Durante mucho tiempo se pensó que la Tierra era un cuerpo inmóvil, pero hoy sabemos que está lejos de ser estática y que, por el contrario, experimenta un buen número de movimientos. Los más conocidos son su periplo alrededor del Sol (traslación), que la lleva a completar una vuelta en un año, y el giro sobre su propio eje (rotación), responsable del día y la noche.
Pero además de estos dos, que son los desplazamientos más destacados, está también la precesión, producida por fuerzas de atracción que experimenta el planeta (con el Sol, la Luna y en menor medida los demás planetas) y que causa el cambio en la dirección del eje de rotación.
Una buena analogía es el movimiento de un trompo cuando lo ponemos a girar y su eje de rotación no es vertical. En nuestro caso, la Tierra se mueve como si describiera un cono con una abertura de 47 grados y con vértice en el centro del planeta, completando una vuelta cada 26.000 años, lo que se denomina año platónico.
Algo menos conocido, y un poco más complejo, es la nutación. Su nombre proviene, precisamente, de la palabra que describe el cabeceo (vaivén), en latín, y su descubrimiento se adjudica al astrónomo James Bradley en la primera mitad del siglo XVIII.
La nutación es un ligero movimiento periódico que experimenta la Tierra y que de hecho se superpone a la precesión, haciendo que nuestro planeta se tambalee a la vez que va precesando durante el año platónico (como si tratáramos de caminar alrededor de un círculo en alto estado de alicoramiento).
El mismo trompo con el que jugamos también muestra bastante bien lo que significa la nutación, cuando, al perder velocidad, se tambalea más y más hasta que finalmente cae al suelo. La Tierra se tambalea más de mil veces durante su ciclo de precesión o año platónico.
Pese a que al comienzo no se sabían las causas de la nutación, al poco tiempo se encontró que la Luna era la responsable, al ejercer atracción gravitatoria sobre la parte más abultada del ecuador terrestre.
Hay, sin embargo, otros movimientos cuya causa sigue siendo objeto de estudio y que se resumen en desviaciones del eje de rotación terrestre. A todos ellos se les suele denominar “movimiento polar” –al variar la posición de los polos geográficos comparado con los polos celestes–, que posiblemente responden a razones como variaciones en la forma de la Tierra y su distribución de masa en la superficie y en el interior.
SANTIAGO VARGAS
Ph.D en astrofísica.
Observatorio Astronómico
de la Universidad Nacional