La semana pasada, el Congreso de la República aprobó en cuarto debate, con 98 votos a favor y cero en contra, el proyecto de ley con el que Colombia ratificaría el Acuerdo de París, donde nos comprometimos a reducir las emisiones de efecto invernadero en un 20 por ciento a 2030.
La decisión estuvo acompañada por el lanzamiento de la Política Nacional de Cambio Climático, con la que el país espera tomar decisiones más amigables con el medioambiente, y avanzar así hacia un desarrollo resiliente al clima y bajo en carbono.
El documento, que tiene en cuenta algunos pilares como el desarrollo urbano y rural, el manejo y conservación de ecosistemas y el fortalecimiento de la ciencia e innovación es también un espaldarazo a la COP21, tras los anuncios del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirarse del mismo.
El exministro de Medio Ambiente de Perú y líder de Clima y Energía para WWF habló con EL TIEMPO VERDE sobre los impactos que traería consigo esta decisión para el planeta, sobre los retos ambientales del posconflicto y la urgencia de apostarles a energías renovables que eviten el aumento de la temperatura del planeta.
¿Cuáles son los puntos más importantes del nuevo Plan Nacional contra el Cambio Climático de Colombia?
Esta política es muy importante para el país, para la región y para los esfuerzos globales referidos al cambio climático. Es la mejor manera de hacerle honor al cumplimiento del Acuerdo de París y debe ser considerada por los gobiernos y los ciudadanos como el único camino posible para alcanzar el desarrollo.
El documento tiene muy buenos lineamientos relacionados con la complementariedad, la integralidad, el territorio, la innovación, la información y la educación. Me gusta que tenga una agenda sobre desarrollo rural y urbano, que tenga un contenido de infraestructura resiliente y que haga alusión a la contribución nacional de reducir en un 20 por ciento las emisiones de CO2 a 2030. Sin embargo, el gran reto consiste en que los demás sectores (salud, educación, hacienda, industria y turismo, e infraestructura) se adhieran a crear una política ligada al cambio climático. De lo contrario, no se alcanzarán las metas.

Los países le están diciendo a Trump que se está quedando solo, dice Pulgar-Vidal.
Cortesía WWF
¿Cuál es el panorama que se avecina tras los anuncios de Donald Trump de retirarse del Acuerdo de París?
El mundo le está diciendo a Trump: que se está quedando solo, que está hipotecando el futuro de los ciudadanos a través de acciones irresponsables y que vamos a seguir con o sin él en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, su decisión de salir del Acuerdo de París no debería sorprendernos, pues ya lo había anunciado con anterioridad. Pero lo que sí debería preocuparnos, es que la gente lo haya elegido a través de un proceso democrático aún con ese discurso. Esto significa que el ciudadano no comprende la importancia que tiene el cambio climático en nuestra vida y las amenazas que se avecinan.
Por otro lado, aunque Trump haya anunciado que se va a retirar del Acuerdo de París todavía no lo ha formalizado y tiene plazo para hacerlo hasta el 4 de noviembre del 2019. Mientras tanto, creo que él va a jugar en el tiempo para presionar a países a que se sumen al retiro de la cumbre o a la renegociación del mismo. Necesitamos países fuertes en su trinchera de defensa, que lo ratifiquen y lo implementen prontamente.
Espero que el Congreso de la República de Colombia se dé cuenta que la ratificación pronta del Acuerdo de París es el mensaje político que se requiere para seguir manteniendo el liderazgo y construir una verdadera paz. No se pueden demorar mucho.
¿Cuáles son los retos, en términos ambientales, que podría traer consigo el posconflicto?
A todas luces es claro que la guerra en Colombia tiene como raíz, desde hace más de 50 años, el acceso a la tierra. Es un país que no pasó por procesos de reforma agraria claros, como sí lo hicieron otros países de Latinoamérica. Por lo tanto, el posconflicto podría generar nuevas migraciones, un cambio en el uso de los suelos y mayores tasas de deforestación. Una política que busque el desarrollo rural con enfoque climático es fundamental para controlar los efectos negativos que podría traer consigo este proceso.
