En la mañana del pasado jueves 11 de agosto, en el salón Calandayma de la Universidad del Rosario –en el centro de Bogotá–, doce científicos y académicos se reunieron para intercambiar conocimientos y valoraciones acerca de la vida y obra de un hombre que, paradójicamente, dio sus últimos pasos por las escalinatas de ese claustro, minutos antes de ser fusilado, hace 200 años. De allí fue llevado a donde hoy es el parque Santander, por entonces conocido como plazuela de Santo Domingo.
El pelotón de fusilamiento, en señal de humillación, dispuso que debía dar espaldas a las armas. El condenado era el payanés Francisco José de Caldas y Tenorio. La acusación: desobediencia y traición al rey Fernando VII, de España.
Los doce intelectuales reunidos en el Rosario –entre ellos había representantes de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Accefyn), del ministerio de Relaciones Exteriores y de las universidades del Rosario, Nacional y, cómo no, de la Distrital Francisco José de Caldas– deliberaban sobre este hombre cuyo rostro, en los años 80, adornó el billete de 20 pesos.
El motivo de la reunión, a la que también asistieron, vía Skype, el matemático de la Universidad del Valle Luis Carlos Arboleda y Diego Caldas Varona, consanguíneo de Francisco José de Caldas, tenía como principal objetivo ultimar los detalles sobre el Congreso Internacional Bicentenario Francisco José de Caldas 1768-1816, que se llevará a cabo entre el 27 y el 29 de octubre en la Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá, y que tendrá entrada libre.
Dedicación a la ciencia“La razón por la que estamos hablando de Caldas, a 200 años de su muerte, es conmemorar la vida y obra del primer científico colombiano. Queremos presentarlo al país y, en especial, a las nuevas generaciones como un ejemplo de dedicación a la ciencia, teniendo en cuenta las dificultades que él enfrentó, y pese a las cuales logró hacer una serie de observaciones y descubrimientos admirables para su época”, aseguró Enrique Forero, presidente de Accefyn. Agregó que “el bicentenario de su fusilamiento es un buen pretexto para celebrar la vida de este ilustre personaje”.
No les faltan razones a Forero y al resto de académicos que se han dedicado a recordar desde el año pasado la obra de Caldas, y a hacer de este su año, con diferentes actividades, como el congreso.
Caldas nació en Popayán en 1778, en una acomodada familia conformada por un español y una payanesa. No solo ostenta el honor de ser considerado el primer científico colombiano, sino que para muchos historiadores es el primer astrónomo, el primer geógrafo, el primer ingeniero militar y el primer periodista científico nacido en tierras colombianas. De ahí que se le conozca como el ‘Sabio’, consideración que comparte con dos ilustres personajes de la independencia colombiana: José Celestino Mutis y Julio Garavito.
Desde niño, Caldas quiso saber más sobre todo aquello que no estaba a su alcance, de aquello que solo era accesible para quienes tenían contacto constante con España. En su caso, no era más que un lejano capricho.
Lo científico no calabaPor eso, luego de estudiar en el Real Colegio Seminario San Francisco de Asís y en el Colegio Seminario Mayor Arquidiocesano de Popayán, Caldas viajó a Santafé de Bogotá, donde inició sus estudios en la Universidad del Rosario, de derecho, una de las únicas dos carreras disponibles en las universidades del Virreinato de la Nueva Granada (la otra: teología).
En la capital del Virreinato, aunque se graduó de abogado, Caldas siguió su vocación y se continuó formando como científico autodidacta.
“No eran muchas las personas que le apostaban a la ciencia en esa época; no era algo muy bien visto; había una idea de la hidalguía, de nobleza, y las prácticas científicas no calaban ahí”, explica Iván Felipe Suárez, director del Museo Casa Caldas, en Bogotá.
Según Suárez, Popayán era una ciudad muy tradicional, “muy barroca”, apegada a la tradición de la Contrarreforma que se vivía en Europa desde hacía siglos, aunque incluso a la capital del departamento del Cauca había llegado uno de los promotores de la ilustración en Colombia, José Félix de Restrepo, “una gran figura de la educación, que enseñó a toda una generación de intelectuales”.
Con Von HumboldtSuárez cuenta que la única oportunidad en la que Caldas tuvo acceso a la ciencia europea fue en 1802, cuando se encontró, en Quito, con Alexander von Humboldt, conocido por innumerables astrónomos, fabricantes de instrumentos científicos, académicos de las universidades europeas y por los reyes del Viejo Continente.
