La situación es alarmante: más de la mitad de municipios del país tienen las condiciones que llevan a la desnutrición crónica a niños y niñas menores de 5 años, y entre ellos, los territorios de Amazonia y Orinoquia son los que reportan el riesgo más crítico de padecer esta enfermedad. Se trata de una problemática que no solo es un asunto de salud pública, sino de desarrollo económico, que puede agudizarse en las condiciones de pandemia.
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Esta es una de las conclusiones del Índice de Desnutrición Crónica 2020 de la Fundación Éxito, que evaluó la situación de 1.076 municipios del país, con corte a 2018, para determinar los principales factores que producen este mal en los territorios. La categorización del índice se definió de 1 a 5, donde 1 es el estado crítico y 5, el sobresaliente. El estudio concluyó que 626 municipios (58 por ciento del total) están en categorías 1, 2 y 3, lo que implica que se debe priorizar la atención de estos territorios.
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La desnutrición crónica no es letal. Sin embargo, los niños que padecen esta alteración no gozan de un crecimiento físico, cognitivo y emocional sano. “Es un retraso del crecimiento que afecta el desarrollo físico e intelectual del niño”, explica la nutricionista Natalia Ledesma, y agrega que “sus capacidades no se desarrollan de manera adecuada”.
El índice señala que un adulto que tuvo desnutrición crónica en sus primeros 2 años de vida puede tener casi 15 puntos menos en su coeficiente intelectual, comparado con quien no haya padecido esta alteración. Además, tiene en promedio 5 años menos de educación y puede ganar hasta 54 por ciento menos salario.
“Esto tiene un efecto sobre el capital humano, pero también sobre el desarrollo económico de una nación”, dice Ledesma. Menor capacidad productiva en una región, menor capacidad de consumo de su población y peores condiciones de empleabilidad son consecuencias de esta afección, según el informe, que favorecen la pobreza e impiden el desarrollo de un país.
Las expertas coinciden en que las condiciones actuales de la pandemia pueden empeorar la situación. Paula Escobar, directora ejecutiva de la Fundación Éxito, dice que “la crisis económica va a empeorar la seguridad alimentaria de las familias. Y esto no será mitigado con programas estatales ni entregas de alimentos”.
La desnutrición crónica tiene un efecto sobre el capital humano, pero también sobre el desarrollo económico de una nación
En la misma línea, Ana María Ibáñez, economista y asesora principal de la Vicepresidencia de Sectores y Conocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), asegura que “la desnutrición crónica no solo es un problema para los niños y sus familias, sino que es un problema de Estado”.
Una encuesta realizada por el BID, entre 200.000 personas de 17 países, encontró que desde el inicio de la pandemia, en el 67 por ciento de hogares por lo menos una persona perdió sus medios de subsistencia, empleo o negocio. Más de la mitad de estos hogares tuvieron que reducir su alimentación la semana anterior a la encuesta. Y en el 50 por ciento del total de hogares, la calidad de su alimentación empeoró.
“Esta situación tendrá un impacto sobre los niños no solo hoy, sino en el futuro –dice Ibáñez–. Los impactos en la primera infancia perduran a lo largo de la vida. Después, esos niños tienen salarios menores y menor educación”.
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En esa línea, agrega Ibáñez, el índice es una herramienta para la acción estatal, teniendo en cuenta que en América Latina no existe información suficiente que permita a los gobiernos diseñar políticas eficaces para mejorar el estado nutricional en la primera infancia.
En Colombia, 1 de cada 9 niños menores de 5 años tiene desnutrición crónica, según la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia, Ensin (2015). Si bien este y otros datos de la encuesta son indicadores útiles, el informe de la Fundación Éxito ofrece información desagregada y actualizada al 2018.
Para clasificar los 1.076 municipios en las cinco categorías, el índice cruzó doce variables determinantes en el surgimiento de la desnutrición crónica, como bajo peso al nacer, embarazo adolescente, educación de las madres y acceso a agua potable.
En Amazonia, Orinoquia, en el norte de la región Caribe y región Pacífica (exceptuando el Valle) están los municipios que requieren atención urgente. El índice muestra que 92 por ciento de municipios analizados en Amazonia y Orinoquia están en nivel bajo y crítico.
“Son territorios que tienen debilidades en infraestructura, en servicios de salud, en educación, saneamiento y agua potable”, explica Escobar. Reportan altas tasas de pobreza, tienen un PIB per cápita muy bajo y altos índices de desigualdad. Además, la mayoría han sido azotados por años de conflicto armado, tienen economías extractivas y, en algunos casos, cultivos ilícitos.
El índice muestra que 92 por ciento de municipios analizados en Amazonia y Orinoquia están en nivel bajo y crítico
Los municipios en categoría 3, que corresponden al 32 por ciento del total, no son los más rezagados del país, pero presentan “altas tasas de pobreza”, dice Escobar. La mayoría están en Antioquia, Boyacá, Huila, Santander, Nariño y Cundinamarca, departamentos que han iniciado una expansión económica, pero esto aún no se refleja en el bienestar de la población más vulnerable, dice el informe.
Los que están en mejores condiciones (categorías 4 y 5) representan el 42 por ciento del total y están distribuidos en las principales ciudades del país. La mayoría están en el Eje Cafetero, la región cundiboyacense y los Santanderes, tienen menores tasas de pobreza, y los departamentos a los que pertenecen tienen un PIB mayor que el promedio nacional.
Sin embargo, Escobar recomienda no bajar la guardia, teniendo en cuenta que estas zonas concentran la mayor cantidad de población del país y, por tanto, el mayor número de niños con desnutrición crónica. Por ejemplo, Bogotá tiene 16,2 por ciento de desnutrición crónica en menores de 5 años, según datos de 2019 de la Secretaría de Salud; y Medellín, 7,4 por ciento.
Este panorama debe servir como llamado de atención para que los líderes de las regiones incluyan políticas encaminadas a la reducción de esta enfermedad.
“Es momento para que todos estemos invirtiendo, para que veamos cómo mejorar la situación de los niños en el país y entendamos que los efectos presentes van a tener un impacto en el futuro en el ingreso en los hogares de esos niños, pero también en el ingreso de los municipios”, concluye Ibáñez.
El municipio Cumaribo, en Vichada, está en el último lugar del Índice de Desnutrición Crónica. Solo el 11 % de la población tiene acceso a acueducto, el 49,2 % de las madres llegó a primaria, el 28,1 % de los nacimientos son en mujeres entre los 10 y los 19 años, por cada mil nacidos vivos mueren 35 niños menores de 5 años y 27 fallecen antes de cumplir el primer año de edad.
Estas son cifras preocupantes si se comparan con Envigado, Antioquia, el municipio mejor ubicado en el índice. El 99 % de su población tiene cobertura de acueducto, solo el 2 % de las madres tienen primaria como máximo nivel educativo, 5,9 % de las madres están entre los 10 y los 19 años, por cada mil nacidos vivos mueren 2,46 niños menores de 5 años y 1,85 mueren antes del primer año de edad.
Estos y más datos se presentarán hoy en el foro virtual ‘Desnutrición crónica, un mal que devasta a la niñez’, organizado por la Fundación Éxito y EL TIEMPO. El evento será transmitido a partir de las 9 a. m. por el canal de YouTube de esta Casa Editorial.
REDACCIÓN VIDA
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