Fueron veinticinco –de sus treinta– años contando, a medias, su realidad; siendo víctima del bullying de sus maestros (y no, precisamente, de sus compañeros de colegio), del ‘manoseo’ de su historia clínica entre terapeutas del lenguaje, neurólogos, fonoaudiólogos, psicólogos, etc. sin saber qué hacer, e inclusive, padeciendo en carne propia las burlas hacia personajes de caricatura como Porky, el cerdo tartamudo de Looney Tunes.
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“¿Te has dado cuenta de que, en Colombia, lo único que se sabe de la tartamudez es en burla? Si recuerdas los Looney Tunes, uno de sus personajes era tartamudo y era del cual se burlaban.
“Lo que, comúnmente, se ve de la tartamudez es la punta del iceberg: los bloqueos, las repeticiones, la falta de fluidez, etc. Pero lo que hay debajo es una cantidad de implicaciones: bullying, ansiedad, apego, angustia, depresión, etc. Y lo que se celebra hoy es la creación de voz para esta condición, para que quienes la tenemos sepamos que no estamos solos, sino que simplemente estamos en medio de un desconocimiento general”, dice María Paula Torres, psicóloga especialista en tartamudez, condición que hoy celebra su día internacional de concientización y que esta bogotana conoce muy bien pues la ha acompañado toda su vida.
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Si bien la tartamudez no es nueva, su salida del closet, sí ha sido bastante reciente; de ahí la gran cantidad de mitos y, en contraste, la falta de información en cuanto al abordaje adecuado, no solo desde la medicina, sino también (y sobre todo) desde la familia y en trabajo engranado con maestros, fonoaudiólogos y psicólogos pues, por lo general, se asocia a la falta de fluidez verbal con estados de nerviosismo o ansiedad; lo cual no es tan cierto como se cree.
“¿Te has dado cuenta de que, en Colombia, lo único que se sabe de la tartamudez es en burla? Si recuerdas los Looney Tunes, uno de sus personajes era tartamudo y era del cual se burlaban. Hay muchos mitos y por ello, los padres vienen a mí y me dicen: ‘es que el niño se pone así cuando está nervioso’. Y no, no son nervios. Inclusive a mí, que soy psicóloga y hablo del tema, cuando voy a dar mis conferencias, me dicen: ‘Pauli, estás como nerviosa, ¿no?’; y les digo: ‘no, esto hace parte de la tartamudez’”, narra la psicóloga de la Universidad de San Buenaventura.
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“Tengo 30 años y fueron 25 años donde mis padres no sabían nada de la condición. Mi madre, inclusive, me llevó a chamanes, para que me quitaran mi tartamudez".
En 2013, a sus 23 años, María Paula Torres viajó a Santiago de Chile a cursar su maestría en psicología de la salud. Esta experiencia fue su punto de quiebre para darle fluidez a su vocación de servicio enfocada en la condición que comparte con unos 70 millones de seres humanos (se estima que la tartamudez afecta al uno por ciento de la población mundial).
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Si bien su plan era hacer efectiva una beca que ganó para su magíster (y no someterse a ningún tratamiento para combatir su condición) “en una presentación académica me fue muy mal –recuerda María Paula; me dio un ataque de pánico a consecuencia de mi tartamudez (y no al revés como suele asociarse) y dije: ‘tengo que enfrentar este tema pues ya me afecta’. Empecé mi trabajo de buscar conexiones, gente especializada en el tema y conocí a Camila Paillao, fonoaudióloga chilena, que cuenta con un diplomado en intervención fonoaudiológica en personas con tartamudez y amplia formación en el tema. Me ayudó en las técnicas para entender bien mi condición y empezó todo mi trabajo de entender la tartamudez de los otros; así, nos asociamos en 2018”.
Entonces, nació Coacer, un proyecto con enfoque multidisciplinario para abordar la tartamudez y que ofrece servicios de atención clínica (evaluación, intervención y seguimiento a niños, adolescentes y adultos con la condición), supervisión a profesionales (sesiones donde se analiza la manera cómo el profesional está abordando el caso clínico), capacitaciones y master class a porfesionales, charlas y docencia en universidades, colegios, centros, etc. , investigación y grupos de ayuda mutua. En todas estas aristas, María Paula y Camila enfatizan a los aspectos psicoemocionales, como las claves de la condición.
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La tartamudez es una condición del habla que no tiene cura. En algunos casos, puede que el niño, entre los cero y los cinco o seis años presente falta de fluidez verbal que puede ser reversible, en la medida que se realice una intervención temprana. Pero si pasa de los seis primeros años, será un caso más de tartamudez recurrente, es decir, que estará siempre.
“Tengo treinta años y fueron veinticinco años donde mis padres no sabían nada de la condición. Mi madre es súper católica y, ante su desconocimiento, inclusive, me llevó a chamanes, para que me quitaran mi tartamudez; lo hizo dentro de desesperación pues los médicos, neurólogos, y psicólogos no hallaron salida adecuada a mi condición”, narra la psicóloga María Paula Torres quien es enfática en la necesidad de diagnosticar y tratar de manera temprana y con diferentes especialidades, a la tartamudez.
“En Coacer nos enfocamos en ver la tartamudez desde la parte lingüística y la emocional, porque se tiende a pensar que solo es lo fonoaudiológico y hay un impacto grande en lo emocional. A los padres les recomendamos que si su hijo es menor de seis años, lo revise un fonoaudiólogo especialista en la condición; y si el menor pasa esta edad, hay que iniciar terapia psicológica para que la tartamudez no le afecte tanto al niño, que pueda sentirse cómodo con esta condición para que no le afecte su calidad de vida”, puntualiza la psicóloga.
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