Mientras Suárez habla, va mostrando las diferentes salas del museo que dirige, que es la casa que ocupó Caldas durante casi 3 años y que queda en la carrera octava con calle 6. En esa construcción restaurada reposan algunos trabajos, tanto originales como las copias y reproducciones, de los documentos científicos en los que trabajó el sabio Caldas. Hay desde dibujos de plantas que hizo solo y cuando trabajó con Humboldt, hasta algunos de los instrumentos que utilizó para sus mediciones astronómicas y de hipsometría, el método para medir la altura de las montañas a partir de la temperatura de ebullición del agua.
En el lugar hay también guías interactivas para que los más pequeños puedan conocer acerca del trabajo que Caldas hizo como miembro de la Expedición Botánica y muestras de las armas que, posiblemente, diseñó, y que sentaron su conocimiento para la fundación de la primera escuela de este tipo, en 1814, en Antioquia; a ese departamento llegó Caldas escapando de las represalias que pudiera tomar contra él el entonces presidente de Cundinamarca, Antonio Nariño, luego del fallido ataque federalista a Santafé.
Pero, quizás, el legado más sobresaliente de Caldas, por lo menos desde el punto de vista físico, se encuentra a unos pocos metros de ese recinto. Se trata del Observatorio Astronómico Nacional, que fue mandado a construir por José Celestino Mutis únicamente cuando encontró a la persona idónea para su dirección, que no pudo ser otra distinta de Caldas.
El ObservatorioCon su entrada en el interior de los predios que hoy ocupa la Casa de Nariño, desde el momento de su inauguración, en 1803, el observatorio se consolidó como uno de los principales epicentros de la ciencia en Colombia, pues desde él no solo se llevaron a cabo observaciones astronómicas y climatológicas, sino que fue utilizado como el punto cero para la elaboración de todos los mapas del país, y se tomaron varias de las decisiones que desencadenarían las revueltas independentistas.
Gregorio Portilla, actual director del observatorio, y quien se encuentra escribiendo un libro sobre los trabajos astronómicos de Caldas, asegura que, al payanés, Mutis le entregó el observatorio sin importar que todo lo que este sabía del tema lo aprendió por su cuenta.
“Lo que él vio en los libros le sirvió para diseñar sus propios instrumentos”, dice Portilla, al tiempo que señala los aparatos que adornan la primera planta del lugar y que, si bien no son los originales que utilizó Caldas, sirven para ilustrar el trabajo que se hacía en la época.
Comerciar con telasPortilla cuenta que el acercamiento de Caldas hacia la astronomía empezó con algunos achaques que sufrió con su llegada a Bogotá, mientras trabajaba como abogado, especialmente como juez de menores. “Al parecer, solo se trataba de un asunto psicosomático, porque no le gustaba lo que hacía”, dice el académico.
Agrega que la decisión de Caldas fue dedicarse a comerciar con telas; durante sus travesías por el territorio nacional, Caldas notó detalles de la naturaleza, como los cambios de la vegetación con la altura. “Caldas también descubrió que vivía en un país que no se preocupaba, siquiera, por tener un mapa decente, que vivía en la ignorancia”, asevera Portilla.
Sobre el aporte a la astronomía del sabio, en cuyo honor se nombró al departamento del eje cafetero, Portilla señala que el más relevante fue desarrollar un método para encontrar la longitud y la latitud geográfica a partir de las observaciones de los cuerpos celestes, algo que resultaba revolucionario en una época en la que no se contaba con muchas herramientas para este fin.
El tiempo que Caldas trabajó en el observatorio fue más corto de lo que él seguramente quiso, tan solo siete años, hasta 1812, antes de partir hacia Tunja y volver a Bogotá en 1815, cuando su primo Camilo Torres, presidente del Gobierno General de las Provincias Unidas (el gobierno que adoptó el modelo federal, a semejanza del instaurado en Estados Unidos), le encomendó la apertura de una academia de ingenieros militares similar a la que había dirigido en Antioquia.
Primera generación¿Que qué habría pasado de correr otra suerte distinta a la de la ejecución?
El profesor Renán José Silva, doctor en historia moderna de la Universidad de París y autor del libro Los Ilustrados del Nuevo Reino de Granada, responde que lo primero que hay que tener en cuenta es que Caldas hacía parte de un grupo que representaba la primera inmersión neogranadina en el pensamiento moderno (en este caso, la historia natural, la botánica, la astronomía y la geografía) y que, en general, “eran gentes que empezaban a plantearse problemas de la economía, la creación de riquezas y lo que en el siglo XX se designó como desarrollo económico”.
“De esta manera, una evolución cultural muy importante, la que conducía a la modernidad, se truncó, se vio suspendida, y la sociedad republicana del siglo XIX tuvo que iniciar su camino habiendo perdido a quienes a finales del siglo XVIII habían acumulado las bases de conocimiento más importantes para plantear nuevos horizontes a la sociedad de su tiempo. Saque usted las consecuencias”, puntualiza Silva.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
Redacción Vida