Con las medidas de confinamiento adoptadas por los gobiernos para evitar la propagación del virus, la delincuencia está tomando el control de algunas regiones. Esta es una de las preocupaciones de Gunter Pauli, pensador belga y creador del concepto de economía azul, la cual propone la producción basada en el potencial local y que aproveche los desechos.
“Los políticos que pretenden ‘salvar a los pobres’ realmente se los están entregando a las mafias”, dice. Por eso, asegura que es necesario corregir el rumbo y promover medidas que garanticen las necesidades básicas. Por ejemplo, dice, abolir la ley que prohíbe a los agricultores resembrar sus semillas.
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Este activista y emprendedor belga, líder de la red mundial Zero Emissions Research and Initiatives (Zeri), se ha dedicado al desarrollo de fábricas de productos de limpieza con cáscaras de mandarina. A impulsar la creación de redes de internet LiFi, que funcionan con un bombillo. A cosechar hongos comestibles a partir de desechos del café. Con iniciativas de este tipo, su objetivo es entregar soluciones sostenibles a través de proyectos que utilicen productos localmente disponibles y que persigan el máximo bienestar común.
En plena pandemia, la innovación es más necesaria que nunca, considera Pauli. En este sentido, es necesario inspirar a los emprendedores con un portafolio de oportunidades y aprovechar los recursos que tienen disponibles localmente. “Por ejemplo, la biomasa que genera una plantación de palma africana puede generar una producción de 5.000 toneladas de hongos comestibles al mes. Con esto podemos montar indirectamente un gran negocio de hongos comestibles”.
Desde Bogotá, donde pasa la cuarentena por asuntos familiares, Pauli habló con EL TIEMPO sobre los problemas que enfrenta hoy un mundo en crisis como consecuencia del modelo económico.
¿Cómo evalúa la decisión de confinar a las personas como medida de protección?
Con frecuencia debemos revisar los impactos no intencionales de ciertas decisiones. Como las estadísticas del virus se están acumulando, parece que la clase política no es consciente de que los daños no intencionales “para proteger a la gente” superaron el daño potencial de pérdida de vidas por coronavirus.
En el contexto actual hay 135 millones de personas sufriendo de hambre. El miedo ha hecho que las madres no vayan al médico y su tasa de mortalidad aumentó 33 %. Tenemos las peores cifras de mortalidad infantil desde 1960. Sin querer, estamos matando a millones de personas. ¿Por qué prolongar un confinamiento tan restrictivo?
¿Qué otro daño colateral ha traído esa decisión?
No estamos protegiendo a la gente pobre del virus, sino la estamos entregando a la mafia. Estas organizaciones criminales están perdiendo su negocio, extorsiones, droga y prostitución, pero se están reorganizando de manera extraordinaria. Está pasando en Italia, en Tailandia, en Colombia. Un estudio del Parlamento Europeo dice que estamos volviendo a un mundo controlado por mafias. Vemos una entrega ciega de la economía, de gente al margen de la sociedad, a los delincuentes.
¿Cómo combatir el desempleo y el pronóstico de PIB a la baja que deja la crisis?
La situación es complicada. El PIB va a bajar, en algunas regiones, hasta el 30 %. Es la primera vez en la historia que inmovilizamos al mundo. Tenemos que repensar las necesidades básicas y generar una nueva economía en la periferia. La estrategia tiene que ser agua, alimento y vivienda.
Colombia es uno de los pocos países en donde los campesinos no pueden guardar las semillas. Hay que acabar con esta ley, tenemos que darle a la gente semillas para que armen su huerta y cultiven sus productos. Exijo como activista, para el bien común, que se cancele esta ley de inmediato y que haya una estrategia para centrarse en la producción local.
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Si el presidente Duque hace esta iniciativa y detiene la entrega de comidas preprocesadas, empacadas en plásticos y aluminios, el panorama será distinto. Cuando un millón de personas recibe semillas en un par de semanas tiene comida. La gente se activa, se generan cooperativas. En Colombia la gente no debería morir de hambre.
¿Desde qué perspectiva los emprendedores podrían combatir la crisis económica?
Estuve en conversación con empresarios de Magdalena. La crisis es dramática: se calcula que el 85 % de jóvenes menores de 26 años está sin empleo. El subsidio y la delincuencia son opciones, por supuesto. Pero mi propuesta es generar con empresarios de la región una zona franca de innovación, en donde se no se apliquen las reglas, y trabajar para el bien común. Es necesario unir a empresarios pequeños y medianos para que puedan innovar, hacer algo diferente y creativo. Se necesita establecer un portafolio de oportunidades y decidir cuáles dan resultados a corto plazo. El objetivo debe ser inspirar a emprendedores, la gente debe saber que hay oportunidades.
¿De qué tipo?
Un ejemplo: la red internet de Bogotá no aguanta la demanda. Según la ministra de Comunicaciones, la alternativa es el 5G. Pero eso es para ricos, para gente que puede permitirse un Rolls Royce. Esta no es época de promover Rolls Roys.
