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Medio Ambiente

El credo ecológico del eterno caminante

Foto:Andrés Hurtado

Andrés Hurtado reflexiona sobre la urgencia de conservar los ecosistemas, hoy el Día del Ambiente.

Andrés Hurtado García
Si el hombre quiere asegurar su supervivencia sobre la Tierra, debe cuidar el medioambiente. Por eso mismo, por asegurar egoístamente su supervivencia, la raza humana se está condenando a muerte. Suena contradictorio, pero no lo es; al contrario, es una verdad de a puño que por haberse colocado el hombre como ‘rey y centro de la creación’, por funcionar como tirano y ‘someterlo todo bajo sus pies’, está destruyendo su hábitat, que es el planeta, y en consecuencia se está destruyendo a sí mismo irreversiblemente.
La sibilina profecía del cacique Seattle, de la tribu de los duwamish, es categórica cuando dice al hombre blanco: “Continúe ensuciando en su cama y algún día terminará asfixiándose en sus propios desperdicios”. No importa que el llamado testamento del indio Seattle no sea suyo y no importa de quién sea; es bellísimo y la verdad que predica es estremecedora.
Traducido a otras palabras dice: siga usted, hombre blanco, haciendo sus necesidades en la cama (la tierra) y muy pronto se asfixiará en sus propios excrementos y desperdicios.
Sierra Nevada del Cocuy.

Sierra Nevada del Cocuy.

Foto:Andrés Hurtado

Ya hablan los países poderosos del planeta de crear nichos en el espacio, sostenidos por fuerzas iónicas, para enviar allí los desechos que producimos los humanos y que están degradando tierras aptas para la agricultura, fabricando desiertos, polucionando ríos y mares, matando la flora y la fauna y envenenando a los seres humanos.
He recorrido a pie casi toda Colombia y muchos lugares del planeta a lo largo de 60 años (los mismos que llevo defendiendo páramos, ríos, bosques, fauna y a mis ciudadanos en estado de pobreza), y he observado los destrozos que los humanos le hemos hecho, muchos ya irreversibles, a la Madre Tierra.
Debe haber, me he dicho, otra relación, totalmente diferente entre el hombre y su entorno, para que el planeta y sus moradores vivan armónicamente. Hasta he llegado a pensar que una lucha tan seria como es la no desaparición del hombre sobre la tierra no debería confiarse a los humanos.
La idea que maneja la humanidad –entiéndase los gobiernos, las entidades, las fundaciones, las sociedades y los ecologistas– sobre el medioambiente tiene una base falsa y deleznable, y por ello simplemente no funciona, no lleva a buen fin y termina destruyendo a la humanidad.
Me explico (¿o me enredo?). ¿Por qué hay que cuidar los bosques y conservar la selva amazónica? Porque purifican el aire para el hombre. ¿Por qué luchamos algunos a brazo partido defendiendo los páramos mientras otros a brazo partido los aniquilan? Porque son una fábrica inagotable de agua que se forma entre los frailejones y las esponjas de musgos y porque el agua en abundancia hará que nosotros seamos dentro de algunos lustros los gigantes de la economía mundial, nosotros, los seres humanos, habitantes de los países pobres.
¿Por qué hay que preservar los bosques de cordillera? Porque en ellos se engruesan los manantiales que vienen de más arriba y que el hombre necesita. ¿Por qué hay que mantener limpios los ríos? Porque de ellos obtiene el hombre el líquido vital que necesita para sus alimentos, para su cuidado personal, para sus procesos industriales.
¿Por qué se debe evitar la contaminación sónica en las ciudades? Porque el ruido excesivo perjudica la salud mental y afecta la capacidad auditiva del hombre. ¿Por qué se deben buscar otras fuentes de energía diferentes a la de los fósiles, el carbón y las tradicionales? Porque ellas son causales del calentamiento global que está matando al hombre.
Siempre el hombre, el hombre, el hombre. O sea, el egoísmo elevado a la cósmica potencia.
El autor en el páramo de la Rusia, Boyacá.

El autor en el páramo de la Rusia, Boyacá.

Foto:Andrés Hurtado

Un ejemplo clarifica el doble sentido de la destrucción. No se tala la selva amazónica por puro placer; se la destruye para obtener pingües ganancias económicas con la ganadería y los cultivos ilícitos. ¿Qué logramos? La destrucción de la selva y la destrucción del hombre porque se agota la fuente de su oxígeno vital.
Con un fundamento tan miserable como el egoísmo no se puede construir ningún proyecto viable. Y los demás seres que forman con el hombre el entramado de la vida sobre el planeta ¿no interesan? ¿Deben servir incondicionalmente para bienestar del ser humano?
Por esta razón, sencillamente, porque el único ser que interesa es el hombre, todo lo que se haga para salvarlo no funciona sino que destruye el hábitat del planeta y va minando la vida y la calidad de vida del ser humano, como lo estamos viendo y sufriendo.
Si algún día (¡Dios no lo quiera!) la técnica que todo o casi todo lo puede nos obliga a vivir bajo campanas de vidrio para protegernos de los mortíferos rayos solares, obteniendo dentro de las cápsulas el aire y el agua por síntesis químicas, entonces ya no compondremos bellos poemas a los árboles porque no los necesitaremos, ni invocaremos a los dioses de los bosques, ni cantaremos a los ríos porque tampoco los necesitaremos.
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Entonces, ¿cuál es la solución? Todos los seres que habitamos el planeta, el aire, el agua, los bosques, la lluvia, las estaciones, los animales, los seres humanos y los llamados seres inanimados, formamos el entramado de la vida, somos hermanos de camino, formamos parte de la armonía cósmica, de la que participan también el sol y las estrellas.
Somos hermanos de camino y como tales nos amamos, nos respetamos y nos necesitamos. Entonces nuestra mirada y comportamientos serán distintos. Sí, necesitamos de los árboles para respirar, pero ellos también necesitan de nosotros para subsistir.
Necesitamos de los animales porque gracias a ellos se conservan los bosques y los páramos, pero ellos nos necesitan para que no destruyamos los bosques y los páramos que son su hábitat; en consecuencia, nos respetamos. “¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos los animales fueran exterminados, el hombre también perecería de una gran soledad en el espíritu, pues lo que ocurra a los animales pronto habrá de ocurrirle también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí”. (Cacique Seattle)
Raudal Alto de Caño Mina.

Raudal Alto de Caño Mina.

Foto:Andrés Hurtado

Y nos necesitamos los seres humanos para la subsistencia, para que nos hagamos vivible la vida, para que nos produzcamos los elementos que necesitamos para vivir amablemente y muchas veces, por desgracia, complicarnos la vida con ellos.
Si todos somos hermanos, entonces no ocurrirá que en los países llamados avanzados mientras sus ciudadanos mueren por excesos, por sedentarismo y por obesidad, en países llamados ‘subdesenvolvidos’ (como dicen los brasileños), los ciudadanos mueren de hambre mostrando sus costillares desnudos sin músculos ni carne.
Somos hermanos y habrá pan y comodidades para todos. Habitaremos amablemente el planeta tierra, la Madre Tierra. Cuando todos seamos hermanos de camino, la tierra y todos nosotros nos salvaremos.
ANDRÉS HURTADO GARCÍA
Para EL TIEMPO

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Andrés Hurtado García
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