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Medio Ambiente

La difícil reinserción de los monos huérfanos de Gabón a la vida salvaje

El Centro de Primatología (CDP) acoge a 350 monos de nueve especies.

El Centro de Primatología (CDP) acoge a 350 monos de nueve especies.

Foto:AFP

Distintas organizaciones trabajan en África para que estas especies estén con sus iguales.

En Gabón, un pequeño país de África Central cubierto casi completamente de selva tropical, el mandril, así como el gorila y el chimpancé, son especies protegidas.
La ley prohíbe su caza, captura, venta o posesión. Sin embargo, su carne sigue siendo muy codiciada y muchas familias los tienen como animales de compañía; habitualmente, crías que los cazadores furtivos prefirieron no vender y se las dieron.
“El mandril es una especie de primate emparentado con los babuinos, y más estrechamente con el dril. Con un peso de hasta 55 kilos, y exceptuando a los simios, son los monos más grandes del planeta. Su área de distribución va desde el oeste de las zonas tropicales de África hasta el Congo”, explica el portal de National Geographic.
La organización agrega: “Este colorido animal destaca por su rostro azulado y rojizo, que se presenta en un tono más apagado en las hembras. El color de su trasero, también azulado y rojizo, tiene como finalidad ayudar al grupo a mantenerse unido entre la densa vegetación de la selva, facilitando la visibilidad”.
Además, la alimentación de estos primates “incluye plantas, insectos y otros animales. Su depredador natural es el leopardo y su hábitat está siendo reducido por el aumento de zonas agrícolas en Camerún, además de ser cazados por su carne, lo que supone una gran amenaza para esta especie”, agrega el portal.
Esta especie de primate actualmente aparece como amenazada y en estado ‘vulnerable’, en la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
“Se considera prioritario llevarlos a lugares para su rehabilitación, lo que contribuye a mejorar sus condiciones de vida en el marco del cautiverio”, asegura Save Gabon’s Primates (Salven a los primates de Gabón).
Esta es una organización sin fines de lucro que vela por protección y conservación de animales. Centra sus medios de acción en la protección de los primates en Gabón.
Sus objetivos son la rehabilitación, el bienestar animal, la conservación y la relación humano-animal.
Thierry Tsoumbou, un veterinario de 34 años, jefe del proyecto de rehabilitación de Save Gabon’s Primates, tiene como objetivo sensibilizar a la población sobre la suerte de estos animales.

Momentos de tensión

En Moanda, 700 km al oriente de la capital, Libreville, el veterinario conversa con el propietario de dos mandriles. Una decena de hombres los rodean, desconfiados y nerviosos.
“He venido a buscar a sus monos. La ley prohíbe desde 2003 tenerlos en casa. Si no, las autoridades vendrán a recogerlos por la fuerza y usted tendrá que rendir cuentas”, le explica Tsoumbou, iniciando una ardua negociación.
“¿Cuánto nos da?”, pregunta el dueño de los monos, a lo que el activista responde que “no damos dinero” y que lo que hacen es “por su bien y por el del animal”. Pero el propietario contesta que, si no quieren comprarlos, prefiere soltarlos en el bosque.
“Ya no están acostumbrados al bosque. Si los suelta, morirán. Y esos animales pueden transmitir enfermedades graves. ¿Recuerda el ébola? La enfermedad se transmitió al hombre por el mono...”, le contesta el veterinario, dispuesto a no rendirse.
“Y cuanto más crezcan, más agresivos e incontrolables se volverán”, agrega.
La tensión es palpable. La esposa llora a lágrima viva, sintiendo que muy pronto tendrá que despedirse de Lucien y Lucienne, como los ha llamado.