Con la Universidad Industrial de Santander vamos a lanzar internet por luz, que funciona con una bombilla. Es una nueva tecnología en la que Francia es líder. ¿Por qué no es la tecnología preferida de Claro o ETB? Ellos pagaron licencias de 5G. Pero estamos en crisis y la innovación no solo es agua y vivienda, también es comunicación.
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Estas son las iniciativas que se necesitan y que tienen un elemento importante: el bien común. No estoy en contra del 5G. Estoy a favor de algo más al alcance de todo el mundo.
Tenemos que pensar en acciones simbólicas que demuestren la transformación a una sociedad más justa y más transparente
¿Qué se necesita para migrar a una economía que beneficia a todos?
Tomemos el caso de internet. Es obvio que cuando un gobierno vende una licencia de 5G por mil millones de pesos su alcance está limitado a un par de empresas. Pero una estructura en la que el bombillo es la conexión de una familia con el mundo es más democrática. Tenemos que pensar en acciones simbólicas que demuestren la transformación a una sociedad más justa y más transparente, donde el acceso a la oportunidad económica sea compartido. Por ejemplo, por la semilla que podemos repartir gratis o la bombilla que nos da la conectividad.
Si el Gobierno hace una campaña de semilla y bombilla, hay una transformación fundamental de la economía. Lamentablemente en este momento no veo esta lógica, sino una de virólogos que miden distancias y veo a una mafia imponiéndose.

Mina de phosphates de Marruecos que será la sede de la fábrica de papel piedra.
Cedidas por Gunter Pauli
¿Qué desafíos tiene desarrollar una conciencia de consumo local?
La economía que hemos promovido durante los últimos 50 años dicta que quien se lleva el mercado es el más barato. Para ser el más barato, no hay otra opción sino explotar a los obreros y no cuidar el medioambiente. Hemos impuesto un modelo económico que destruye el tejido social y el tejido ecológico. La responsabilidad corporativa social y los reportes ambientales han dado cero resultados. La biodiversidad se disminuye, la pobreza aumenta. Estamos haciendo algo mal y tenemos que cambiarlo.
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En mi libro La economía de la felicidad hablo de seis casos con los que en los últimos 30 años logramos generar una economía de pleno empleo y sacamos la gente de la pobreza en una generación.
¿Cómo lo lograron?
Generando valor agregado con lo que está localmente disponible. Tenemos más de 300 empresas en el mundo creadas con cáscaras de mandarina, que sirven para hacer productos de limpieza. ¿Que cuánta plata se necesita para arrancar? La cáscara es gratis. Se ponen en 100 botellas de vidrio, se les dedica un mes para hacer el producto y se vende luego a gente alrededor. Eliminamos casi todo el empaque. Esta es la nueva economía: la de lo local.
El poder de compra no es que unos ganen más plata. Es quitar la necesidad, por ejemplo, de comprar productos de limpieza. Así, tengo más qué hacer con la plata que me sobre. Si compro en Amazon, la plata sale de Colombia y no vuelve. Si compro vinagre a mi vecino, se queda en la economía local. En tiempos de crisis se necesita circular plata más rápido en la economía local. A más velocidad, más valor agregado. La economía crece y la sociedad es más resiliente.
Usted ha reiterado la necesidad de actuar. ¿Cuál cree que es la dificultad para ejecutar proyectos?
Es una crítica directa a la educación. Los jóvenes de hoy tienen afán de acumular diplomas y no asumir responsabilidades. Hemos creado un ambiente en donde la juventud está demasiado protegida de la necesidad de trabajar. Hemos impuesto una disciplina cartesiana de análisis que deriva en que no hay acción. Por eso, lo más importante es la inspiración. Cuando la gente se entusiasma actúa.
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En Marruecos, por ejemplo, hay minería y tienen el problema del polvo en el aire, el mismo que en La Guajira. La buena pregunta para hacerse es qué hacer con ese polvo. En plena crisis de coronavirus montamos a corto plazo la primera fábrica de papel piedra. Marruecos exporta frutas y verduras, empacadas en cartón ondulado importado. Este papel piedra, que se produce sin una gota de agua, va a sustituir 400.000 toneladas de cartón al año y generará 14.000 empleos. El sector minero de Colombia podría complementarse con una industria así.
Los jóvenes de hoy tienen afán de acumular diplomas y no asumir responsabilidades. Hemos creado un ambiente en donde la juventud está demasiado protegida de la necesidad de trabajar
¿Ve con optimismo el futuro pospandémico?
Si la política de hoy sigue firme con la estrategia que han escogido, será un drama social, un drama mental, un drama económico y un drama humano. Si la política sigue ciega, como es en este momento el caso, y no escuchan en dónde está la oportunidad de superar la crisis, no habrá renacimiento. No podemos aguantar esa gestión de la situación mucho más. Si hay un compromiso con el bien común de transformar el miedo en un ambiente de resiliencia, puede ser un renacimiento sin igual.
NATALIA NOGUERA
monnog@eltiempo.com
REDACCIÓN VIDA
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