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Medio Ambiente

‘Es hora de que empecemos a imaginar la gobernanza 4.0’

Los manifestantes sostienen carteles durante la Marcha por la Justicia Climática desde Times Square, mientras en la COP26 llegan a un acuerdo.

Los manifestantes sostienen carteles durante la Marcha por la Justicia Climática desde Times Square, mientras en la COP26 llegan a un acuerdo.

Foto:Kena Betancur. AFP

Hay una evidente crisis de gobernabilidad, advierte el creador del Foro Económico Mundial.

Tal vez la pandemia de covid-19 y la crisis que desató comiencen finalmente a desvanecerse en este 2022, pero incluso en el mejor de los escenarios posibles, queda a la vista un tsunami de nuevos desafíos: desde el fracaso de la acción climática hasta la erosión de la cohesión social. Y, para solucionarlos, los líderes tendrán que adoptar un modelo de gobernanza diferente.
Cuando nuestras instituciones están bien gobernadas, les prestamos poca atención. Son simplemente una infraestructura invisible sobre la cual se apoyan la economía y casi todos los aspectos del orden social. Y una gobernanza ‘suficientemente buena’ en la segunda mitad del siglo XX permitió el crecimiento del ingreso y la paz social.
En la actualidad, sin embargo, mucha gente ha perdido la fe en sus líderes. Frente a los crecientes riesgos y al fracaso colectivo para solucionarlos, comenzamos a buscar culpables. Hay quienes señalan a los líderes políticos ineptos, otros culpan a los presidentes de las empresas (al ‘hombre de Davos’), y una minoría desesperada y cada vez más numerosa percibe una conspiración de las élites detrás del pesimismo actual.
La verdad es más complicada. En el corazón de nuestro fracaso para anticipar y gestionar los riesgos mundiales –no solo el cambio climático y la profundización de las divisiones sociales, también la reaparición de enfermedades infecciosas, las crisis de la deuda, la inadecuada regulación de las tecnologías y hasta la guerra en Ucrania– reside un problema irresuelto de gobernanza mundial. Nuestras instituciones y sus líderes ya no son adecuados para sus objetivos.

Una estabilidad corta

Solemos ver a la historia como una serie de grandes eventos, semejantes a terremotos, pero la degradación de la gobernanza mundial fue en gran medida una cuestión de erosión gradual. En el período de la Gobernanza 1.0, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, tanto la gobernanza pública como la corporativa estuvieron signadas por el reinado unipersonal: el ‘líder fuerte’, electo o no, y el ‘jefe’. Este tipo de liderazgo marchó bien en una sociedad donde el costo de la información era elevado, el poder y la gestión jerárquicos funcionaban relativamente sin problemas y los avances tecnológicos y económicos beneficiaban a casi todos.
El modelo de Gobernanza 2.0, que surgió a fines de la década 1960, afirmaba la supremacía de la riqueza material, y coincidió con el ascenso del ‘capitalismo de los accionistas’ propuesto por el economista Milton Friedman y la financiarización mundial progresiva. Esta nueva clase gerencial, responsable solo ante los accionistas, era dueña y señora, y tenía un alcance mundial. Y aunque la crisis financiera mundial de 2008 hirió gravemente a la Gobernanza 2.0, su visión estrecha siguió prevaleciendo hasta el brote de la pandemia de covid-19.
Este brutal impacto social y económico infligido por la pandemia de covid-19 dio inicio a la Gobernanza 3.0: la gestión de las crisis dominó la toma de decisiones y los líderes se centran en el pensamiento operativo y prestan escasa atención a las posibles consecuencias no buscadas. Este enfoque cortoplacista de prueba y error llevó una gestión poco coherente de la pandemia y sus secuelas socioeconómicas.

Nueva etapa

Pero cuando termine la pandemia necesitaremos un nuevo modelo de gobernanza. Y la Gobernanza 4.0 tendrá varias diferencias fundamentales respecto de sus predecesoras.
En primer lugar, remplazará la gestión de crisis cortoplacista con el pensamiento estratégico a largo plazo. Se debe complementar el foco en los problemas actuales –como la pandemia, las crisis socioeconómicas y la salud mental de la gente– con acciones para tratar de solucionar el cambio climático, revertir la pérdida de biodiversidad y el daño medioambiental causados por la actividad humana, y atender los desafíos sociales relacionados, como la migración involuntaria.
En segundo lugar, la Gobernanza 4.0 debe reemplazar la visión de túnel y el enfoque descendente que primaron en el pasado. Vivimos en un mundo extremadamente complejo e interconectado, no en uno lineal con pocas discontinuidades (como lo prueba la guerra en Ucrania). Eso significa, además, que deben cambiar los papeles y responsabilidades de cada una de las partes interesadas de la sociedad. Las empresas ya no pueden ignorar su impacto social y ambiental, y los gobiernos ya no pueden funcionar como si solo ellos tuvieron todas las respuestas.