Lo positivo es la sensación que tendrán los colombianos de integrarse y conocer mejor su territorio. Sin embargo, habrá un aumento en el turismo, que si no se maneja controladamente, ocasionará mayor presión sobre los ecosistemas estratégicos del país que, irónicamente, estuvieron aislados y protegidos durante mucho tiempo.
También esperaría que los desmovilizados, que vivieron en la selva y la conocen tan bien, pudiesen tener un empleo relacionado con el medioambiente. Que pasen por procesos de capacitación y carnetización para ser nombrados como guardabosques o guías turísticos de naturaleza, por ejemplo.
El mundo le está diciendo a Trump: que se está quedando solo, que está hipotecando el futuro de los ciudadanos a través de acciones irresponsables
¿Cuáles cree que son las principales amenazas ambientales a las que el mundo debería prestar mayor atención?
El cambio climático es, en definitiva, la gran amenaza global. Y no es una amenaza futura sino una presente, que refleja consecuencias desastrosas a través de desastres naturales que afectan a los más vulnerables, de manera natural y material.
Las principales amenazas del cambio climático son las que están relacionadas con la pobreza. En los países latinoamericanos, que hacen parte de la Amazonia, la gran fuente de emisiones de gases de efecto invernadero es la deforestación, que no tiene como origen una actividad económica, sino procesos migratorios sustentados en condiciones de pobreza. Eso hace que la pobreza, la deforestación y la vulnerabilidad de un territorio estén fuertemente relacionados en los países de la región.
Lamentablemente pareciera ser que no existe una gran conciencia sobre lo que representa el cambio climático como amenaza para nuestra supervivencia; por lo tanto, es un tema que sigue sin ser la prioridad para los tomadores de decisiones.
Ya es hora de replantearnos el modelo de desarrollo…
Yo creo que ya está replanteado. Soy un convencido de que el mundo, en el 2015, estableció los elementos de un nuevo paradigma de desarrollo que incluye los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados por las Naciones Unidas. Esto significa que los países tendrán que ser más resilientes, lo que no solo implica tener la capacidad de adaptarnos al cambio climático sino, además, obtener los beneficios que vienen consigo.
Los países que no sean capaces de darse cuenta que el nuevo paradigma de desarrollo tiene elementos científicos robustos, que ya han sido discutidos por el mundo y adoptados, se van a quedar atrás y van a perder el bus del desarrollo y el trabajo colaborativo. Esta visión debe ir acompañada por la gestión de riesgos de desastres, pues Colombia no obtendrá el desarrollo con varios Mocoa distribuidos por todo el país.
¿Son coherentes los compromisos de Colombia en la COP21 de París con el modelo económico extractivista que estamos manejando?
La minería es una actividad muy especializada que genera confusión y desinformación. No hay que prejuzgar a la minería sino apostarle a una actividad formal y técnicamente desarrollada bajo reglas claras.
Personalmente creo que los países con cobertura boscosa de la Amazonia no pueden darse el lujo de hacer minería aluvial en su territorio, que es destructiva por naturaleza. Aquella actividad que empieza con una palangana o una lampa, dándose la categoría de minería a pequeña escala, después crecerá y generará mayores impactos ambientales. Yo le apostaría a prohibir la minería aluvial, salvo que estemos dispuestos a sacrificar áreas boscosas estratégicas de nuestros territorios.
Lo segundo tiene que ver con la minería formal de metales, pues ahí lo importante es la capacidad que tiene la autoridad ambiental para regular la actividad. Si un país quiere promover esta actividad productiva, tiene que darle predictibilidad al ciudadano. Es fundamental que las autoridades ambientales encargadas de otorgar los licenciamientos estén técnicamente preparadas, al igual que las entidades de fiscalización que tomarán decisiones con rudeza y objetividad.
Si somos un país megadiverso, ¿no sería mejor migrar y apostarle a una economía verde?
Claro, sería la mejor opción. Pero la minería no siempre se presenta en áreas con gran biodiversidad y puede haber yacimientos que no entren en conflicto con el potencial natural de Colombia. Para ello es fundamental saber cuáles son esas zonas intocables, donde de ninguna manera se hará minería y prevalecerá la conservación. Invito al Estado a discutir este tema a profundidad.
Tatiana Pardo Ibarra
Redactora de EL TIEMPO