Pasó por máscaras, por varias fases, por nuevos rostros. Han pasado más de tres años desde que su semblante fue destruido por un ataque con ácido, de los muchos que hacen de Colombia, vergonzosamente, uno de los países con mayor cantidad de agresiones en el mundo, como reportó la Universidad del Rosario este año.
Natalia Ponce de León, el rostro más famoso en Colombia que alza la voz frente a este tipo de ataques que ella misma recibió de Jonathan Vega en marzo del 2014, está consciente de que la realidad nacional no parece cambiar. Según cifras que reunió su fundación homónima, el año pasado, 36 mujeres fueron atacadas con agentes químicos (cifra que coincide con la de Medicina Legal al respecto), y hasta mayo de este año se reportaron 32 casos.
El panorama es aún peor si se tiene en cuenta que este tipo de violencia, considerada un atentado a la integridad física, no es el que más sufren las mujeres en Colombia: la Encuesta Nacional de Salud del 2015 reporta que la violencia psicológica es la que más padecen las colombianas. Por eso, aprovechando que el 25 de noviembre es el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, Natalia Ponce de León se alió con la Fundación Avon para visibilizar con piezas gráficas las diferentes formas de violencia que nos asechan. Hablamos con ella sobre esta campaña, llamada #ReconoceLasSeñales, de la que ella es la principal imagen.
¿Qué señales debería reconocer una persona con respecto a la violencia?
Primero, mujeres y hombres tenemos que entender que la violencia no es solo un golpe. Por ejemplo, está la violencia emocional —que es más silenciosa y común y se manifiesta de muchas maneras—, la violencia económica —como el chantaje—, la violencia verbal —que busca dañarle la autoestima a uno con palabras que reducen nuestra dignidad— y también la violencia sexual.
Con la campaña #ReconoceLasSeñales queremos invitar a hombres, mujeres, niños y niñas a que reconozcan a tiempo estos tipos de violencia para prevenir que sucedan hechos como feminicidios o ataques con ácido, que se gestan desde esas violencias.
Algo que quiero resaltar es que se les quita mucha importancia a las amenazas, que deberían ser motivo suficiente para que cualquier mujer busque ayuda porque si se dejan estar ahí, después de muchos años y meses de violencia se llega al feminicidio, a los ataques. Y los agresores más frecuentes de las mujeres son sus parejas o exparejas masculinas.
¿Cómo le explicaría a alguien que piensa que la violencia es solamente física que insultar es violento, por ejemplo?
La violencia se da desde la mentira; porque lo que se dice contra las mujeres es mentira. Cuando se nos baja la autoestima o se nos denigra como si no fuéramos seres humanos se nos está violentando. Y es mentira porque claro que somos seres humanos.
Sin embargo, las mujeres siguen ganando menos dinero que los hombres, no pueden llegar a (los mismos) cargos altos que ellos. Sin embargo, hay muchas mujeres que se dejan maltratar y golpear por sus parejas porque le temen a lo que pueda pasarles a sus hijos. Eso es violencia porque, además, se transmiten esas prácticas en los hogares, en los niños.
Hay que educar a los niños para dos cosas: respetar al otro y tener muchísimo amor propio. Con estos dos elementos podemos cuidarnos de la violencia y de violentar a otros.
Las mujeres tenemos que alzar la voz, empoderarnos y aprender a amar, pero lo más importante es que para hacer eso hay que encontrar el amor verdadero: el amor propio. Tenemos que salirnos de los estereotipos de belleza y concentrarnos en nuestras almas. Los estereotipos son mentiras, son violentos.
Pero los hombres también deben unirse. Ellos tienen que darse cuenta de cuándo son agresivos con sus comentarios y tienen que cuidar a sus mujeres. ¡Somos quienes damos la vida!
El machismo está en las pequeñas señales: en llegar por la noche a preguntar ‘¿dónde está mi comida?’ cuando la mujer viene de trabajar todo el día...
Denunciar es un proceso por el que nadie quiere pasar...
