El Programa Todos a Aprender (PTA) tiene distribuidos en todo el país a 94 formadores y 4.125 tutores que deben hacer largas travesías para formar a los profesores de instituciones educativas con bajo desempeño académico.
Una de ellas es Íngrid Paola Calderón, de Bogotá, quien cada dos o tres semanas viaja hasta el departamento del Cesar para capacitar a los tutores del PTA en esa región. Ella hace parte del primer engranaje de esta estrategia que busca mejorar la calidad de la educación en los colegios con los resultados más bajos en las pruebas de Estado (Saber 3.° y 5.°, y en el Índice Sintético de Calidad Educativa (Isce).
Los tutores del programa capacitan a 104.000 docentes de 2’300.000 niños de 15.606 sedes educativas ubicadas en 883 municipios.
Aunque actualmente Íngrid Paola está enfocada en el Cesar, su principal trabajo lo ha desarrollado –en el mismo programa– en La Guajira, donde estuvo durante cuatro años –desde el 2013– trabajando de la mano con la Secretaría de Educación de Riohacha y la secretaría departamental para llegar hasta centros educativos rurales, urbanos y étnicos, con el fin de mejorar los aprendizajes de los estudiantes en las áreas de lenguaje y matemáticas.
Con la presencia del PTA se han logrado consolidar los procesos formativos con directivos y docentes ajustados a las problemáticas de la región
“Con la presencia del PTA se han logrado consolidar los procesos formativos con directivos y docentes ajustados a las problemáticas de la región”, explica la docente. Uno de los principales retos fue acercarse a las comunidades indígenas, especialmente por diferencias idiomáticas.
“Empezamos a trabajar con los maestros el manejo de dos lenguas porque hay que preservar la suya, pero a la vez es necesario que manejen el español porque es una herramienta para comunicarse con el resto de personas”, sigue.
Y es que precisamente el trabajo con las comunidades indígenas es uno de los principales focos del PTA, pues muchas de ellas presentan bajos resultados en calidad educativa debido a su bajo manejo del español. Un ejemplo es el caso de la tutora María Elena Gil, quien –aunque en la actualidad trabaja en la Institución Educativa Rural El Real Bagre, en Antioquia– estuvo durante cuatro años con el PTA en el resguardo indígena Chagueradó, en Murindó, frontera entre Antioquia y Chocó.
La chalupa era el cuarto y último transporte motorizado que María Elena tenía que coger: primero viajaba en avión, luego en jeep hasta un punto en el que la recogía una moto que la llevaba por trochas hasta llegar al río y ahí se embarcaba por horas. Una vez en la orilla, debía caminar por entre la selva y ahí sí llegar hasta su destino. Una muestra más de la vocación y el compromiso de la educadora, y de la esencia misma del programa.
Quienes la esperaban eran indígenas de la comunidad embera, en la cual, según la tutora, eran pocos los profesores y aún menos los que hablaban español. “Allí vivía en una carpa y me bañaba en el río, y comía lo que ellos comen: carne de monte”, cuenta la tutora, quien después de trabajar en esa zona durante tres años, la trasladaron para Antioquia.
Con orgullo, asegura que uno de los principales logros de su trabajo en la comunidad fue que motivó a uno de los profesores para que hiciera un diccionario del embera al español. “De esta forma logramos perpetuar la cultura de estos pueblos”, expresa la maestra.
También cuenta que uno de los principales logros del programa es que los niños se sienten cada vez más motivados a estudiar y a emprender un camino distinto al que, muchas veces, el mismo entorno les marca. “En la actualidad estoy trabajando en la Institución Educativa Rural El Real. Aunque para llegar hasta allí no me toma tanto tiempo ni son tan largas las distancias, los retos son enormes”, explica la tutora. Allí también ha podido certificar que el PTA motiva a los estudiantes.
Les generamos esperanza, por muy duro que sea para nosotros dejar a nuestras familias durante semanas. Queremos transmitirles que sí se puede
“La minería ilegal es la principal actividad económica de la zona y se convierte en un imán para los niños y jóvenes. Ellos preferían dejar la escuela para irse a trabajar allá. Sin embargo, el PTA es casi que la única presencia del Estado en la región, y con este se ha logrado motivarlos para que continúen estudiando. Les mostramos otro futuro”, afirma María Elena.
“Lo único que no puede abandonar el tutor es la alegría y las ganas de hacer sonreír a los estudiantes y profesores. Les generamos esperanza, por muy duro que sea para nosotros dejar a nuestras familias durante semanas. Queremos transmitirles que sí se puede”, concluye la docente.
