En un estudio publicado por las Naciones Unidas, llamado Del conflicto a la construcción de la paz: el papel de los recursos naturales y el ambiente, se advierte que en los últimos 25 años, por lo menos 18 conflictos armados internos en el mundo se han exacerbado por luchas en torno a recursos naturales, que pueden ser la causa de la disputa, la fuente de financiamiento, las víctimas o beneficiarios de la confrontación.
Por ejemplo, en Angola, Camboya, Costa de Marfil, Liberia y Sierra Leona los recursos madereros, el cacao y los minerales –especialmente diamantes– han sido utilizados para financiar y prolongar el conflicto armado. En el caso colombiano, el segundo país más biodiverso del planeta, no es de sorprender que la riqueza natural haya contribuido al sostenimiento de la guerra durante cinco décadas por medio de actividades legales e ilegales.
Lugares de difícil acceso, selvas densas que sirven como refugio para los actores armados, animales y frutos para la alimentación, madera para hacer fuego y construir campamentos, plantas que sirven como colchón. Son varias las ventajas de la geografía colombiana y, si bien las Farc no manejaban una política ambiental altruista, sí consolidaron algunas normas, manuales, que ayudaron a conservar ciertos ecosistemas.
La guerra, calcula el Departamento Nacional de Planeación (DNP), ha ocasionado la deforestación de 3 millones de hectáreas de bosque –un área similar a Bélgica–; 4,1 millones de barriles de petróleo derramados; 1,5 millones de hectáreas de suelo degradadas y 60 por ciento de las fuentes hídricas del país afectadas por extracción ilícita de minerales y derrames de crudo.
EL TIEMPO habló con Carlos Carreño, alias ‘Sergio Marín’. Bogotano y economista de la Universidad Nacional. Militó durante 22 años en las Farc y hoy es candidato a la Cámara por Bogotá de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Es uno de los voceros ambientales de este grupo, que hoy hace parte de la arena política del país.
¿Cuál cree que fue el principal rol que jugó el medio ambiente en 52 años de conflicto armado?
La práctica del trasegar nuestro por distintas regiones del país nos llevó a comprender de forma muy directa, no solo el potencial que tiene Colombia en términos de su riqueza natural, sino tantos intereses puestos en quedarse con la misma. Es un botín. Y, de cierta manera, nuestro papel, sin que fuera nuestro objetivo fundamental, terminó siendo el de cuidadores y preservadores de esa riqueza.
Eso, en medio de un conflicto armado sumamente violento, nos permitió compartir con las comunidades esa dicotomía que hay entre el anhelo de los campesinos por cuidar la biodiversidad de los territorios en donde viven, y al mismo tiempo la necesidad urgente de mejorar sus condiciones de vida. Eso siempre hacía que existiera una tensión, una contradicción que no era fácil de manejar.
¿Qué tipo de reglas ambientales tenían en el interior de las Farc?
No era tanto que nosotros prohibiéramos como organización sino, en una especie de diálogo con las comunidades, se elaboraban unos manuales de convivencia en los que nos poníamos de acuerdo entre todos. Por ejemplo, en el sur del Meta la gente determinaba que no se podía tumbar selva a 30 metros de caños pequeños, a 50 metros de caños más grandes y a 100 metros de los ríos principales. Nosotros simplemente nos encargábamos de hacerlo cumplir. Lo mismo pasaba con la pesca con dinamita porque los alevinos mueren y, al transcurrir el tiempo, afecta el número de animales y, por consiguiente, la seguridad alimentaria de las personas. O la caza de animales solo era aceptable para consumo doméstico. La gente podía cazar un cachicamo o una danta pero nunca para vender la piel o tranzar con esas carnes que tienen un precio alto en el mercado.
Se elaboraban unos manuales de convivencia en los que nos poníamos de acuerdo entre todos
¿Qué tipo de sanciones ponían cuando estas normas no se cumplían?
Multas monetarias que se le pagaban a la junta de acción comunal o decomisábamos los artefactos utilizados. Y, en caso de incidencia, tenían que reforestar, colaborar con el arreglo de un camino, o limpiar la yerba.
Usted habla de que fueron cuidadores del ambiente, pero éste también fue una víctima más de sus acciones: la voladura de oleoductos, la minería ilegal o los cultivos ilícitos...