Y es doloroso porque el sistema nos victimiza mucho más. Quienes atienden las denuncias pueden ser muy fríos; las instituciones tienen que tener mucho corazón porque ahí es donde dicen frente a una mujer que acaban de maltratarla: ‘Ah, es que usted se lo buscó’ o ‘¿Para qué anda por esos lugares si no quiere que le pase algo así?’.
Estas campañas también pretenden concientizar al sistema judicial, porque esto es trabajo de todos; no solo de nosotras, sino de toda una sociedad. Y para que una sociedad funcione tiene que dejar de maltratarnos.
Una sociedad que maltrata a sus mujeres es una sociedad que no funciona, porque la mujer trae estabilidad al mundo, al hogar, es tranquilidad, es amor... ¡No sé por qué hay una misoginia tan grande ni por qué los hombres les tienen tanta rabia a quienes les damos la vida!
Eso sí: no se puede victimizar más a las mujeres desde los medios ni desde lo público porque eso asusta más a las otras. Les da más miedo y hace que denuncien menos.
Aunque las mujeres se sientan solas y desprotegidas en ciertas circunstancias, es fundamental que estemos unidas y que sepan que hay líneas telefónicas como la 155 de la Policía, que es para la mujer, donde le dan asesoría de cómo denunciar y buscar ayuda para su seguridad.
Muchos hombres creen que esto no es con ellos, sino con otros. De hecho, el acoso y la violencia suelen darse de forma involuntaria. ¿Qué les dice a ellos?
Los viejos ya no pueden cambiar, pero eso viene desde el hogar, vienen educados desde ese machismo. Desde chiquitos se educan con que la mujer viene a servir a los hijos, a la casa, al marido; a ser esclavas y objetos.
Muchas mujeres son machistas de por sí porque creen que nacieron para eso. Pero yo tengo dos hermanos y en mi casa nunca viví ese tema del machismo realmente; siempre hubo igualdad y equidad...
El machismo está en las pequeñas señales: en llegar por la noche a preguntar ‘¿dónde está mi comida?’ cuando la mujer viene de trabajar todo el día... Pues no, hombre, hazte tu comida. En el hogar los roles deben compartirse. Hay que buscar equidad de género en el trabajo, en el hogar; eso viene desde la educación de la casa, y un país sin educación y sin salud está fregado. Y claro, las mujeres, en vez de darnos duro entre nosotras, tenemos que unirnos aunque estemos en un hueco negro.
Entonces, ¿su mensaje es que las mujeres sientan empatía por su género?
Es más, que sintamos empatía como seres humanos y que sintamos amor propio. Eso me sacó a mí adelante (del ataque con ácido) y es lo que me llevó al perdón: a darme cuenta de que me estaba tomando un veneno con el odio y la rabia, deseando que el otro se muera... Es un mensaje especialmente para la juventud.
Y ¿usted cómo vive esta campaña?
Me siento bien por todo el camino que cogí de no quedarme como una víctima. Uno puede sobresalir y salir de cualquier problema transformando el dolor físico o espiritual en una transformación para trascender.
En estos tres años y siete meses que llevo de este renacer (del ataque con ácido) han sido aprendizajes de todo tipo: físicos, personales, emocionales. Esta lucha va a seguir hasta el final de mis días. Hay que tener un buen corazón para escuchar y aguantar historias de impunidad, injusticia. Está todo por hacer, y estamos empezando.
-Te hace sentir culpable.
-Te acosa con mensajes en el celular.
-Te maltrata verbalmente.
-No te deja ver a tu familia y amigos.
-Te revisa tus redes sociales.
-Te chantajea con dinero.
-Se enoja cuando opinas u opinas diferente.
-No te permite trabajar.
-No te deja salir con tus amigas y amigos.
-Te manipula con tus hijos.
-Te obliga a tener relaciones sexuales.
-Te acosa sexualmente.
-Te agarra fuerte del brazo cuando está molesto.
-Te grita y usa palabras ofensivas.
-Te trata con desprecio.
-Te amenaza de muerte.
-Te hace bromas hirientes.
-Te descalifica o ridiculiza.
-Te prohíbe usar métodos anticonceptivos.
-Te golpea “jugando”.
MARU LOMBARDO
VIDA MODERNA@puntoyseacabo
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