A veces, el mundo adulto me deprime mucho: tanta violencia, tanto odio, tanta división. Pero me rompe el corazón todavía más cuando veo lo peor de los adultos actuado en miniatura entre los jóvenes. ¿Lo habrán aprendido de sus padres o de su ambiente, o será que el estado del ser humano naturalmente incluye la tendencia de excluir y maltratar cuando vemos una vulnerabilidad que podemos explotar?
En la película ‘Extraordinario’, basada en el libro del mismo nombre (‘Wonder’, en inglés), vemos lo peor del comportamiento entre jóvenes, en especial el matoneo al protagonista, un niño con deformidades en su cabeza. Nadie quiere que eso les pase a sus propios hijos.
La historia también da espacio para imaginar lo que podemos lograr: unos niños que eventualmente lo conocen como ser humano y lo apoyan a enfrentar a los que no lo entienden.
El doctor Martin Luther King Jr. creyó en la posibilidad de crear una “comunidad querida”, donde todos los seres sienten una pertenencia profunda y una conexión con los demás. Los educadores tenemos la gran responsabilidad de crear una sociedad de respeto y seguridad dentro de nuestras comunidades escolares. Pero, como dice Peter Drucker, “la cultura se come la estrategia en el desayuno”, refiriéndose a que no importa la calidad de las reglas, sistemas o actividades que se implementen o propongan si los integrantes de una sociedad no están de acuerdo con ellos o no tuvieron voz en su creación.
Creo fuertemente que los mismos jóvenes deben ser quienes transformen sus entornos con el apoyo de los adultos a su alrededor, un concepto llamado ‘voz estudiantil’, en el Aprendizaje Basado en Proyectos.
En nuestro proyecto ‘Mi mundo, mi pasión’, en grado 11.°, un estudiante está intentando transformar nuestros programas de convivencia y gobierno estudiantil basado en las ideas de los alumnos de diferentes grados, apoyado por docentes, padres de familia y otros miembros de la comunidad. Él quiere dejar un legado y está creando todo un plan para la mejora del sentido de respeto y pertenencia a su comunidad educativa.
Aunque el trabajo de formar buenas personas a veces parece interminable, hay mucho que los educadores y padres podemos hacer para crear una nueva cultura de conexión, apoyo y equidad entre los jóvenes de hoy. Crear comunidades tan inclusivas –no por la fuerza de reglas, sino por el fomento de la empatía y el buen carácter– requiere la colaboración de todos y debe incluir mucho ejemplo de lo que queremos ver: respeto, diálogo, capacidad de honrar las necesidades de los demás, y una bondad que nos lleva a incluir y apoyar, más que a excluir y maltratar.
Requiere un esfuerzo de todos los días, año tras año, un esfuerzo por medio del diálogo y, al tiempo, de normas que se integran en todo lo que hacemos como padres y educadores.
JENNIFER D. KLEIN
Directora del Gimnasio Los Caobos
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