Es una dama tan prudente que rara vez se percibe uno de sus 'cuchicheos' o 'chismes', y solo cuando la antecede quizás la única de sus amigas, doña Ce, que siempre la impulsa a expresarse. A ella le bastan el silencio y la discreción para saber que su papel está más cerca de la solemnidad que de la figuración; puede identificarse porque su bracito derecho apunta arriba o levanta ambos si encabeza alguna oración, cuando quiere ser más notoria.
Perece muda, pero esta recatada mujer se ha situado en el octavo lugar de una fila donde pululan los ruidosos, que hablan por ella. Comparte tareas entre 'muchachos' y 'chicos', se introduce en el 'chocolate' y en la 'humedad'; aparece por el 'Chocó' y el 'Huila'; nadie la ve en La Guajira ni el Amazonas, pero sus 'habitantes' dicen que la llevan en primer lugar.
La incomodidad aumenta porque, en sentido práctico, casi nadie descubre ningún aporte útil de esa señora 'inoportuna', como algunos la califican. En las lecturas en voz alta, permanece oculta entre las vibraciones de sus 'hermanas', que compiten por resonar, y a ella la sitúan en el propio comienzo de esa 'hermandad'.
Los equívocos acerca de su función crecen, más que nada al escribir. Siempre está con los 'huérfanos', los 'huevos' y los 'huesos', a pesar de que se ausenta de los 'orfanatos', los 'óvalos' y del sistema 'óseo'. Eso sí, siempre deja 'huellas' y 'huecos'; figura en el inicio de las 'hierbas', metida entre los 'ahijados', acomodada casi al final de un 'penacho'.
A estas alturas, ya muchos de ustedes sabrán que se trata de la letra hache. Entonces, apenas con esos indicios, examinemos los tropiezos en que podríamos incurrir frente a ella o, al contrario, si pasamos desapercibida su fuerza significativa.
Cuando se confunde la preposición a con una de las formas del verbo haber, ha, surgen las inquietudes para precisar en qué casos se usan una o la otra. Es muy fácil. Si puede conjugarse, va con hache: 'Yo he caminado, tú has caminado, él ha caminado…'. Muy distinto a decir: 'Voy a caminar', porque allí no es posible conjugar: ¿'Yo a caminar, tú a caminar, él a caminar'?'. Absurdo, ¿cierto? En este último caso, es claro, va sin hache.
Otra preocupación con esta letra surge cuando falta distinguir el papel del mismo verbo para indicar existencia. En este caso, siempre se usa en singular, aunque aluda a objetos plurales. Ejemplos: 'Hubo mil personas en el auditorio; hay 15 libros en el estante; habrá 50 mil asistentes al estadio; había tres posibilidades de acuerdo…'. El mismo recurso se aplica para sustantivos singulares: 'Hubo una persona; hay un libro; habrá un asistente al estadio; había una posibilidad de acuerdo'.
Las confusiones se extienden con ay, hay, ahí. Para esos casos, se aclara que ay es una interjección; se usa, por ejemplo, cuando alguien golpea el dedo más pequeño del pie con la esquina de la cama: '¡Ay, qué dolor!', sin otra expresión. Hay, del verbo haber, ya se mencionó: 'Hay varias maneras de dialogar'. Y ahí es un adverbio de lugar; indica un sitio: 'El libro está ahí, en el cajón del escritorio'.
Al tratar de identificar en qué caso se escriben haya, aya, allá o halla, también nos invaden las dudas. Es sencillo recordar sus significados: haya es un árbol, la forma del verbo haber o un donativo en una festividad española; aya es sinónimo de niñera; allá es el adverbio de lugar ('deja el libró allá, sobre la mesa'); halla es la forma del verbo hallar, sinónimo de notar, descubrir: 'Él halla el tesoro de la sabiduría'.
En cierta ocasión, un tierno niño (todos lo son) insistía en que podía usarse la expresión haiga (que, por cierto, 'es un automóvil grande y ostentoso'), pero con el significado del verbo haber, para indicar existencia. Tanto se le contradijo al pequeño, que este acudió a sus propios ejemplos: 'En el supermercado, yo pregunté si hay galletas. Un señor dijo que hay garantía'. Y sabemos que hasta en los restaurantes populares se indaga si hay gallina.
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
jairo.valderrama@unisabana.edu.co
UNIVERSIDAD DE LA SABANA