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Medio Ambiente

El hombre que revolucionó la forma como entendemos la naturaleza

Alexander von Humboldt hablando con uno de los indígenas en Turbaco (Colombia), de camino a Bogotá y hacia el río Magdalena. En la capital se conoció con el botánico José Celestino Mutis.

Alexander von Humboldt hablando con uno de los indígenas en Turbaco (Colombia), de camino a Bogotá y hacia el río Magdalena. En la capital se conoció con el botánico José Celestino Mutis.

Foto:iStock

Se celebran 250 años del natalicio de Alexander von Humboldt ¿Dos siglos después sus ideas importan?

Una corriente que transcurre frente a la costa de Chile y Perú, monumentos, parques, montañas, géiseres, cabos, ríos, cataratas, pueblos, calles, plantas y animales le rinden tributo a su nombre. Alexander von Humboldt revolucionó la ciencia de su época de distintas maneras; siempre entendiendo el mundo en su totalidad, sin piezas aisladas o desconectadas, sino todas entretejidas y en constante interacción, como en una gran red.
Alexander von Humboldt nació el 14 de septiembre de 1769, en una familia acomodada de la aristocracia prusiana. Desechó las comodidades y una vida de privilegios para, literalmente, salir a explorar y entender cómo funciona el mundo. Aunque creció entre observaciones detalladas y mediciones rigurosas, al poco tiempo de dar inicio a sus aventuras por Latinoamérica –donde estuvo cinco años recorriendo más de 10.000 kilómetros y cargando con 42 grandes instrumentos científicos traídos desde Europa y forrados en terciopelo–, entendió que la naturaleza es más que números y teorías, se trata de “un conjunto vivo” que “debe experimentarse a través del sentimiento”. “Lo que se dirige al alma –comentaba– se escapa a nuestras mediciones”.
Decir eso hace más de 200 años era una verdadera controversia. Mientras el resto del mundo miraba a la naturaleza como un sistema mecánico que funcionaba según el plan de Dios para el uso y dominio del hombre, Humboldt se sentía parte de ella, no su dueño y señor. Era consciente de que cada organismo, por más pequeño que fuese, representaba una ficha clave de este entramado. Y si todo estaba unido, pensaba, no se podía estudiar desde una sola mirada sino desde distintas dimensiones; desde la botánica, geología, zoología, antropología, etnografía, arte y política.
“Nicolás Copérnico nos mostró nuestro sitio en el universo, Isaac Newton explicó las leyes de la naturaleza, Thomas Jefferson nos dio algunas de nuestras ideas de libertad y democracia, y Charles Darwin demostró que todas las especies descienden de un antepasado común. Pero Humboldt nos brindó nuestra concepción de la naturaleza. Lo irónico es que sus ideas son ya tan obvias que nos hemos olvidado del hombre que las forjó”, afirma Andrea Wulf, profesora en el Royal College of Art de Londres y autora de 'La invención de la naturaleza', quien estuvo en Colombia hace unas semanas.

Humboldt nos brindó nuestra concepción de la naturaleza. Lo irónico es que sus ideas son ya tan obvias que nos hemos olvidado del hombre que las forjó

Al “pequeño boticario”, como le llamaban de niño cuando llegaba a casa con los bolsillos a reventar de bichos, piedras, plantas y semillas, se le atribuyen muchas cosas. Humboldt, por ejemplo, inventó las isotermas (las líneas de temperatura y presión que se ven en los mapas del tiempo), fue el primero en explicar las funciones fundamentales del bosque (su capacidad de almacenar agua, generar humedad, proteger los suelos de la erosión y producir un efecto de enfriamiento), el primero en hablar sobre el cambio climático provocado por el hombre –¡hace dos siglos!– y uno de los precursores en fusionar la ciencia con la estética a través del uso de infografías y mapas tan detallados sobre múltiples temas como la distribución de las plantas (con datos sobre temperatura, humedad, altitud y presión atmosférica), las conexiones subterráneas de los volcanes, el transporte de los metales a través de los continentes, el magnetismo de la Tierra o el origen de las razas humanas.
“Humboldt es importante por muchas razones. Él creía en la colaboración internacional entre científicos, tenía un sentido de la justicia social increíble y una imagen completa del mundo. Nos enseñó que hay que aprender a comunicar la ciencia correctamente, involucrarnos con la gente local, empoderarlos y alfabetizarlos científicamente porque la ciencia debe ser democrática. La información es poder”, le dice a EL TIEMPO Sarah Darwin, botánica y tataranieta del naturalista inglés Charles Darwin, a su paso por Bogotá.
“Sin Humboldt nunca hubiera habido un Darwin. Estoy casi segura de que él jamás habría abordado el buque de la Marina Real británica Beagle, a los 22 años, sino fuera por el libro 'Personal Narrative' que escribió el alemán”, cuenta Sarah. “Darwin lo admiraba e idealizaba tanto, lo amaba tanto, que escribió esto de él: ‘En este momento estoy solo en condiciones de leer a Humboldt. Él, como otro sol, ilumina todo lo que contemplo’. Eso dice mucho”, me lee.
Darwin buscaba en los textos de Humboldt ejemplos sobre los antepasados comunes, lo que luego lo llevaría a escribir 'El origen de las especies' y crear un árbol de la vida del que proceden todos los organismos.
Ilustración de un mono cajao.

