El romance de Javier Santaolalla con la física fue tardío. Empezó a los 22 años, cuando de la mayoría de los universitarios están a punto de iniciar su vida profesional. Pero para él, uno de los divulgadores científicos de habla hispana más prolíficos de la actualidad, el camino estaba por comenzar.
Cursaba el tercer año de ingeniería de telecomunicaciones en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, en el territorio insular español del mismo nombre. Pero, como lo que él mismo describe como un “afortunado avatar de la vida”, todo cambió al leer el ‘Breve historia del tiempo’, de Stephen Hawking, un clásico de la literatura científica contemporánea.
“Hablaban de un laboratorio donde colisionaban protones, de recrear el Big Bang y de la estructura del universo, referenciando al Cern. En ese momento pensé ‘¡wow, me gustaría algún día ir a un sitio así’; a partir de entonces, toda mi carrera científica giró en torno a ese pequeño sueño, que era poder formar parte de algo tan grande”, le contó Santaolalla a EL TIEMPO.

Javier Santaolalla ha desarrollado investigaciones en el CERN, uno de los principales centros para el estudio de física de partículas.
Archivo particular
Después de su epifanía, Santaolalla, nacido en Burgos –al norte de España-, empezó a estudiar física en la Universidad Complutense de Madrid. Luego hizo un máster en física fundamental y un doctorado en física de partículas en la misma alma máter. Su estancia doctoral la hizo, becado, en el Cern, en donde participó en las investigaciones que resultaron en el descubrimiento del bosón de Higgs, uno de los hitos más importantes de la historia reciente de la física (a tal punto que ha sido llamada la ‘partícula de Dios’).
“Es una desgracia –dice Santaolalla- que la física tenga tan mala prensa, porque muy poca gente llega a conocer su lado más sexy. Cuando yo la conocí, me enloqueció y me di cuenta de que había gente tan perdida como yo lo estuve. Pensé que una buena acción sería intentar que nadie más se vuelva a perder como me perdí yo”.
Santaolalla empezó a forjarse como divulgador y, en 2015, montó su primer video en su canal de YouTube 'Date un Voltio', que tiene más de 240.000 suscriptores. En la misma plataforma tiene otro canal, 'Date un vlog' y entre los dos suman más de 140 videos sobre diferentes temas científicos que alcanzan los 12 millones de reproducciones.
Además, Santaolalla es autor de libros como 'El bosón de Higgs no te va a hacer la cama', 'Si venimos del mono, ¿por qué somos tan cerdos?' e 'Inteligencia Física y Cómo explicar cuántica con un gato zombi', entre otros. Asimismo, es fundador del proyecto de divulgación internacional The Big Van Theory y presentador del Telecienciario del diario español El Mundo. Todo a sus 34 años.
Santaolalla estará en el Planetario de Bogotá el próximo 27 de agosto a las 4:00 pm dando una ‘lectura estelar’ sobre 'El bosón de Higgs no te va a hacer la cama', con firma de libros; el 28 de agosto, a las 3:00 pm, en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia, dará su conferencia ‘Un anillo colisionador para gobernarlos a todos’ (ambos eventos son de entrada libre). Y entre el 29 de agosto participará como invitado internacional en el Primer Encuentro Colombiano de Divulgadores de Ciencia, organizado por la Universidad Industrial de Santander.
¿Qué es lo mejor y que lo peor de ser científico?
Lo mejor es que trabajamos en algo que trasciende, que no es banal, sino que puede significar un aporte grande a la humanidad y a la forma como entendemos el mundo. Lo peor son las condiciones, el hecho de que la carrera científica esté tan menospreciada y denostada. Es una carrera dura, mal pagada y en la que hay poco reconocimiento social y económico.
¿Cuál ha sido el momento de mayor satisfacción dentro de su carrera científica?
Muchos científicos dicen que no hay un momento eureka, de ‘oh, he descubierto algo’, sino que son pequeños gustitos chiquititos: cuando entiendes una ecuación, cuando consigues que un resultado dé como tú querías, cuando presentas algo en un congreso o consigues resolver, por tus propios medios, un problema que mucha gente ha intentado resolver por mucho tiempo. Buena parte del trabajo del divulgador es intentar romper con los estereotipos del científico loco. La ciencia son esos gustitos chiquititos que te va dando el día a día.
¿Cuál sería uno de esos gustitos?
El que más fácil puedan entender es el día en que se anuncia el descubrimiento del bosón de Higgs y veo que lo que estoy haciendo tiene tanta trascendencia. Es un momento que no se olvida.
A finales del siglo XIX se decía que se conocía todo en física y que no había nada por descubrir; pero, de un momento a otro, se rompe con una cantidad de paradigmas y se abre un nuevo campo para la comprensión del universo. ¿Cómo ve el momento actual de la física?, ¿será que va a haber una nueva revolución?
Algunos dicen que la historia es un momento cíclico en el que las cosas se repiten de alguna manera y puede ser que el momento que estamos viendo sea similar al del siglo pasado. También es cierto que en la ciencia por cada pregunta que se resuelve surgen otras tres. Y esta es parte de la propia estructura de la ciencia. Las preguntas son infinitas y siempre va a haber un ‘por qué’ más allá. Esto es parte del misterio de la física y lo que la hace tan atractiva. Si ya estuviera todo resuelto no sería una cara tan bonita.
En el campo de las partículas, específicamente, y después del bosón de Higgs, ¿qué misterio le gustaría que se resuelva?
