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Educación

¡Rico verlos y rico verlas! / En defensa del idioma

El diccionario ha incluido palabras que, por costumbre, se añadieron al lenguaje.

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Foto:123rf.com

ANÁLISIS UNISABANA

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Cómo empalagan los 'niños y niñas', 'colombianos y colombianas', 'los deportistas y las deportistas”

Daniela Vargas
¿Suena redundante eso de “atienda a los invitados y a las invitadas”, “hablamos con los practicantes y las practicantes”, “saludamos a los colombianos y a las colombianas”?
En infinidad de normas legales (constituciones, códigos, reglamentos, etc.) se ha establecido la expresión “niños y niñas”, y junto a esta se incluye con frecuencia “adolescentes”. El buscador de Google dispone de 17.500.000 registros de “niños y niñas”, una base muy amplia para afirmar que este uso está bastante extendido, a pesar de que la Real Academia Española señala: “Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico”.
Por supuesto, en los ámbitos jurídico (leyes) y político (propaganda), el “niños y niñas” parece tener una aplicación si no justificada al menos útil o conveniente. Digo “parece”, porque en el campo del habla, de ese uso habitual y espontáneo de la lengua, jamás se recurre a esas aplicaciones afectadas. En la tienda del barrio o en el salón comunal no se escuchará “ciudadanos y ciudadanas” o “propietarios y propietarias”.
Si quienes acuden a este “niños y niñas” en verdad fueran minuciosos (¿y “minuciosas”?) en esas diferencias de género, aparecerían discursos del siguiente estilo:
“Hoy, nos encontramos con los papás y las mamás (y tan fácil que es decir “padres”) para conmemorar el Día de los Niños y de las Niñas. El propósito es que al menos en esta jornada, ellos y ellas, tan pequeñitos y tan pequeñitas, se sientan protegidos y protegidas. Cuando los vemos y las vemos, tan tiernos y tan tiernas, también sabemos que son talentosos y talentosas, esforzados y esforzadas; descubrimos que se muestran ávidos y ávidas de conocimiento, que están esperanzados y esperanzadas en el futuro, que, contentos y contentas, también aprecian el amor de sus hermanos y sus hermanas, de los tíos y las tías, de los primos y las primas, conjunto en el que también se vale incluir a los vecinos y a las vecinas, sin dejar nunca de lado a los abuelitos y a las abuelitas (“abuelos”). Nuestros hijos y nuestras hijas gozan cuando corretean por el parque con sus amiguitos y sus amiguitas. A veces, si están nerviosos y nerviosas, los ayudamos y las ayudamos, para que se sientan de nuevo confiados y confiadas. La presencia de papá y de mamá (“los padres”), siendo los menores y las menores un tipo de personas aún temerosos y temerosas, fortalece la seguridad de los infantes y de las infantes. Hoy, todos ellos y todas ellas deben sentirse informados e informadas acerca de cómo son orientados y orientadas para que cada uno y cada una tracen sin tantos errores el trayecto de sus vidas. En este colegio, los estudiantes y las estudiantes, y también los aspirantes y las aspirantes a estudiar aquí, reciben de los profesores y de las profesoras todo el apoyo posible. Confiamos, así, en que se convertirán en excelentes ciudadanos y excelentes ciudadanas, en unos respetables colombianos y unas respetables colombianas, y quizás (uno nunca sabe o una nunca sabe) que trasciendan como muy reconocidos americanos y muy reconocidas americanas. Y si la proyección es intergaláctica, serán los mejores terrícolas y las mejores terrícolas”.
A este respecto, la Real Academia de la Lengua también contempla lo siguiente: “En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: 'Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto'".
Sospecho que a los rezagos históricos del lenguaje les quedan otros años de vida. Casi todas las normas establecidas por la Academia han partido de una visión masculina, sobre todo cuando las condiciones sociales y el papel de los hombres y mujeres eran muy diferentes al que desempeñan en estos tiempos. La Academia, fundada en 1713, arraigó una postura derivada de las características de esos principios del siglo XVIII. En el lenguaje, es algo así como “si ellos están, pues ellas también”. En estas disposiciones, parece sugerirse una presencia implícita, como si les fuera impedido ser por ellas mismas y por sí mismas.
No obstante, y aunque por supuesto que el respeto debe manifestarse y ejercerse a favor de “los niños y las niñas”, ¿cierto que resulta más práctico propagar esa equidad para beneficio de todas las personas, en cuyo grupo están “los niños y las niñas”, las asiáticos y americanos, los altos y los bajos, los iletrados y doctos, los ancianos y jóvenes, los mestizos y caucásicos, los campesinos y citadinos, los vegetarianos y carnívoros, los serios y humoristas, los que exhiben su abundante melena y los calvos, que la contemplamos añorando lo que alguna vez fue y ya no será?
Y para quienes se interesen por las designaciones o los apelativos que desean aplicar en sus clases, casi todas mixtas, la Academia añade que se usa “los alumnos” como “única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones”.
La equidad y el respeto no están tanto en las palabras, sino en la relación sincera y en la consideración auténtica dentro del marco social. ¿Será por eso que, al menos en Colombia, a algunas personas les molesta ser llamadas “doctor” o “doctora”?
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
Profesor de la Facultad de Comunicación
Fuentes: www.rae.es.
Daniela Vargas
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