En un remoto punto del estado de Amapá, en el norte de Brasil, un sorprendente paisaje sobresale en medio de la espesura verde de la selva amazónica, dominada por espigados árboles y ríos que entre ellos serpentean.
Es la región de Rego Grande, cerca de la frontera brasileña con Guayana Francesa. Allí, afiladas piedras planas de hasta 4 metros de altura emergen del suelo en un claro abierto en la jungla por las comunidades campesinas que llevan a cabo sus actividades agrícolas.
Los megalitos, como se conoce a este tipo de rocas de gran tamaño y cuyo componente principal es el granito, están organizados en círculo, como si se tratara de una enorme corona. Y son, de acuerdo con antropólogos brasileños, los vestigios de un montaje ritual organizado por grupos indígenas entre 900 y 1.200 años atrás, una de las primeras estructuras de este tipo encontradas en Suramérica y que pertenecen a un periodo anterior a la llegada de los españoles al continente.
El lugar, que comprende un área de alrededor de varios cientos de metros, fue descubierto por casualidad por campesinos que talaban árboles para abrir espacio para la agricultura y la ganadería, a mediados de la década del noventa. Sin embargo, no fue sino hasta comienzos de este milenio cuando un grupo de científicos comenzaron a indagar la zona y a preguntarse por su importancia.
Una de las académicas que mejor conoce Rego Grande es la antropóloga Mariana Cabral, de la Universidad Federal de Minas Gerais, quien, junto con el también antropólogo João Saldanha, se ha encargado de investigar el origen de los megalitos, su utilidad para quienes los ubicaron y, cómo no, qué grupo indígena es su responsable.
Cabral explica que las piedras no estaban originalmente en el espacio en el que se encuentran ahora, sino que fueron llevadas hasta ahí en botes por los indígenas, a través de los ríos.
Patrimonio e ingenio“Creemos que este era un espacio destinado a rituales fúnebres, porque hemos podido evidenciar que hay restos óseos, lo que nos hace pensar que era un lugar reservado para algunas personas especiales, como líderes espirituales o religiosos”, le contó Cabral a este diario.
De acuerdo con la científica, aunque los medios se han referido al hallazgo como el ‘Stonehenge’ de la Amazonia (en referencia a las piedras ubicadas al sur de Inglaterra), en realidad son más las diferencias que las similitudes entre ambos monumentos megalíticos.
Tanto las piedras como la forma en que están organizadas es diferente –asegura Cabral–. Además, los indígenas brasileños no están relacionados con los pobladores de Stonehenge.
“Creo que la comparación se debe a que Stonehenge es la estructura megalítica mejor conocida en el mundo; quizás, una de las pocas similitudes es que algunas de las piedras de Rego Grande, como las de Inglaterra, están alineadas con el solsticio de verano”, sigue la experta.
Para la investigadora, la importancia de los megalitos brasileños radica en que hablan de la historia del Amazonas, “porque por un largo tiempo se creyó que los indígenas de esta parte del mundo no trabajaban mucho, no eran creativos”. Pero en los últimos años –añade–, muchos arqueólogos que han trabajado en diferentes zonas del Amazonas están demostrando que existe una herencia indígena muy interesante, gracias a lugares como este. Y agrega que estas poblaciones tenían manifestaciones artísticas muy finas. “Sin duda, eran capaces de construir y transformar el paisaje”, asegura.
Actualmente, el gobierno estatal de Amapá, que adquirió los predios en los que se encuentran las piedras de Rego Grande, planea construir un parque arqueológico, en el que los turistas puedan conocer más acerca de la herencia precolombina en la Amazonia.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
Comentar