Ilustración de un mono cajao.

Foto:Florilegius/SSPL/Getty Images.

Solo se protege lo que se ama

De los muchos viajes que hizo Alexander von Humboldt, el primero y más importante para el naturalista fue al Nuevo Mundo, sin duda alguna. Gracias a un pasaporte que le dio el entonces Rey de España, se le había autorizado estudiar las colonias de Sudamérica y Filipinas, siempre y cuando él se financiara su periplo y enviara muestras de flora y fauna al gabinete y al Jardín Real, un privilegio que había sido exclusivo de los militares y de la misión católica romana. Humboldt y su gran amigo, el médico francés Aimé Jacques Bonpland, arribaron a Cumaná (Venezuela) en julio de 1799. Ese día el termómetro marcó 37,7 °C.
Para Wulf, las ideas del que considera “el padre del ambientalismo y la ecología” siguen latentes dos siglos después y es “momento de reivindicarlas”.
- Los libros y las conferencias de Humboldt eran accesibles a todos los públicos. Él aterrizaba el lenguaje científico, que es tan engorroso a veces ¿será que eso es lo que está fallando ahora? ¿Tal vez por eso no hay la suficiente apropiación y respeto por la naturaleza?
- A veces me deprime ver el desastre en el que estamos metidos como humanidad. Y me deprime más saber que Humboldt habló de estos temas hace más de 200 años. Ahora más que nunca siento que sus ideas son relevantes por ser interdisciplinarias. No nos van a dar la solución a los problemas actuales, pero sí son una inspiración. Él creía en la importancia de compartir el conocimiento, democratizarlo, porque la información es poder. Es un símbolo para repensarnos como sociedad.
—¿Qué tan revolucionarias eran sus ideas sobre “sentimientos” e “imaginación” versus ciencia? ¿Y qué tanto cree que nos estamos alejando de ellas?
—Eran muy revolucionarias. Humboldt sabía que teníamos que entender la naturaleza para protegerla. Y yo creo que los debates ambientales no pueden quedarse enfrascados en estadísticas y puntos de inflexión. Para explicar los efectos del cambio climático en los océanos, por ejemplo, hay que hablar también del color, de las olas, del viento pegando en la cara, de la belleza y la magia de la naturaleza para así lograr que la próxima generación, si no fue esta, se enamore. Humboldt entendió que solo se protege lo que amamos.
Pero, también es cierto que, aun entendiendo los problemas actuales, menos Donald Trump y Jair Bolsonaro que parece que no lo hacen, nos gusta vivir en la comodidad y le dejamos la responsabilidad a un puñado de científicos e ingenieros, porque somos perezosos para tomar acciones. Nos lavamos las manos.
‘Naturgemälde’, uno de los aportes más importantes de Humboldt a la cartografía. Es una clasificación de la flora según su piso térmico. Tamaño: 90 × 60 cm.

‘Naturgemälde’, uno de los aportes más importantes de Humboldt a la cartografía. Es una clasificación de la flora según su piso térmico. Tamaño: 90 × 60 cm.

Foto:Cortesía: Universidad Javeriana

—Me conmovieron mucho las ilustraciones de los viajes de Humboldt, especialmente una en la que él está hablando con un indígena en Turbaco, Colombia. Era una relación de iguales ¿verdad?
—Son maravillosas y hermosas. Cuando vi todos sus mapas, dibujos y diarios tuve una epifanía, sentí que entendía su mente. Sus observaciones científicas iban cargadas de una descripción poética del paisaje. Y es que en Suramérica comprendió que la naturaleza es un organismo vivo. A diferencia de otros europeos, Humboldt no pensaba que los indígenas fueran bárbaros, sino que admiraba su cultura y lenguas. Quería aprender de ellos todo el tiempo y decía que eran “los mejores geógrafos y observadores de la naturaleza que había visto”. Su única frustración era la cadena de traducciones que tocaba hacer y le preocupaba que se distorsionara el significado de las cosas.
—¿Cómo lo definiría?
—Creo que la mejor palabra es inquieto. Increíblemente inquieto. Siempre llevando su cuerpo y mente al límite. Aunque podía ser soberbio y chismoso a veces, al mismo tiempo reconocía con humildad que todavía le quedaba mucho por aprender. Vivía ocupado y definitivamente no tenía tiempo para la gente estúpida (bromeaba diciendo que primero llega la sordera y luego la imbecilidad). La única manera de sobrevivir a ese ritmo era tomando muchísimo café (concentrado y con azúcar).

