Oscuridad, silencio. Y ahí, en medio de las tinieblas sobrecogedoras, el incesante aleteo de los murciélagos es la única prueba de su presencia. Lejos, a unos 50 metros, al final de esta galería en forma de túnel, aparece una tenue luz que se acerca parsimoniosa. En medio de aquel resplandor, las sombras de estos animales revolotean como espectros en el aire.
A medida que la luz se aproxima, rápidos zumbidos pasan cerca de nuestros oídos, dejando una estela de viento frío. Son los murciélagos escapando de aquel destello que, aunque débil, resulta suficiente para perturbarlos y obligarlos a alejarse. A través del brillo se dibuja la silueta del hombre que lleva la linterna en sus manos. Él camina hacia nosotros mientras que millares de murciélagos lo rodean como una nube viva. La imagen parece sacada de una novela gótica.
Estamos a unos 200 metros bajo la tierra, en medio de la cueva Macaregua, en el municipio de Curití (Santander). El protagonista de la escena es el biólogo Jairo Pérez Torres, quien durante ocho años se ha dedicado a estudiar esta caverna y ha llegado a la conclusión de que se trata del hogar de la mayor cantidad de especies de murciélagos del país.
Según Pérez, en Macaregua habitan tres especies permanentes de murciélagos y ocho itinerantes, es decir que entran y salen constantemente. Por esta condición, Macaregua fue declarada, en el 2016, el primer ‘Sitio importante para la conservación de los murciélagos’ (Sicom) de Colombia, un estatus que permite llamar la atención y generar conciencia sobre la protección de este lugar y las especies de mamíferos voladores que alberga.
En la galería en la que nos encontrábamos, los inquilinos son los Mormoops megalophylla, conocidos vulgarmente como murciélagos cara de fantasma, por su rostro redondo y lleno de excrecencias (arrugas) que casi no dejan espacio para sus pequeños ojos negros.
Previamente, y con el fin de atrapar algunos ejemplares, Pérez había preparado una trampa de arpa (por su similitud con el instrumento musical), con la que esperaba burlar la principal herramienta de navegación de los murciélagos: la ecolocalización, que permite conocer el entorno en la oscuridad emitiendo ultrasonidos e interpretando su eco.

Un encuentro con los emperadores de la oscuridad



Con sus delgadas cuerdas de nailon separadas por algunos centímetros, estas trampas rebotan menos eco, por lo que a los murciélagos les cuesta detectarlas. Pérez los captura vivos y sanos. “Lo que les da esa apariencia son una serie de pliegues que conectan las orejas a través de la frente. Y, en la parte inferior de la cara, tienen una placa alrededor de los ojos, completando un círculo. Estas estructuras como arrugas responden a una sobreespecialización de la ecolocalización, que les permite decodificar mucho mejor las señales sonoras que reciben”.
Durante la exploración de esta caverna es obligatorio llevar máscaras respiratorias que nos protejan de las esporas de Histoplasma capsulatum, un hongo presente en el excremento de los murciélagos responsable de la histoplasmosis, una enfermedad respiratoria que puede volverse crónica y que llega a ser mortal en personas inmunodeprimidas si no se trata a tiempo.
“Esta especie insectívora, cuya dieta se basa principalmente en zancudos y polillas, caza en la noche. Por eso se consideran importantes controladores de plagas”, continúa Pérez a medida que avanzamos por la galería, a la que se accede subiendo una pendiente de unos 30 grados y 40 metros de largo. Aunque no parezca mayor proeza, llegar a ella resulta una tarea exigente por la alta temperatura y humedad.
En el lugar, la sensación de encierro llega a ser insoportable. El suelo es de un color marrón, casi naranja, y cada paso que damos se siente blando, como si estuviéramos caminando sobre aserrín. Agotados, nos recostamos sobre este blando tapete, olvidándonos de que está compuesto por toneladas de excrementos de murciélagos cara de fantasma.
Esperamos unos minutos hasta que nuestra respiración recobra su ritmo normal. Pérez nos sorprende con una interesante revelación: todos los habitantes de esta enorme colonia que estamos viendo son machos. “La razón aún la desconocemos”, reconoce, y agrega que, seguramente, esta será una de las próximas investigaciones que llevará a cabo junto con su equipo de la Universidad Javeriana. “La hipótesis que tenemos es que las hembras llegan en la época de apareamiento y luego se van hasta otro lugar, posiblemente otra cueva o un bosque cercano”.


Nuestra expedición continúa con una visita a los Carollia perspicillata, mejor conocidos como murciélagos frugívoros comunes. Están en una de las galerías más cercanas a la boca de la cueva. Para atraparlos, Pérez pone a prueba una trampa recién diseñada por su grupo de investigación. Por su forma cónica, la llaman de embudo y con ella pueden alcanzar los animales que reposan en el techo de la caverna, en las denominadas perchas.
El científico afirma que este tipo de trampas son fundamentales para el estudio de esta especie, que se reúne en harenes en torno a cada percha. Con cada accionar del mecanismo pueden capturar varias hembras que comparten la percha con un mismo macho.
Pérez ha hecho llamativos hallazgos de esta especie recientemente, uno de los cuales tiene que ver con un comportamiento que él ha llamado ‘Brad Bat’, en referencia al apuesto actor de Hollywood Brad Pitt. Ha observado que las hembras del Carollia perspicillata de esta caverna escogen al macho no solo por sus cualidades físicas, sino por las características de su percha, mostrando predilección por las más rugosas, ideales para mantener a salvo las crías al salir por alimento. “Aquí, los atributos físicos del macho pierden relevancia y hasta el murciélago más Quasimodo puede tener éxito. Eso sí, debe tener una muy buena percha”, indica Pérez.
La última especie que observamos en Macaregua, aunque de lejos, fue al Desmodus rotundus, el célebre murciélago hematófago o vampiro común. Odiado y perseguido por culpa de mitos y leyendas, dista de ser el temible ser en el que se convertían los hombres que no se resignaban a morir para atacar a inocentes y alimentarse de su sangre. A los de esta especie los encontramos guarecidos en orificios en el techo por toda la caverna. Una de las señales de su presencia son las manchas negras que dejan en el suelo sus heces. Tienen este color y una consistencia líquida debido a que su dieta es exclusivamente sangre, la cual toma este color después de pasar por su tracto digestivo.
“A diferencia de lo que se piensa popularmente, ellos no atacan a los humanos, y la sangre la obtienen de mamíferos pequeños y del ganado. Son importantes a nivel ambiental porque cuando hay muchos individuos es indicativo de la alta transformación del ambiente, principalmente por aumentos de la ganadería; en cambio, su ausencia puede significar que ha habido poca actividad humana en una zona”, asegura Pérez. El científico señala que, aunque la probabilidad de que un murciélago ataque a los humanos es muy baja, es mejor no capturarlos, pues como cualquier animal salvaje, pueden ser portadores de enfermedades como la rabia.
Tras casi 12 horas explorando Macaregua, regresamos a la superficie. La recompensa es una bocanada de aire fresco después de quitarnos las máscaras. Desinfectamos con alcohol todos nuestros equipos, una recomendación que deberían seguir todas las personas que se internen en cuevas con presencia de murciélagos. Ha caído la noche y, ahora, como al inicio de la jornada, nos arropa una nueva oscuridad.


NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
@NicolásB23
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