Un evento astronómico ocurrido en un pasado tan lejano como 135 millones de años —cuando los dinosaurios aún poblaban la Tierra— acaba de revolucionar el estudio de la física en el presente y sirve para dar los primeros pasos en firme hacia la que es denominada como física de multimensajeros.
Investigadores unidos en una colaboración de más de 900 instituciones de 45 países y territorios lograron detectar, por primera vez, una kilonova: la colisión de dos estrellas de neutrones — objetos del universo que contienen, en un espacio de unos cuantos kilómetros, una masa equivalente a la de nuestro sol— ubicadas a una distancia de 135 millones de años luz.
Lo anterior quiere decir que, aunque el choque ocurrió a esa distancia de la Tierra, sus estragos en el espacio-tiempo solo fueron detectados por los instrumentos humanos una vez que la luz emitida por el evento llegó a la Tierra, hace un par de meses.
Para hacer la observación, los científicos echaron mano, en primer lugar, de un método que ya les es bien conocido: la detección de las radiaciones electromagnéticas, es decir, de la luz de distintos tipos que emiten los astros.
Luis Núñez, profesor titular de la Escuela de Física de la Universidad Industrial de Santander, única institución colombiana que hizo parte de la colaboración, explica que, primero, el 17 de agosto de este año, el telescopio espacial Fermi captó una erupción de rayos gamma proveniente de una galaxia elíptica en la constelación de la Hidra. Dicha erupción fue corroborada por el satélite Laboratorio Astrofísico Internacional de Rayos Gamma (Integral, en inglés).
“Esas dos mediciones daban una mayor precisión sobre el origen de la fuerte emisión de rayos gamma, y, desde ese momento, NGC 4993 –como se identifica el sistema conformado por las dos estrellas– se convirtió en el centro de la atención de todos los telescopios del mundo, pero, sobre todo, de aquellos que miran al cielo desde el hemisferio sur”, continúa Núñez, y agrega que, seis minutos más tarde de la alerta inicial de la erupción gamma, el Observatorio Ligo confirmó el hallazgo a partir de las ondas gravitacionales que produjo.
Cabe recordar que tres de los primeros ideólogos de Ligo fueron quienes ganaron el premio Nobel de Física de este año por impulsar una idea que se concretó en esta herramienta, capaz de detectar dichas ondas, que son pequeñas alteraciones en el espacio-tiempo causadas por cataclismos del cosmos como las colisiones de agujeros negros y, ahora, de estrellas de neutrones. Tras la confirmación del acontecimiento, siguió una cascada de otras constataciones hechas por observatorios en tierra como Las Campanas (Chile), la red mundial de Observatorios Las Cumbres y espaciales, como los satélites Swift y Hubble.
Según el experto, vinieron “febriles semanas en las que había que buscar en un mar de datos para descartar la coincidencia con otros eventos que estuvieran ocurriendo en esa zona del cielo”.
“La tarea culminó con la publicación, en ‘The Astrophysical Journal Letter’ y en ‘Nature’, de los resultados de la primera detección simultánea de radiación electromagnética y radiación gravitacional provenientes de un único evento astrofísico, en este caso, de una kilonova”, añade Núñez
En su concepto, se trata de un paso decisivo hacia la que será la astrofísica del futuro, la ‘astrofísica de multimensajeros’, una era en la que el rompecabezas de los eventos cósmicos se completa con las observaciones de telescopios que “ven” la luz y con las detecciones que hacen otros instrumentos que, como Ligo, “sienten” las partículas que nos impactan constantemente y perciben la energía que se mueve por el universo.
“Hoy comienza, en forma sistemática, la Astrofísica de multimensajeros, un esfuerzo mundial en el que escudriñaremos los cielos para entender los eventos más extremos del universo”, puntaliza Núñez.
CIENCIA
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