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Medio Ambiente

¿Cuántos colombianos se mueren al año por la contaminación ambiental?

La minería ilegal en Caucasia, Antioquia, es una problemática social y económica.

La minería ilegal en Caucasia, Antioquia, es una problemática social y económica.

Foto:Archivo EL TIEMPO

A estragos causados por mercurio, plomo, cadmio y cianuro, hay que agregarles los del plástico.

User Admin
El tema no es nuevo, pero la situación es cada día peor. El médico Alberto Rizo Gil, un auténtico abanderado de estas causas sociales y de la naturaleza, me escribe desde Bogotá para decirme que, “si bien es cierto que el tema ya no es nuevo, lo nuevo es el nivel creciente de contaminación en mares, ríos, arroyos, lagunas, caños y fuentes de agua en las diferentes regiones de Colombia”.
A los terribles estragos que vienen causando materiales químicos, como el mercurio, el plomo, el cadmio, el cianuro y diversos metales, ahora hay que agregarles la contaminación más reciente, la del plástico, ocasionada por envases de toda índole.
En pequeñas aldeas y grandes ciudades, a la orilla de una fuente o una cañada, o en la barranca de un río, ya han nacido niños con deformaciones químicas en el estómago. Las plantas alimenticias desaparecen cada año. La pesca se está acabando. El aire está contaminado.
Hace unos meses, a la señora Francia Márquez, que nació y vive en el norte del Cauca, descendiente de las antiguas comunidades africanas, le fue otorgado en Estados Unidos el famoso Premio Goldman, que es considerado el Nobel de la ecología y el medioambiente, por su lucha permanente e incansable contra la minería clandestina en su región y contra los aterradores destrozos que está causando en personas, animales, plantas, aire, agua, en la vida entera.
La prensa colombiana ni siquiera se ocupó de darle a la señora Márquez la atención y la distinción que se merecía. Por ahí salieron un par de noticas perdidas. Parece que nuestra propia vida no nos importa. Pues a mí sí me importa y, aunque hace ya ocho años que escribí en estas mismas páginas una crónica que todavía anda circulando en redes sociales sobre la contaminación en la desolada región de La Mojana, en el Caribe colombiano, hoy vuelvo sobre el mismo asunto. Y volveré cuantas veces sea necesario. Así termine arando en el desierto.
Como si nada pasara, y como el tema no les interesa mucho a políticos y funcionarios, porque no produce votos ni dispone de grandes presupuestos, las estadísticas oficiales no abundan ni las investigaciones son tan frecuentes.

8.000 muertos por año

Pero, aunque nos hagamos los de la vista ciega y los oídos sordos, ahí están las cifras, inmodificables, aterradoras: ya se ha podido establecer que en Colombia mueren unas 8.000 personas cada año por causa de la polución ambiental. Ocho mil, nada menos.
Los investigadores vienen advirtiendo que uno de los principales motivos de esa cifra lo constituyen las partículas emanadas de vehículos automotores. Lo cual indica que ya no solo están en peligro las criaturas del campo, dondequiera que hay una cañada o una ciénaga, sino también los habitantes de las ciudades. En ese orden de ideas, las dos víctimas principales en el país son Medellín y Manizales. También se han detectado mediciones de polución fuera de control en áreas de Cundinamarca y La Guajira.
Son las universidades, públicas y privadas, las que se ocupan de hacer las verdaderas investigaciones sobre contaminación ambiental. Varias de ellas siguen en su incansable tarea, aunque a veces parece que estuvieran clamando en el desierto.

Investigación en Cali

Por ejemplo: los profesores Roger Figueroa, Diana Caicedo, Ghislane Echeverry, Miguel Peña y Fabián Méndez, de la Universidad del Valle, que tiene su sede en Cali, han hecho un admirable trabajo científico para establecer cuáles son los efectos que ocasionan los metales pesados entre las mujeres caleñas de edad fértil.
Estudiaron los casos de 233 mujeres de estratos 1 y 2, que no estaban embarazadas, residentes todas en el populoso y gigantesco distrito de Aguablanca. Examinaron el agua y los alimentos que consumen, para determinar las concentraciones de metales pesados como plomo, cadmio y mercurio. Esas sustancias, cuando se concentran, son altamente peligrosas para los recién nacidos, los adultos y la naturaleza misma.
Los investigadores tomaron muestras de lechuga y pollos que forman parte de la alimentación de las mujeres de Aguablanca, especialmente en sus almuerzos. La conclusión de aquella tarea es pavorosa: los alimentos estaban contaminados con metales pesados. Esto, sumado a “sus condiciones socioeconómicas de vida, incrementa su exposición y vulnerabilidad frente a los efectos de la contaminación”, concluyen, textualmente, los profesores de la Universidad del Valle.