Alexander von Humboldt criticaba el colonialismo y la esclavitud y apoyaba las revoluciones de Latinoamérica (conoció a Simón Bolívar), pero también fue chambelán de dos reyes de Prusia

—¿Alguna frustración?
—Yo creo que la principal fue no haber podido ascender el Himalaya, por la vejez. Y no haber explorado Norteamérica lo suficiente.
—¿Era gay? Usted no profundiza este tema en su libro pero hay apartados de cartas en las que Humboldt confesaba su amor “eterno” y “ferviente” a otros hombres. Con frases como “estaba atado a ti como con cadenas de hierro” o “puedes darme órdenes como a un niño y siempre me encontrarás obediente y sin protestas”.
—La mayoría de historias sobre su orientación sexual parecen indicar que era gay, pero no lo sabemos realmente. Sí sabemos que tuvo relaciones muy intensas con hombres pero no si se consumaron físicamente. Se refería a Bonpland como “una buena persona” y que solo era un colega científico, entonces queda la duda de cuáles eran las otras relaciones y porqué hacía tanto énfasis en eso.
El naturalista tenía tantas ideas revoloteándole en la cabeza que al propio Humboldt le costaba organizarlas. Escribía en todas las direcciones y sobre distintos temas al mismo tiempo que sus apuntes parecían un enramado de planteamientos indescifrables, con dibujos, descripciones, opiniones, cálculos, reflexiones, preguntas así mismo, esbozos y referencias. Añadía tantas nuevas ideas en las márgenes de las hojas como le iban surgiendo, que, al final, sus notas eran un 'collage', un reflejo de cómo funcionaba su mente curiosa y sedienta de más información. Cuando se le acababa el papel, cuenta Wulf, no tenía más remedio que usar la mesa de su casa para seguir escribiendo. La tabla de madera terminaba llena de garabatos.
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Foto:javrr

Perturbando el orden

El 23 de junio de 1802, Humboldt y tres acompañantes se hallaban escalando el Chimborazo, en Ecuador. Según retratan la escena, el viento helado de este volcán inactivo, de casi 6.400 metros y considerado el más alto de entonces, les había adormecido las manos y las filosas rocas habían destrozado las suelas de sus zapatos, por lo que los pies les empezaban a sangrar con cada paso de plomo que daban. Sin embargo, el explorador, de 32 años, no solo subió con una vestimenta inapropiada para semejante hazaña, sino que lo hizo cargando un equipaje que tenía un barómetro, un termómetro, un sextante, un horizonte artificial y un cianómetro para medir el azul del cielo. Cuando las nubes se despejaron, Humboldt contempló feliz el horizonte. Él cambió.
Varias décadas después, sus anotaciones y cartografías de este lugar sirvieron para comprobar que el calentamiento global está cambiando de sitio a las plantas tropicales del Chimborazo. Según una investigación publicada en la revista estadounidense 'PNAS', la vegetación se ha desplazado más de 500 metros hacia arriba, a zonas donde antes no podían proliferar. El aumento en la temperatura del planeta, una población más densa y la introducción de extensos campos de cultivo, son algunas de las causas.

La naturaleza es un conjunto vivo que debe experimentarse a través del sentimiento. Lo que se dirige al alma –comentaba– se escapa a nuestras mediciones

Pero fue en el lago Valencia, en Venezuela, donde Humboldt entendió cómo el hombre estaba transformando los ecosistemas (aunque no usara esta palabra en aquel momento). Llegó a la conclusión de que la tala de los bosques circundantes y la desviación de los surcos de agua para regar cultivos, habían modificado el paisaje. Los primeros colonos habían diezmado la floresta. Las montañas que antes estaban cubiertas de selva, ahora lucían peladas luego de que las lluvias barrían el suelo. Advirtió que “el mal comportamiento” de los seres humanos estaba interfiriendo en el clima, lo que podría tener consecuencias devastadoras para “las futuras generaciones” y “perturbar el orden”.
Era un visionario. Hoy sabemos que los humanos somos los principales causantes del calentamiento global. El 2018 fue el cuarto año consecutivo más caliente desde que se tienen registros y, de no tomar acciones urgentes y sin precedentes, experimentaremos un aumento significativo en el nivel del mar, un océano Ártico sin hielo en el verano, la pérdida total de los arrecifes de coral, grandes migraciones, luchas sociales por recursos como el agua y la tierra, la propagación de enfermedades y una extinción masiva de especies.
¿Qué diría Humboldt si presenciara este momento? ¿Nos hemos olvidado de sus ideas?
TATIANA PARDO IBARRA
Twitter: @Tatipardo2
tatpar@eltiempo.com
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