Al término de una conferencia en un congreso internacional, una de las anfitrionas dice: “El doctor me acaba de informar que ya debe irse, y todo el público presente hoy aquí en el auditorio se lo agradece”. Los asistentes, sorprendidos, se miran buscando una respuesta a tal afirmación, y más porque la intervención del doctor los ha cautivado, y se infiere que por eso agradecen, y no porque él deba ausentarse.
Acerca de situaciones similares, el ya fallecido humorista y libretista mexicano Roberto Gómez Bolaños, en uno de sus personajes, propagó la frase “fue sin querer queriendo”, para referirse a esas palabras que salen de la boca sin considerar el orden, el contexto o la interpretación que puedan surgir con un mensaje inadecuado. Muchas expresiones como estas contienen, además, un significado literal que causa, no solo confusión o enojo, sino risa en los receptores. Casos parecidos abundan.
En un campeonato deportivo intercolegiado, por ejemplo, el entrenador de uno de los equipos participantes estimulaba a los muchachos a su cargo para que el próximo fin de semana, con toda la entrega posible, se esforzarán en “derrotar a Santa María”. “El año pasado nos arruinó las vacaciones”, añadió el entrenador. La intención por comunicar una idea, con frecuencia, se aparta de la manera para transmitirla. ¿Santa María? ¿Un colegio con ese nombre?
Los escenarios cambian, pero las sorpresas aumentan. Hay ocasiones en que el amor prometido de una pareja puede generar sospechas en uno de los cónyuges. En un mercado de las pulgas, como se sabe, se venden objetos antiguos, deteriorados y, en muchos casos, considerados ya inútiles. En ese informal ambiente de negocios, que atrae a la gente sobre todo los fines de semana, un señor demostraba su interés y convencimiento por desempeñar este oficio: “Me encanta ofrecerles a los clientes este tipo de materiales. Por eso, casi siempre vengo acompañado de mi esposa”.
Están otros despistados que quizás olviden qué llevan en la mano, como lo demuestra un joven acomodador en una sala de cine: “Quienes tienen la boleta en su mano, y no lo saben, pueden acomodarse en las zonas laterales del teatro”.
A veces, uno vacila entre la prudencia y la sinceridad. También sabemos que solo algunas personas han cultivado el oído musical. Otras más apenas distinguen entre un violonchelista y un guacharaquero, o entre los sonidos de un cencerro y el de un piano de cola. Sin embargo, cuesta hallar la justificación ante las declaraciones de un maestro de ceremonia: “En esta empresa, las interpretaciones del grupo musical se cancelarán por lo que resta del año. Por tanto, en nombre de todos los empleados agradecemos mucho ese gesto a sus integrantes”.
Y con tanto material artificial (también natural) para cambiar la apariencia femenina en estos tiempos, ya nadie sabe a qué atenerse cuando un vendedor callejero anuncia: “¡Compren, compren las blusas! Baratas, económicas, bonitas; para la señora, para la hija, para la tía, para la abuela. Son exclusivas blusas para señoras… ¡de pura seda!”. ¿Habrá señoras de seda y no de piel?
En muchos sectores residenciales de la ciudad (y en los comerciales también), la cantidad de perros en cuclillas es grande. Con estos, casi siempre los amos, que conforman un mismo número, se ven dispuestos con bolsas plásticas, tapabocas, palas y escobillas para evitarles a los transeúntes unos cremosos e imprevistos tropiezos. En esas faenas, para nada envidiables, algunos dueños de estos cuadrúpedos peludos olvidan el respeto y la limpieza. Por ello, en una de estas zonas apareció el siguiente aviso, donde el confuso uso del posesivo “sus” da mucho qué pensar: “Debido a que son muchas las quejas de los vecinos porque encuentran en los pasillos y en las zonas verdes los desechos de muchas mascotas, se solicita a los dueños que, por favor, se aprovisionen de bolsas plásticas para que recojan ahí sus necesidades, de las zonas verdes, de los corredores, de las escaleras o de los ascensores. Lo importantes es que las lleven consigo. Gracias. La administración”.
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
Profesor Facultad de Comunicación
UNIVERSIDAD DE LA SABANA
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