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Educación

Así logró Francia ser modelo en educación durante la pandemia

El ministro Jean-Michel Blanquer (derecha) da una charla a escolares como parte del apoyo a la Asociación Europea de Leucodistrofia, en París (Francia).

El ministro Jean-Michel Blanquer (derecha) da una charla a escolares como parte del apoyo a la Asociación Europea de Leucodistrofia, en París (Francia).

Foto:EFE

El país volvió a presencialidad en sus escuelas apenas dos meses después de iniciada la emergencia.

Mucho antes de que en Colombia siquiera se considerara la posibilidad de volver a abrir los colegios luego de la suspensión de clases presenciales en 2020 por culpa de la pandemia de covid-19 (situación que se repitió en prácticamente todos los países del mundo), en Francia ya habían vuelto a las aulas y desde entonces no han parado.
En mayo de ese año, solo dos meses después de ordenar el cierre general de las escuelas, el Gobierno francés ya tenía a sus alumnos de vuelta en los salones, y de manera total. No se hablaba de alternancia (aunque sí de protocolos de bioseguridad, distanciamiento y demás) como sí se empezó a hacer en Colombia a mediados de 2021.
La decisión rindió sus frutos, al punto de que el país europeo se convirtió en uno de los que menos impacto en el sector educativo evidenciaron durante la pandemia. Y en cabeza de este proceso estuvo Jean-Michel Blanquer, el ministro de Educación francés, quien defendió esta decisión, la cual, al igual que ocurre en este país, recibió al principio muchas críticas, en especial de sindicatos de docentes y organizaciones de padres de familia.
En diálogo con EL TIEMPO, Blanquer sostiene que el tiempo le dio la razón, y que en la actualidad la mayor parte de la opinión pública considera acertado haber vuelto a clases presenciales con prontitud, una decisión que, señala, redujo el impacto educativo, si bien en solo dos meses de cierres el golpe igual fue considerable.

¿Cómo llegaron a la conclusión de abrir las escuelas en el momento más difícil de la pandemia?

Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación de Francia y promotor de la presencialidad escolar durante la pandemia.

Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación de Francia y promotor de la presencialidad escolar durante la pandemia.

Foto:Université Paris-Saclay

Al principio de la crisis teníamos la misma información que todo el mundo, con mucha incertidumbre sobre la naturaleza y amplitud de esta. Entonces habíamos tomado medidas muy parecidas a las de otros países, con el primer cierre total, que demoró casi 10 semanas, entre marzo y mayo de 2020.
A partir de abril tuve la convicción de que los inconvenientes y el impacto de lo que estaba pasando en la educación de los niños eran enormes comparados con las ventajas en materia de salud pública que implicaba el cierre. Teníamos elementos de análisis, porque tuvimos que recibir a cerca de 30.000 estudiantes hijos de trabajadores de hospitales, a quienes seguimos atendiendo de manera presencial. Lo que observamos fue que no había una circulación particularmente fuerte del virus en estos espacios donde continuamos con servicio presencial.
Desarrollamos, junto con científicos, una visión de salud, tomando en cuenta todos los aspectos físicos y psicológicos, más allá de lo ocurrido en otros países, donde la visión epidemiológica de cerrarlo todo pudo traer afectaciones muy graves.

¿Cuál fue el paso siguiente?

Con el presidente de la república, desde abril de 2020, tuvimos como punto de referencia la idea de que los niños eran la prioridad absoluta. Por eso se tomó la decisión de reabrir a pesar de que muchas autoridades pensaban lo contrario, que era un riesgo. En mayo ya pudimos abrir, ir todos los días a la escuela y preparar el siguiente año escolar, que se inició en septiembre. Pensamos en vivir con el virus y desarrollar instrumentos que permitieran ir a clases a pesar de las condiciones sanitarias.

¿Qué ocurrió en este proceso de apertura pese al virus?

Fuimos capaces de mantener siempre las escuelas abiertas pese a las diferentes olas de contagio. Y esto nos permitió tener la experiencia para luego avanzar en otros escenarios. Esto se dio porque hubo una estrategia de seguimiento a los contagios con un sistema de testeo muy eficaz que nos permitió cerrar clases en casos particulares donde los contagios amenazaban a la población, pero sin que eso significara cerrar el sistema.
Esa fue la estrategia en el periodo 2020-2021. Para el periodo 2021-2022, en el que estamos, el énfasis fue la política de vacunación enfocada a menores con más de 12 años de edad, y eso nos permitió llegar a más del 80 por ciento de los alumnos vacunados entre septiembre y octubre del año pasado. De nuevo, todo con el fin de mantener los establecimientos abiertos.

¿Hubo mucha oposición de sindicatos de maestros y padres como ha ocurrido en Colombia?

Colegio Integrado de Fontibón sede B

Colegio Integrado de Fontibón sede B

Foto:Mauricio Moreno / EL TIEMPO

Sí, es normal que haya temores y oposición frente a la apertura, y ocurrió especialmente al principio de la pandemia, porque hubo y sigue habiendo muchas incertidumbres. El espíritu de prudencia existe. En nuestro caso, fue una lucha de argumentos en mayo de 2020, debates en el Parlamento, donde tuve luchas fuertes.
Pero hubo un momento en que quedó demostrado que la mejor decisión fue la que tomamos. Todo el mundo pudo ver unos meses después que la reapertura fue muy positiva para los niños y que no hubo una ola nueva de contagios debido a esta reapertura.

