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Vida

Todos somos genios/ De tu lado con Álex

Personas celebrando

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Foto:IStock

Debemos reconocer nuestras capacidades individuales y dejar de medirnos con criterios ajenos.

Daniela Gallo
"Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pescado por su habilidad de subir un árbol, él pasaría toda su vida pensando que es estúpido”. Frase atribuida a Albert Einstein.
Estas palabras hacen alusión a lo que históricamente ha sido el modelo de educación convencional, en el cual a todos los niños se les enseña de la misma manera y se les exigen los mismos resultados sin tener en cuenta sus aptitudes individuales. Y aunque en los últimos años dicha forma de pedagogía se ha estado poniendo en práctica en ciertos colegios, todavía hay mucho camino por recorrer.
Por otro lado, tampoco nos hemos dado cuenta de que este mismo principio, tan cuestionado en el sistema educativo, lo seguimos utilizando constantemente en todas las facetas de nuestras vidas.

Nos hemos creído la historia de que somos estúpidos porque nosotros mismos medimos nuestras capacidades de acuerdo con criterios ajenos.

Permanentemente nos medimos con una vara genérica y juzgamos nuestras aptitudes de acuerdo con unos parámetros proforma que no tienen en consideración nuestras capacidades especiales. Nos catalogamos como exitosos o no exitosos según hitos como: la cantidad de plata que tengamos, la casa en que vivamos, los títulos educativos que logramos, la vida amorosa que llevamos, las medallas de oro que ganemos y, peor aún, el número de seguidores que alcancemos. Torpemente pensamos que cualquiera que no sobresalga en las categorías socialmente consideradas como las más importantes es menos inteligente y capaz, y no merece admiración ni reconocimiento.
La mayoría vamos por el mundo con la sensación subliminal de no ser suficientes. Nos hemos creído la historia de que somos estúpidos porque nosotros mismos medimos nuestras capacidades de acuerdo con criterios ajenos. Somos como el pez que se siente fracasado porque la subida al árbol le queda imposible y cada vez se frustra más, especialmente cuando se compara con los monos y las ardillas.

El quid del asunto es encontrar nuestro propio camino, en el cual podamos aprovechar nuestros dones y nuestra singularidad para ser los líderes de nuestra propia vida.

¿Qué pasaría si el pescado deja de sentirse inferior y más bien entiende que es maravilloso tal como es y que el problema radica en que no está anatómicamente hecho para trepar árboles, sino para nadar? En el mar, su anatomía le da la posibilidad de sentirse, literalmente, ‘como pez en el agua’.
De la misma manera, nosotros debemos convencernos de que todos somos genios, seres únicos y especiales. El quid del asunto es encontrar nuestro propio camino, en el cual podamos aprovechar nuestros dones y nuestra singularidad para ser los líderes de nuestra propia vida.
ALEXANDRA PUMAREJO 
@detuladoconalex
Daniela Gallo
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