos en la prestigiosa revista especializada Ornithological Applications, en los cuales sostienen que la ornitología (el estudio de las aves) tiene una fuerte influencia del colonialismo europeo.
La razón: muchos de los métodos de la práctica de esta disciplina han sido impuestos por investigadores europeos, sin considerar el conocimiento cultivado por las comunidades autóctonas y campesinas que han habitado estos territorios desde hace siglos.
Así lo explica la ornitóloga brasileña Letícia Soares, una de las autoras: “El colonialismo todavía tiene profundos impactos en nuestra sociedad. Los investigadores latinoamericanos a menudo reforzamos el colonialismo nosotros mismos. La investigación de campo tiene un fuerte estereotipo impuesto de haber sido iniciado por hombres europeos blancos; interrumpir esta narrativa debe ser un compromiso de todos”.
De ahí que salgan nombres de aves en latín o el Patagonian sierra finch (pinzón de la sierra patagónica), con categorías que suelen ser ambiguas, aludiendo, por ejemplo, a la ubicación geográfica. En cambio, pueblos indígenas tienden a nombrar a las aves por su comportamiento. Por ejemplo, küchag, cuyo significado en mupuzungun es “que deja residuos después de comer”, o sonidos, como el mencionado ‘bichofué’.
Pero esto también se extiende a temas como la forma en que las aves deben ser estudiadas y cómo debe ser su conservación, sin tener en cuenta a especialistas locales y los conocimientos autóctonos de las poblaciones indígenas y campesinas.
De esta forma, los autores sostienen que los ornitólogos, tanto externos como de la región, han hecho retroceder su propio campo “al suprimir los ricos y matizados conocimientos ornitológicos de los pueblos locales y ancestrales de América Latina y el Caribe”.
Aquí en América Latina, en vez de evaluar cuánto aporta un proyecto para conocer y conservar las aves de nuestros países, nos enfocamos en contabilizar el número de artículos que salen en revistas prestigiosas de países ricos, revistas que responden a los intereses y los mercados extranjeros”, explica Ernesto Ruelas Inzunza, otro autor y profesor en la Universidad Veracruzana de México.
En cuanto al idioma en que se publica la producción científica relacionada a las aves del continente, los investigadores hablan de una “hegemonía del inglés”, y sostienen que esto invisibiliza los saberes publicados en los idiomas hablados en Latinoamérica y el Caribe y “les da ventaja dentro del sistema a las personas que pudieron pagar escuelas bilingües o clases particulares, perjudicando a investigadores, estudiantes y técnicos que no tuvieron las mismas posibilidades”.
Y agregan: “El propio sistema circunscribe la producción y acceso al conocimiento a solo una parte de la población, perpetuando inequidades y empobreciendo la ornitología al ignorar conocimiento valioso y necesario en otros idiomas”.
Para solucionar estos problemas, los artículos hacen varias recomendaciones. En primer lugar, que las instituciones dentro de América Latina financien directamente las revistas regionales y nacionales, brindándoles recursos para implementar y mantener el modelo de Acceso Abierto Diamante, que permite que no se cobre para publicar y que se pueda acceder gratuitamente al conocimiento.
Otra recomendación es que las instituciones científicas revisen sus agendas de investigación y criterios de financiación para priorizar las investigaciones y las prácticas “que interrumpen las narrativas coloniales, revalorizan información local y atañen a problemáticas a escalas nacionales”. Así mismo, se pretende recompensar más a las colaboraciones equitativas, con participación de diferentes actores locales.
Para ello, sugieren promover en las investigaciones la inclusión de mujeres negras e indígenas, las personas trans, en situación de discapacidad y las que provienen de entornos familiares y comunidades empobrecidas en el diseño de nuevas políticas científicas y de conservación.
Así lo expone Orlando Acevedo-Charry, uno de los autores y estudiante doctoral en la Universidad de Florida (Gainesville, EE. UU.): “En nuestra disciplina existen brechas enormes de representatividad, por ejemplo, de mujeres, y esa inequidad es aún mayor en otros grupos, como comunidades indígenas y negras, personas LGBTQ+ o discapacitadas. Es muy esperanzador ver ornitólogas latinas en posiciones de liderazgo, dando el ejemplo de cómo podemos trabajar, como también conversar con colegas del norte global que están rompiendo las brechas del idioma, y que quieren en verdad colaborar en paridad con profesionales de nuestra región”.

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