¿O sea que no hubo relación entre la reapertura y un aumento en los contagios?

No, porque tomamos medidas muy fuertes de protección de los niños en los escenarios educativos. Esa fue la clave porque evidentemente la pandemia seguía, pero se encontró que los colegios se podían abrir de manera segura. Incluso hubo críticas porque se decía que eran medidas muy restrictivas, que evitaban todo contacto, y eso generó oposición. Pero al fin y al cabo, casi todas las personas comprendieron que debíamos actuar de esa manera, porque mantener los colegios cerrados era mucho más perjudicial que abrirlos.

En ese sentido, ¿percibieron algún impacto por el cierre de las instituciones?

Sí, a pesar de que fue un periodo corto de cierre, claro que se sintió. Desde 2018 tenemos un sistema de evaluación de los alumnos en las edades de 6, 7, 11 y 16 años. Estas pruebas se siguieron haciendo en la pandemia. Tuvimos una radiografía con tres pruebas, una en septiembre de 2019, antes de la pandemia, febrero de 2020, cuando se iniciaba la pandemia, y una tercera en la evaluación de septiembre de 2020.
Gracias a esto, medimos de manera muy precisa cómo el nivel de lectura y matemáticas bajó de manera significativa durante el confinamiento. Esto fue solo en dos meses de cierre, cuando en otros países estos cierres fueron de un año o más. Al medir los progresos en el tiempo que hemos tenido las escuelas abiertas, vimos cómo se ha compensado el nivel de estas competencias.
Estos resultados nos dieron la razón de tener una política de la escuela abierta como una prioridad absoluta.

¿Y en temas socioemocionales?

De manera menos precisa, pero igual importante, tenemos análisis de la Sociedad Francesa de Pediatría de los impactos psicológicos de lo que pasó. Sabemos que el impacto sobre la salud mental fue muy fuerte, y eso nos dio más argumentos para abrir las escuelas. No se trata de un asunto solo de nivel de conocimiento de los niños, sino de su bienestar.

Usted habla de la pandemia como punto de quiebre histórico en la educación. ¿Por qué?

Desde mi forma de ver, lo que pasó a nivel mundial fue una catástrofe educativa. De por sí antes de la pandemia había muchos problemas en varios países del mundo en temas de calidad e inversión en educación, y todo se acentuó más por la covid-19, afectando incluso a países con buenos niveles y sistemas educativos. Y esto es muy grave, porque la educación es prioritaria en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
No se debe discutir en si mantener los colegios abiertos o no, sino en la manera en que vamos a compensar los problemas traídos por los confinamientos.
Con esa visión hemos trabajado con la Unesco y la Unión Europea para dar un impulso en esta materia, llamando a todos los países a invertir más en la política escolar. Esto es clave para el futuro de todos nosotros.

A propósito, y dado su trabajo con la Unesco, ¿estamos como humanidad bien encaminados a cumplir los ODS de educación?

No lo sé realmente, pero sí sé que hay quienes le han apostado a cumplir con sus metas, y en ello, por ejemplo, se ha hablado mucho del rol de las mujeres, porque son ellas las más afectadas en términos de exclusión y a veces de brechas. Ahí hemos visto posturas interesantes, precisamente, como la de Colombia, que se ha comprometido en este tema en cabeza de su vicepresidenta y la ministra de Educación.
En Francia, por ejemplo, creamos un sistema de alumnos de secundaria comprometidos con la visión de desarrollo sostenible, no solo para cumplir los objetivos en educación, sino para educar también en los otros objetivos.

Ya que nombra a Colombia, ¿cómo ha sido el trabajo de cooperación que ha tenido Francia con este país en materia educativa?

Hay una relación muy estrecha entre Colombia y Francia en materia de educación, para compartir visiones y recursos en el sector. Hemos trabajado en el desarrollo de una visión científica y racional de la educación. En el caso francés, corresponde en la creación del Consejo Científico de la Educación Nacional, presidido por Stanislas Dehaene, quien fue a Colombia para trabajar con la Misión de Sabios y compartir los avances en cuanto al conocimiento que se tiene sobre los mecanismos de lectura en el cerebro, operaciones matemáticas y demás visiones que pueden ser útiles en el proceso educativo.

¿De qué depende el éxito educativo?

Sabemos que en todos los sistemas educativos el factor principal de éxito es la formación de los maestros. En este sentido, es sumamente importante enfocarse en el reclutamiento y formación de los docentes.

¿Cuánto representa la educación en la economía francesa?

El presupuesto en educación en Francia es de unos 57 billones de euros, lo que corresponde al 6,5 por ciento de nuestro PIB (en Colombia es el 4,14 por ciento del PIB). El mandato presidencial de aumento de recursos para el sector ha sido del 13 por ciento en los cinco años de gobierno, el más grande de nuestra historia.
MATEO CHACÓN ORDUZ
REDACCIÓN EDUCACIÓN
En Twitter: @EducaciónET

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