No son animales domésticos. Necesitan vivir en grupo en la selva

Mientras los dos hombres hablan, los mandriles corren por su zona de juegos: un garaje a cielo abierto donde hay varios chasís de camiones.
Unos adolescentes los persiguen, los agarran por los brazos, se los echan al hombro. “Esto es sobre todo por su bien”, retoma Tsoumbou. “No son animales domésticos. Necesitan vivir en grupo en la selva”.
“¡Váyanse! ¡O dennos una indemnización!”, lanza el propietario. El veterinario obedece, pues solo el Ministerio de Aguas y Bosques tiene competencia para requisar a los animales.
La infracción puede ser castigada con varios meses de cárcel y hasta 10 millones de francos CFA (18.600 dólares) de multa. Pero pocas veces se aplican las penas y la amenaza suele convencer a los delincuentes.
Pero en el último momento el propietario cambia de opinión y hace frenar el vehículo de Tsoumbou, cuya organización lleva los mandriles al Centro de Primatología (CDP) del Centro de Investigación Interdisciplinar de Franceville (CIRMF), a unos 60 kilómetros.
Ahí comienza el largo camino de estos dos monos hacia un hipotético retorno a la vida salvaje.

La reinserción

Los animales son sometidos a una cuarentena en el CDP para ver si son portadores de enfermedades como el ébola, hepatitis, tuberculosis o sida.
El veterinario explica que “la primera razón es el riesgo para la salud. Porque estos animales, como son genéticamente cercanos a nosotros, son nuestros primos y tienen patologías que nos pueden transmitir, y nosotros tenemos patologías que también les podemos transmitir”, dice.
“Entonces, por su propio bien, y el bien de la población, lo ideal sería que tengamos una barrera, que evitemos el contacto entre estos animales y nosotros”, asegura el veterinario Tsoumbou.
“El objetivo no es mantenerlos aquí. Es un centro de investigación. Están aquí, vienen aquí durante tres o cuatro meses, aproximadamente 45 días, para la cuarentena”, afirma Cantona Laurant, cuidador de animales del CDP.
De hecho, “por ser monos que han estado con personas y son los portadores de virus y enfermedades, pasan por un periodo de cuarentena y después son enviados a santuarios”, sostiene el cuidador.
Luego, los huérfanos aprenden o reaprenden los comportamientos de su especie con cuidadores. “¡Hola, pequeños!”, les saluda tiernamente Dimitri Mboulou, jefe de la enfermería.

Por ser monos que han estado con personas y son los portadores de virus y enfermedades, pasan por un periodo de cuarentena y después son enviados a santuarios

“Soy yo, no tengan miedo”, agrega. Tiende amorosamente el biberón a dos pequeños chimpancés, cuya madre fue abatida por cazadores. “Les enseño a despertar a la vida, como si fuera un poco su mamá”, explica.
Tras la fase de aislamiento, los pequeños se reúnen con sus congéneres y descubren las relaciones sociales que cimientan la comunidad en la que ahora vivirán, indispensables para sobrevivir en un entorno salvaje.
“Cuando un particular compra un bebé chimpancé, apoya la masacre de todo su grupo, es decir, de una quincena de individuos”, subraya Pauline Grentzinger, veterinaria del Parque Natural de la Lekedi.
En este santuario cercano a Franceville se lleva a cabo la última fase de readaptación, un régimen de semilibertad donde los animales son vigilados hasta su eventual reinserción en el medio natural.
“Hace falta un grupo viable, sin animales enfermos, en una zona que podamos vigilar, sin cazadores furtivos, sin otro grupo de chimpancés ni hombres cerca”, explica Grentzinger. Una apuesta muy arriesgada, que pocas veces resulta exitosa en Gabón.
El CDP acoge a 350 monos de nueve especies. “Cada año, se recuperan más de cincuenta sin ni siquiera pretenderlo, y esto no es más que la punta del iceberg”, indica Barthélémy Ngoubangoye, presidente de la asociación.
“Puesto que sus antepasados siempre cazaron, los habitantes consideran que no hay nada de malo en ello y que la conservación de estas especies en peligro es un problema de los occidentales”, lamenta el veterinario.
ADRIEN MAROTTE
AFP

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