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Educación

¿Y usted cómo prefiere decir: vía rápida o 'fast track'?

El inglés y el español, como otros muchos idiomas, son extremadamente ricos y tienen más de 50.000 palabras. Sin embargo, en el uso cotidiano, apenas utilizamos algo más de 3.000.

El inglés y el español, como otros muchos idiomas, son extremadamente ricos y tienen más de 50.000 palabras. Sin embargo, en el uso cotidiano, apenas utilizamos algo más de 3.000.

Foto:Mauricio Moreno / EL TIEMPO

Estamos ante una pérdida de soberanía idiomática. Debemos frenar los complejos absurdos.

Redacción El Tiempo
La Corte Constitucional avaló el procedimiento especial contemplado en el Acto Legislativo 01 del 2016, en cuya virtud el Congreso de la República podrá tramitar de manera expedita los proyectos de ley y de acto legislativo que el Gobierno le presente para implementar el acuerdo de paz firmado con las Farc.
No sé de dónde ni a qué horas surgió la expresión 'fast track'. Para decir lo mismo, el español es tan rico que nos ofrece diversas expresiones, todas suficientemente claras. Bien pudiéramos decir vía rápida, trámite expedito o procedimiento ágil.
Sin embargo, la subestimación idiomática hizo que algún ilustre admirador de todo lo que viene de fuera llevara al marco institucional la expresión 'fast track'. Me pregunto si se siente más culto, más internacional y globalizado, o más seguro para descrestar. Es todo un absurdo que refleja nuestra dependencia y subdesarrollo mental, en medio de las profundas discusiones constitucionales y legales que le esperan al país y, en particular, al Congreso de la República.
Como generalmente ocurre, más temprano que tarde, distintos funcionarios del alto Gobierno, así como congresistas, magistrados, columnistas, profesores y reporteros, todos a una, adoptaron la expresión 'fast track'. Pareciera que se sintieran a la moda y superactualizados.
Este detalle, aunque parezca irrelevante frente a la complejidad de lo que se debe implementar, corrobora la pérdida paulatina de identidad nacional.

Lenguaje comercial

En referencia a la pérdida de soberanía idiomática, baste recordar algunos ejemplos: en ciertos sectores ya no se habla sino de happy hour y shower para festejar, y de sale para hacer descuentos y promociones mercantiles.
Los comerciantes parecen haber erradicado de su vocabulario las palabras rebaja y descuento y, en general, muchas más, pues son centenares los avisos de establecimientos de comercio cuyos propietarios o gerentes creen que los hacen más atractivos colocando sus nombres en expresiones propias del inglés. Una caminata por cualquier centro comercial de Bogotá, o de cualquiera otra ciudad del país, lo confirma con múltiples ejemplos.
Ya comienza a adaptarse la expresión 'Black Friday' o Viernes Negro, cuya tradición estadounidense nada tiene que ver con nosotros En otro ámbito, ya se prefiere decir bullying a matoneo o burla.
Y hasta nuestros flamantes periodistas deportivos se ven ‘creciendo’ profesionalmente porque olvidan las palabras semifinales y finales, y adoptan en su lugar la expresión 'play off'. Lo triste es que no saben que la expresión no es de uso generalizado, pues solo se la utiliza en deportes como el baloncesto y el béisbol, en donde los finalistas en las ligas de Estados Unidos deben enfrentarse en una serie de siete juegos hasta que uno de los dos gane cuatro de ellos.
Se trata de generar más juegos, es decir, más expectativa, publicidad y negocios.
En otras palabras, la expresión play off no cabe en otras finales deportivas, como las de fútbol o tenis. Sin embargo, nuestros periodistas deportivos, tanto en televisión como en radio, sienten plena satisfacción porque también para nuestros torneos de fútbol adaptaron la expresión 'play off'.

En lo institucional

Esta faceta del complejo extranjerizante no había alcanzado el marco institucional. Resulta curioso, por decir lo menos, que en un momento trascendental de nuestra historia despreciemos tanto la lengua española.
No hay duda, el inglés es una lengua hermosa, muy hermosa, como también lo son el francés, el italiano, el alemán, el ruso y tantas otras del planeta. Ni qué decir del árabe, que es mucho más antiguo y estructurado. Nuestros indígenas todavía nos enriquecen con más de 83 dialectos definidos y bien diferenciados.
Pero el inglés, que desbordó al francés en la comunicación económica y hasta diplomática, es en la actualidad el idioma de la dominación, de la potencia norteamericana y otras naciones industrializadas que ven a América Latina como una inmensa zona para explotar en sus recursos naturales, y en donde viven 550 millones de personas, que representan un mercado atractivo porque hay que venderles casi todo, como que todavía no saben hacer ni dentífricos, ni jabones, ni televisores, ni carros, ni celulares.
Nadie, entonces, pensaría en decir vía rápida o trámite expedito en quechua, ruso, aymara, francés, wayúu,alemán o motilón. No estamos en una 'happy hour' institucional, sino en una muy lamentable hora idiomática aprendiendo a pronunciar y escribir 'fast track'.
Si no frenamos estos complejos absurdos, esa pérdida de soberanía idiomática se incrementará, de suerte que más temprano que tarde expresiones propias del derecho constitucional anglosajón, como el 'indictment' o 'impeachment', en referencia a los juicios políticos, o bill para decir ley, también se adoptarán.

Invasión

Las invasiones bárbaras de los siglos IV y V en Europa, entre las cuales destacan las de los visigodos, francos, ostrogodos, burgundios, anglos, alemanes y sajones, generaron una dinámica de mezclas lingüísticas con el reconocido latín de los romanos, todo lo cual necesitó cuatro o cinco siglos para dar cimiento a lenguas como el español, francés, italiano, portugués, rumano, inglés y alemán.
De esa manera ocurrió también con el derecho y la religión, como quiera que la visión romana de la juridicidad y la fe cristiana terminaron imponiéndose sobre la equivalente de los bárbaros. Solamente que, a diferencia de otras lenguas europeas, el inglés tuvo el particularismo de verse en mezcla nuevamente con la invasión de los normandos, suceso ocurrido en el año 1066. Esa nueva mezcla lingüística, si bien lo enriqueció con ingredientes vikingos y franceses, también implicó que su consolidación fuera más tardía que la de otras lenguas del Viejo Mundo.
El inglés y el español, como otros muchos idiomas, son extremadamente ricos y tienen más de 50.000 palabras. Sin embargo, en el uso cotidiano, apenas utilizamos algo más de 3.000. Nos queda mucho por descubrir de la lengua de Cervantes que, entre otras, fue primero que Shakespeare.
Como se anotó al principio, decir fast track en medio de la consolidación del acuerdo de paz, parece irrelevante. Pero no es así. Es todo un insulto a la identidad nacional. Es claro que el punto deriva de la devastadora globalización, que no es solo económica sino mental y psicológica, haciéndonos perder lo que somos en forma casi imperceptible.
Trabajemos todos para erradicar la expresión fast track y digamos con orgullo vía rápida o trámite expedito. De lo contrario, vaya uno a saber si a nuestros hijos les tocará decir 'thank you' en lugar de Gracias.
JAIME BUENAHORA*
Especial para EL TIEMPO
* Representante a la Cámara, profesor de la Fairleigh Dickinson University.
Redacción El Tiempo
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