Lo primero que hay que tener en cuenta es que las Farc no es una organización que haya nacido para proteger bosques. No es ese el sentido. Por ejemplo, si operas en el departamento del Guaviare en 1981 y resulta que la carretera entre Villavicencio y San José del Guaviare era una trocha, casi intransitable, pues era prácticamente imposible que los campesinos pudieran vivir de productos agropecuarios normales. Pensar que alguien podía vivir vendiendo yuca es una mentira. No había ni cómo transportarla ni a quién vendérsela.
Hay que tener en cuenta es que las Farc no es una organización que haya nacido para proteger bosques
Uno de los aspectos que permitió la expansión de los cultivos de uso ilícito fue que era el único producto que en esas regiones le permitía al campesino obtener algún ingreso económico, entre otras, bajo la base de un modelo capitalista: al campesino le entregaban la semilla, le entregaban un capital dinero y le compraban la producción en la puerta de la finca. Tenía todas las garantías. ¿El costo? Tumbar selva para sembrar coca.
Y ahí se presentó una contradicción. La historia es clara en decir que las Farc se opuso a los cultivo de coca desde finales de los 70 hasta mediados de los 80 porque considerábamos que era una actividad que iba a degenerar el tejido social, lo cual pasó.
¿Cree que la afectación que ha tenido la guerra en el medio ambiente ha sido significativa?
La guerra, está claro, ocasionó una devastación en términos medio ambientales, hay que reconocerlo, pero la principal afectación no está en el conflicto. El daño que hacen las compañías petroleras, que basan su negocio en la utilización de todos los recursos a su disposición para obtener el petróleo, o la explotación de recursos minero-energéticos, es muchísimo mayor a lo que ocasionaba el conflicto.
Es más, uno diría que, el hecho de que nosotros ya no operemos como fuerza militar en ciertas zonas del país, está aumentando la deforestación. Nuestra presencia evitaba que esas regiones se devastaran totalmente y que las compañías multinacionales entraran a arrasar con todo lo que encuentran a su paso.
¿Entonces son las compañías petroleras los principales enemigos del medio ambiente?
Sin lugar a dudas. La primera afectación es el agua y eso cualquier comunidad campesina alrededor de un pozo petrolero lo puede testificar. Y de allí en adelante se puede decir mucho más…
Con la voladura de oleoductos se contaminaban cuerpos de agua. Decenas de familias eran afectadas.
Hay que reconocer que esa es una acción que solo se puede explicar en el marco de un conflicto y tiene que ver, no solo con razones de orden ecológico sino con que el petróleo se lo llevan, se lo roban, cuando tiene que estar al servicio del pueblo colombiano. Era una acción que tenía legitimidad en un momento del conflicto.
Ahora, la aspiración es que el final de la confrontación evite que ese tipo de cosas sigan sucediendo.
¿Cuáles cree que son las zonas más amenazadas tras la firma del Acuerdo?
Todos los Parques Nacionales Naturales y las reservas forestales. La Serranía de La Maracerna y Chiribiquete, por ejemplo. Estos lugares están acorralados.
¿Qué participación estarían dispuestos a tener para restaurar ecosistemas degradados?
Sobre la base de que sean propuestas serias, económicamente viables y que les garanticen a las comunidades una mejoría en sus condiciones de vida, nosotros estaríamos dispuestos a apoyar procesos organizativos, de articulación, en los que sean las propias comunidades quienes conserven y preserven los recursos naturales de Colombia.
Repito: la base de nuestro discurso no es tratar de preservar la naturaleza de una devastación que se cierne, sino transformar estructuralmente las condiciones económicas, políticas y sociales del país, que es lo que nosotros vemos como garantía para que la naturaleza pueda sobrevivir.
¿Cuál cree que es el dividendo ambiental más importante que trae la paz?
La preservación de la vida humana. A veces se nos olvida que los seres humanos también somos animales y hacemos parte de la naturaleza. Estamos absolutamente convencidos de que esta conquista no nos la podemos dejar arrebatar.
Ustedes ya hacen parte de la arena política... ¿Qué mensaje le daría a los demás grupos armados ilegales?
El llamado sería a desarmar los espíritus. A que entiendan que no pudieron derrotar militarmente la aspiración y el deseo de cambio de los colombianos, y no lo van a lograr impulsando el odio del que ya estamos cansados todos.
TATIANA PARDO IBARRA
tatpar@eltiempo.com@Tatipardo2
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