También en el Caribe

Viajemos rápidamente a través de media Colombia, desde el territorio vallecaucano, que se extiende en la costilla occidental del país, hasta el Caribe, al norte, para que ustedes vean y confirmen que la desgracia se está presentando en todas partes.
Estamos ahora en la región de La Mojana, la misma que mencioné hace un rato en esta crónica, en donde confluyen los departamentos de Bolívar, Córdoba y Sucre. Allí es donde se encuentran los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge, además de una gran cantidad de ciénagas y caños. Son 42 municipios en total. La contaminación está acabando con ellos. La contaminación está acabando con esa tierra fértil y bendecida.
Los estudios que conozco, hechos por el Banco de la República, sostienen que La Mojana representa un enorme potencial agrícola, ganadero, pesquero y turístico. Pero esos son sueños e ilusiones. La cruda realidad, hoy día, es que más del 70 por ciento de sus pobladores viven en la pobreza. Oigan esta cifra: en esa franja humana, el ingreso diario, en promedio y por persona, es de 5.000 pesos. ¿Se puede vivir con eso y una familia?

Esa pobre agua...

La abundancia de tanta agua, que debería ser la bendición de La Mojana, se ha convertido en su tragedia. Basta con mirar cuidadosamente el estupendo estudio hecho por los investigadores José Luis Marrugo y Clelia Rosa Calao, del Grupo de Aguas de la Universidad de Córdoba, que tiene su sede en Montería.
La investigación se adelantó en cuatro poblaciones emblemáticas de la región: San Marcos, Guaranda, Sucre y Majagual, para luego comparar los resultados con Montería.
A los habitantes de la región, mediante sofisticadas técnicas de laboratorio, se les midieron los niveles de cadmio, plomo y mercurio. Y luego fueron comparados con los de la ciudad de Montería, la capital cordobesa, que queda prácticamente a la vuelta de la esquina. Los investigadores descubrieron entre los mojaneros que en su ADN, que controla el desarrollo de todos los organismos vivos, había niveles de esos tres metales mucho más altos que los de un monteriano.

El cáncer

Se atribuye esa revelación al hecho de que, por causas como la minería ilegal, la población de La Mojana, abandonada por el Estado y olvidada por los colombianos, está expuesta a alimentos contaminados, como pescados y verduras, frutas y hortalizas, además de la propia agua que utilizan diariamente.
“Al consumir esos alimentos, se altera el ADN de las personas de una manera contundente”, me dice el médico Rizo Gil. “De allí se pasa a mayores daños celulares, y es entonces cuando aparecen enfermedades como el cáncer”.
Todos estos hechos demuestran que es imperioso y urgente extremar los mecanismos para educar a la población sobre los alimentos que consume, pero también el control de las autoridades sobre las empresas o personas que arrojan esos elementos químicos a las aguas.
“Los organismos de salud están obligados a monitorear la población, de manera urgente y permanente –agrega el doctor Rizo– para detectar a tiempo posibles alteraciones relacionadas con el cáncer y otras enfermedades degenerativas”.

El río y la salud

Jesús Olivero Verbel, un toxicólogo reconocido, también ha advertido sobre la terrible realidad y los peligros de la contaminación en Colombia. Refiriéndose a la situación sanitaria que se vive hoy a lo largo del río Magdalena, de sur a norte del país, fue él quien dijo, de manera tajante, que “la conexión entre el río y la salud de sus habitantes es inquebrantable”.
Olivero explica que muchas sustancias contaminantes llegan al río desde las fuentes originales de agua, sean afluentes o ciénagas, y desde allí inician un recorrido que termina en el estómago de los seres humanos, ya sea como agua o como consumo de peces.
Entre esas sustancias, precisamente, están los metales pesados, los pesticidas, los plaguicidas. “Las mujeres embarazadas y los niños son los grupos más vulnerables”.
El doctor Olivero Verbel, en artículos especiales publicados en la prensa, ha establecido que uno de los puntos más críticos del río está en las poblaciones ribereñas del departamento de Bolívar, acercándose ya a su desembocadura en Barranquilla.
Es tal la cantidad de porquerías químicas que arrastra a lo largo de su recorrido por el país que entre los pobladores de dicha región se han incrementado enfermedades de origen tóxico, como el labio leporino o el paladar hendido, lo mismo que los déficits en la inteligencia humana.

Epílogo

No nos digamos más mentiras piadosas ni sigamos hablando con pañitos de agua tibia en la boca: la clase política, robando y el pueblo, muriéndose con la barriga llena de mercurio. El mismo pueblo que les vende el voto el día de elecciones. Esa es la realidad.
Señores congresistas, funcionarios gubernamentales, diputados, concejales, alcaldes, gobernadores: una vez más vuelvo a recordarles lo que ya he dicho varias veces en estas crónicas. Sigan en esas, sigan. Nerón también tocaba el arpa mientras Roma ardía...
JUAN GOSSAIN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO 
CARTAGENA
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