Los grandes cambios estructurales, como la cuarta revolución industrial y el cambio climático, están trastocando todos los sectores industriales y centros de poder

En tercer lugar, debe cesar el énfasis actual en una concepción estrecha de la economía y los intereses financieros cortoplacistas. En lugar de ello, la primacía de la sociedad y la naturaleza deben ocupar el corazón de cualquier nuevo sistema de gobernanza, tanto para las empresas como para los gobiernos. Las finanzas y los negocios son cruciales, pero deben estar al servicio de la sociedad y la naturaleza, no al revés.
El mundo cambió y la gobernanza pública y corporativa deben cambiar con él. En la actualidad los grandes cambios estructurales, como la cuarta revolución industrial y el cambio climático, están trastocando todos los sectores industriales y centros de poder. La tecnología de cadenas de bloques está reemplazando a las organizaciones centralizadas y jerárquicas con entidades descentralizadas y autónomas. Y las desigualdades sociales, económicas y digitales aumentan.
Por ahora muchos líderes siguen atrapados en la mentalidad del capitalismo de accionistas de la Gobernanza 2.0, mientras que algunas sociedades aún prefieren el liderazgo y la estructura basados en el hombre fuerte de la Gobernanza 1.0. Mientras continúe la amenaza del covid-19, la mentalidad de crisis de la Gobernanza 3.0 seguirá dominando las discusiones en los gabinetes y las juntas directivas.
Pero muchos líderes ya están pensando y actuando como pioneros de una nueva era de gobernanza. Entre ellos hay ejecutivos de empresas que promueven indicadores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) y líderes políticos como el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro italiano, Mario Draghi, que están derribando fronteras. Y, sobre todo, los jóvenes, que exigen un futuro mejor.
Quienes aún se basan en los manuales de gobernanza de épocas pasadas critican a esos líderes por apartarse de la senda marcada. Pero debemos recibir con los brazos abiertos a los líderes que, navegando por territorios desconocidos, actúan como pioneros dejando de lado sus intereses limitados y fomentan acciones específicas para combatir el cambio climático y solucionar la injusticia social.
Actualmente, los mejores indicadores de gobernanza responsable y receptiva miden el grado en que los líderes abrazan y aceptan la responsabilidad de las partes interesadas (en vez de la responsabilidad de los accionistas). Aunque la medición de la responsabilidad de las partes interesadas aún está en su infancia, el desarrollo de indicadores coherentes nos permitirá juzgar si los líderes están adoptando una mirada más amplia de sus papeles y responsabilidades.
El siglo XXI traerá muchos desafíos sin precedentes. Si queremos que nuestros hijos y nietos sientan al mirar atrás la misma satisfacción que nosotros sentimos por los avances logrados a fines del siglo XX, nuestro modelo de gobernanza debe evolucionar.
KLAUS SCHWAB*
© PROJECT SYNDICATE
GINEBRA
(*) Fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, es coautor de 'El gran relato: por un futuro mejor' (2022).

Los riesgos políticos que amenazan a América Latina en el 2022

Los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización se mantendrán altos

El Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile presentó en enero su segunda versión de un informe titulado Índice de Riesgo Político en América Latina, donde se expresa una alta preocupación por el estado de la democracia y la situación de gobernabilidad en la región, al tiempo que se identifican las 10 principales amenazas políticas para este 2022.
El informe, hecho sobre la base de la opinión de 1.144 ciudadanos y 170 expertos de América Latina y el Caribe, entre presidentes, autoridades regionales, líderes de opinión y académicos, alerta que nuestra región afronta una triple crisis simultánea.
La primera de ellas es por “una crisis de gobernabilidad, con una democracia bajo tensión”, como lo ilustran varios hechos. Según el informe Estado de la Democracia en las Américas 2021 de IDEA Internacional, la mitad de los países de América Latina y el Caribe “muestran señales de erosión democrática”, y según el Latinobarómetro más reciente, la mitad de los latinoamericanos tolerarían un gobierno no democrático mientras resuelva sus problemas.
Tema delicado si se tiene en cuenta que según el índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit 2020, en América Latina ya hay tres dictaduras consolidadas, Cuba, Venezuela y Nicaragua, y solo tres países de la región se consideran ‘democracias plenas’: Uruguay, Chile y Costa Rica.
En segundo lugar, hay “una crisis de expectativas”, de “expectativas frustradas” y de “esperanzas que se esfuman”, situación a la cual los gobiernos no han sido capaces de responder y que explica las protestas en buena parte de América Latina, con especial protagonismo de los jóvenes. “Una tormenta perfecta de una ciudadanía más exigente, una democracia incapaz de seguir el ritmo y una economía que se encamina a una nueva década perdida”.
Y a esto se suma, dicen los expertos Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, una crisis de certezas, donde “mayores niveles de incertidumbre económicos y políticos debido a factores externos e internos aumentan el riesgo político”. La incierta pandemia, un crecimiento pobre en el 2022 (2,1 por ciento, según la Cepal), el regreso de la inflación, el escaso margen fiscal de unos Estados más endeudados y hasta la incertidumbre política se funden en un coctel que no permiten pensar en tiempos despejados.
“Los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización se mantendrán altos”, sostiene el estudio.
Sobre los riesgos políticos para este 2022, el listado es encabezado por ‘el peligro de una mayor erosión democrática’. “Las democracias están estancadas en un nivel de desempeño medio con tendencia al deterioro; por lo tanto, se necesitan reformas institucionales urgentes para los nuevos tiempos que incorporen criterios de inclusión, eficiencia, transparencia y gobernabilidad. También se requiere de élites y ciudadanos más comprometidos con los valores democráticos”, dice el reporte.
En segundo lugar está el impacto del ‘cambio climático y la escasez hídrica’ y, en tercer lugar, la alta posibilidad de “nuevas protestas sociales y focos de violencia” por la situación económica y la incapacidad fiscal de los Estados para brindar mayores ayudas a la población.
Los otros riesgos son ‘el agravamiento de la crisis migratoria’, la expansión de las economías ilícitas, el aumento de la polarización política, disminución de la inversión extranjera, pérdida de relevancia de la región en el escenario mundial, aumento de los ciberdelitos y el aumento de la influencia de China en la región.

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