Alguna vez tratamos aquí el uso de algunas palabras que causan confusión al asignarles una distinción femenina o masculina. Otras tantas, en cambio, aparecen usadas con acierto, quizás por la misma reiterada aplicación de los hablantes.
En las indagaciones de las clases, y entre colegas y amigos, he notado que la mayoría admite como correcta la costumbre de aplicar el lenguaje generalizado. Por eso, aparecen esperpentos como “accequible”, “recepcionar” o “referenciar”, que muchas personas toman como parte del lenguaje “distinguido” o “selecto”.
Este inconveniente permanece sobre todo porque muy pocos hablantes o escribientes se toman el trabajo de consultar la pronunciación, la escritura y el uso de cada término. Para ellos, el uso más propagado equivale al que creen correcto (falacia Ad Populum).
Con base en ello, ahora se entiende más por qué algunos llaman “música” al ruido; y a una convulsión le dicen “baile”. Hasta han optado por llamar “jugos” a unas anilinas azucaradas que se expenden en cajas, botellas o bolsas; antes el jugo era el líquido extraído de una fruta. Nada más.
Para retomar el asunto central de este texto, empecemos por la palabra “lente”, que puede usarse indistintamente como masculina o femenina: “El lente redondo” o “la lente redonda”. Una aclaración: al usar el plural, se recomienda el masculino: “Los lentes (los populares anteojos) cambiaron su fisonomía”.
La palabra “terminal”, por su parte, puede usarse también en cualquier género. Sin embargo, siempre va en masculino si se refiere al “extremo de un conductor preparado para facilitar su conexión con un aparato”: “Toma el terminal del cable y conéctalo”.
“Sartén” solo debe usarse en femenino; nada de decir “alcánzame el sartén”. Siempre es recomendable: “Compra una sartén más amplia”, “esa sartén está recubierta de teflón”.
Muchas de estas palabras cambian de sentido si cambian de género, y este se nota en el artículo o en el adjetivo que las acompaña, debido a que la estructura misma de la palabra no se modifica, como sí en “gato” y “gata”, para citar solo un ejemplo.
En la palabra “orden” es clara la diferencia cuando se dice “la orden” (mandato) y “el orden” (sinónimo de “armonía”): “Acate esa orden con prontitud”, “mantenga un orden adecuado en la evaluación”.
En cambio, se oye indistintamente “prende la radio” y “prende el radio”. Siempre es más claro “el periodista trabaja en la radio” (radiodifusión), “el técnico examina el radio” (el aparato eléctrico), “recorra la zona en un radio de cinco kilómetros”.
Cuando en un periódico aparece un texto en el cual se revela su ideología, ese texto se llama ¡el editorial!” (¡masculino!); repito: “¡El editorial, un editorial!”. Por su parte, “la editorial” es una empresa (fábrica) donde se imprimen libros, revistas o folletos; corresponde a la misma “casa editora”: “Juan Camilo, por favor, escribe el editorial para enviarlo a la editorial”.
¿Cansados de leer? ¡No me vengan a decir que tienen “la” calor! Este término, “calor”, alguna vez fue correcto en femenino, y por eso muchas personas mayores lo usan con ese género. Por tanto, su incorrección no es tan grave, como la de los adictos al “tema”, el “porfis” o las “fotoscopias”.
La palabra “calor” en ninguna de sus acepciones es femenina. Por tanto, siempre que se requiera anteponerle un artículo o un adjetivo, estos deben escribirse y pronunciarse en masculino: “En la India, un elevado calor marchita los vegetales”.
Ahora, ¿qué pasa con “agua”, “hacha”, “águila”, “alma” y “ansia”, entre otras palabras a la cuales se les anteponen artículos masculinos, pero son de género femenino? Con estas, los adjetivos deben ser femeninos: “el alma blanca”, “un águila calva” o “el agua clara”.
El artículo, en cambio, es masculino para evitar la cacofonía (disonancia) debido a que la primera sílaba empieza con “a” acentuada, no necesariamente con tilde.
Con “azúcar” (empieza con a, pero el acento va en la u), se vale el masculino o el femenino, siempre y cuando se mantenga la coherencia: “Trajo el azúcar muy blanco y refinado” o “esparció una rica azúcar morena en el pastel”. Y todo para endulzar este comienzo de las clases.
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
UNIVERSIDAD DE LA SABANA
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