Los dos meses y cuatro días de paro de los estudiantes dejaron varias lecciones, pero tal vez la más importante sea que es posible la protesta pacífica y el diálogo con argumentos.
En opinión del consultor en educación Francisco Cajiao, estos dos ingredientes fueron claves para que las manifestaciones estudiantiles lograran el respaldo de la ciudadanía, a pesar de la incomodidad que generaron las marchas, y se mantuviera el diálogo con el Gobierno.
Pero, más allá del problema de la financiación de las universidades públicas, según Cajiao, el país debe comenzar a discutir qué modelo de educación quiere tener: “Uno en el que muy pocas personas acceden a la educación superior y la mayoría de ellas lo hacen a instituciones privadas, o uno donde prime lo público”.
La lección más grande es que toda expresión de protesta de las universidades debe hacerse en paz, como ocurrió en la mayoría de manifestaciones. Con su talante, los estudiantes lograron transmitirle a la ciudadanía una imagen distinta a la del vandalismo y destrucción que estaba en el imaginario. Y la ciudadanía respondió con un respaldo fuerte a los reclamos de la comunidad estudiantil.
Organización de líderes de marchasHubo un buen nivel de organización y legitimidad en los representantes estudiantiles que tomaron la vocería. Ellos fueron capaces de hacerse oír con argumentos, algo fundamental en la educación superior, que, se supone, es la clase pensante de la sociedad. Afortunadamente no hubo mayores divisiones internas entre los muchachos, como en otras ocasiones.
Respuesta apropiada del gobiernoEl Gobierno entendió que hay que hablar con la gente, con sectores como el mundo universitario, y que las decisiones no se toman exclusivamente desde los despachos ministeriales. Estos acuerdos estaban pendientes desde hacía muchos años, y el Gobierno tuvo una respuesta apropiada a la situación.
EL TIEMPO