Hay muchísimos esfuerzos y creo que la mayoría de físicos coincidirían en decir que el descubrimiento más grande de este siglo es algo que no se espera. Cuando se mira atrás en la historia uno ve que la mayoría de los grandes descubrimientos fueron casualidades, cosas que no se esperaban y creo que eso es lo que se nos viene ahora. Si estás buscando algo intencionalmente y no encuentra nada, es muy posible que el siguiente gran descubrimiento sea algo inesperado.

Como divulgador, Javier Santaolalla escribe libros, da conferencias, tiene dos canales en YouTube y es cofundador del proyecto Big Van Theory.
Cortesía Javier Santaolalla.
¿Qué otras áreas de la ciencia le gustan?
Un pensamiento compartido por la mayor parte de los científicos es que la ciencia es única y que las barreras entre biología, química y matemáticas son tan ficticias como las fronteras entre los países, que son límites establecidos por los humanos. En ese sentido, uno ama la ciencia, no a la física, y ama a la ciencia como es, como idea, como forma de entender el mundo. A mí me encanta leer sobre biología, medicina, química, matemáticas. El verdadero científico siente placer por entender y disfruta escuchando una obra de música clásica o leyendo un ensayo filosófico. Un verdadero científico ama el conocimiento.
¿Qué sueño quisiera alcanzar?
He cambiado mucho mis perspectivas profesionales y mi sueño ahora mismo es el que cumplo todos los días, que es levantarme por la mañana sabiendo que voy a poder hablar de física, que es lo que más me gusta hacer. Mi pequeño sueño es que esos chicos de 16 y 17 años sigan diciéndome que gracias a mí descubrieron que les gusta la física y quieren ser científicos. Uno de mis mayores fracasos fue no descubrir la ciencia cuando era joven, y ahora quiero que ese tipo de errores no los cometan las nuevas generaciones y que quienes aman la ciencia puedan ejercerla y estudiarla.
Hoy en día hay muchos esfuerzos por hacer divulgación científica desde diversas plataformas y usted ha explorado varias de ellas. ¿Cuál es la forma más efectiva de hacer divulgación?
No creo que haya un formato o una plataforma que sea perfecta ni única, sino que todas las formas de enfrentar la divulgación tienen su sentido y su público. Al final, hay 7.000 millones de humanos, cada uno con sus motivaciones y su forma de expresarse y aprender. La clave es no usar una única herramienta, porque mientras más uses, a más gente vas a llegar y hay que adaptar la forma de comunicar al público que tienes delante. Entonces, si tienes un público adolescente, no deberías comunicar como si estuvieras escribiendo un artículo para el periódico.
Pero sus videos en YouTube tienen un lenguaje complejo, como dirigidos a un público con cierto nivel de alfabetización científica. ¿Esto es intencional?
Me pasa mucho que la gente me dice que no entendió el video, pero que le ha gustado. Creo que no hay que infravalorar algo que no entiendes del todo y cómo con base en escuchar muchas veces algo que no entiendes llegas a comprenderlo. La primera vez que oyes hablar de la cuántica no lo vas a entender, pero la segunda ya lo has oído y está ahí, en tu cabeza, tienes una referencia de qué agarrarte. Muchos videos no son para aprender al cien por cien, sino para que te suenen y se quede ese gustillo en la cabeza y despierte la curiosidad. A la gente no hay que tratarla como si fuera tonta y tampoco quiero que mi canal se convierta en un lugar para expertos.
Con el gran alcance que tienen los medios digitales también es posible que se dispersen mentiras que atentan contra la ciencia, como los bulos y las teorías de la conspiración. ¿Cómo combatir ese obstáculo de la divulgación?
Es muy complicado, porque si hubiera una respuesta, estaría resuelto, y la verdad es que no, que las mentiras proliferan más que las verdades. Esto es algo muy difícil con lo que hay que luchar y la respuesta puede estar en un tipo de cooperación entre los medios y las personas que hacemos ciencia, para conseguir que esos mensajes alejados de la realidad estén controlados para que no lleguen a la gente con tanta impunidad.
¿Cuál es el consejo para que un país en vías de desarrollo como Colombia logre alfabetizar científicamente a su población?
Me preguntan mucho por consejos y la verdad es que es muy difícil dar recomendaciones tan amplias, sobre todo cuando los profesionales de la educación saben mucho más de la educación que yo, que apenas he dado clase. Lo que sí tengo es mucho contacto con la gente, entonces mi consejo es para generar vínculos más estrechos con las personas que te escuchan, porque así es más fácil que un conocimiento o una forma de ver el mundo puedan trasmitirse. En el caso de los alumnos, es intentar ponerte en su lugar y entender cómo ellos piensan.
Usted ha dicho que los sistemas educativos matan la creatividad de los niños, quienes pierden el interés en la física cuando se les enseña solo desde la teoría. ¿Debería haber una revolución en la forma de enseñar la ciencia?
Esta revolución ya está ocurriendo y no hay que menospreciar el trabajo que mucha gente está haciendo con proyectos muy interesantes. La realidad es que las aulas siguen siendo el mismo espacio que eran a hace dos siglos y que la forma de enseñar es muy similar a como se enseñaba en el pasado, pero hay mucho lugar para mejorar. En ese sentido, yo creo que anticipar el cambio puede estar ahí, por que el aprendizaje sea un mecanismo menos pasivo por parte del alumno y más participativo y basado en su propia curiosidad. Que el alumno tenga una capacidad de elegir lo que quiere aprender y cómo lo quiere aprender.
NICOLÁS BUSTAMÁNTE H.
Redactor de EL TIEMPO
nicbus@eltiempo.com
SANTIAGO VARGAS D.
Ph. D. en Astrofísica Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
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