En estos tiempos en los que se habla de fortalecer la ruralidad del país y aumentar la presencia del Estado a todo el territorio, el Programa Todos a Aprender es un ejemplo por seguir. Desde sus comienzos llega a territorios históricamente olvidados llevando nuevas prácticas de aula a las escuelas campesinas y fortaleciendo así la calidad educativa.
Rubén Darío Cárdenas, gran rector del Premio Compartir al Maestro 2016 y rector de la Institución Educativa María Auxiliadora, en La Cumbre (Valle del Cauca), es testigo del impacto positivo de este programa en el cierre de las brechas de la calidad de la educación entre lo rural y lo urbano.
Su institución, de carácter rural, se vio beneficiada por el programa y, según afirma, mejoró los resultados en las pruebas Saber 3.° y 5.°. “El sector de la educación tiene varios problemas; sin embargo, el más importante que se debe solucionar es el de las prácticas educativas en las aulas de clase, sobre todo de las instituciones educativas campesinas”, expone el rector.
La ruralidad es marginal; no llegan muchos de los programas estatales, las fundaciones se concentran en grandes ciudades y no hay programas serios que impacten en la calidad educativa, excepto este
Según explica Cárdenas, el PTA está atacando precisamente ese problema fortaleciendo las capacidades de los maestros. Y es que, como asegura el rector, los docentes de las escuelas rurales suelen presentar niveles de capacitación bajos frente a nuevos modelos pedagógicos.
“La ruralidad es marginal; no llegan muchos de los programas estatales, las fundaciones se concentran en las grandes ciudades y no hay programas serios que impacten en la calidad educativa, excepto este. Yo creo que (el PTA) es el único que vale la pena”, explica el rector.
El impacto positivo del PTA en la calidad de la educación rural del país está comprobado además por un estudio reciente de la Universidad de los Andes según el cual este genera resultados positivos y significativos en la calidad educativa en esas regiones.
Aún hoy, la mayoría de las aulas del país mantienen la misma estructura de hace 70 años: pupitres ordenados por parejas o individuales, un tablero y estudiantes que escuchan al maestro que de pie les transmite sus conocimientos con actitud autoritaria. Sin embargo, estudios demuestran que este modelo está devaluado y que se debe reformular la manera de enseñar.
Por eso, el Programa Todos a Aprender (PTA) entra desde hace cinco años a las aulas y cambia la mentalidad de los docentes, a la vez que impacta en el aprendizaje de los niños.
La profesora Martha Lucía Giraldo, de la Institución Educativa Maltería, en Manizales, explica que en su colegio se han transformado las prácticas pedagógicas desde que llegó el PTA. “Ahora usamos muchas herramientas para dictar clases; tenemos recursos distintos y estrategias diversas para transmitir el conocimiento a nuestros estudiantes”.
Además, destaca con orgullo que el PTA ha permitido llevar nuevas formas de enseñarles a niños que son hijos de los administradores de las fincas lecheras y ganaderas de la zona. “Ellos necesitan educación de calidad”, sentencia.
Su experiencia con los tutores ha sido excelente. Durante los dos años que lleva trabajando con el programa, ha comprobado que son entregados y dados a transmitir todos los conocimientos para que mejoren la práctica pedagógica.
Con ello coincide la profe Rosy Maribel Salgado, de la Institución Educativa Departamental La Calera. Una de estas prácticas es la comunidad de aprendizaje, en la cual los estudiantes trabajan en grupos para sacar adelante un proyecto. Dentro de este se establecen ciertos roles. “No solo aprenden más sino que adquieren otras competencias como el liderazgo y el trabajo en equipo”, dice la docente.
No solo aprenden más sino que adquieren otras competencias como el liderazgo y el trabajo en equipo
Uno de los tutores del PTA con los que trabajó la profesora fue Harold Torres, quien, según ella, es un excelente matemático. “Nos demostró cómo debemos cambiar la mirada sobre la enseñanza de las matemáticas. Por ejemplo, pasar de lo concreto a lo abstracto”, sigue.
La profesora ha evidenciado cómo cambiaron los estudiantes desde que llegó el programa a su colegio. “Cuando alguno de ellos no entiende algo, los compañeros le ayudan y explican. Además, cada vez muestran más interés en aprender; eso ha impactado en que son más disciplinados”.
Y es que las prácticas pedagógicas del PTA son más entretenidas, pues se utiliza el juego o se lleva la teoría a la práctica. Por ejemplo, la profesora Rosy encabeza el proyecto de Plantas y Animales nativos, en conjunto con Parques Nacionales. “He aprendido a generar intertextualidad, a conectar conocimientos y materias. Definitivamente, el PTA nos ha hecho mejores docentes”.
EL TIEMPO
* Concepto y redacción editorial: Vida de Hoy (sección Educación) EL TIEMPO.
Con el patrocinio del Ministerio de Educación Nacional (MEN).
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